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Segunda vuelta

Iglesias, cuéntale a Madina si es un adiós

Pilar Velasco

Esta semana ha sido la última de Pablo Iglesias en el Gobierno de coalición que tanto le costó. Último Consejo de Ministros, último discurso, último adiós del BOE con esa frialdad concisa y casi obituaria. “Vengo a disponer el cese de Don Pablo Iglesias Turrión como Vicepresidente Segundo del Gobierno, agradeciéndole sus servicios prestados”. Veinte palabras para un cierre de ciclo de diez años.

Una cadena de titulares que resonaban en mi semana informativa como un actor secundario entre datos de la pandemia, la anti-marsellesa de franceses inmortalizada por el fotógrafo Olmo Calvo, restricciones, patada en la puerta, Ayuso –cómo no–, vacunas, Merkel, AstraZeneca… Y como a veces nos dedicamos más a contar lo que va a pasar en lugar de lo que ha pasado –gran verdad que no recuerdo ahora quién dijo– lo importante de la salida de Iglesias han sido las encuestas y cómo queda el Gobierno. Como si su futuro dependiera de ese salto por encima del 5% de votos o la coalición de los nombramientos de esta semana.

Fue Eduardo Madina quien lanzó una pregunta a modo de Pause. “¿Ya está? ¿Esto es todo? ¿Este es el último acto del líder que construyó el movimiento político quizá más relevante de mi generación y desde luego el más relevante en el ciclo 2011-2021? Es imposible no preguntarse si aquí termina todo”, decía en la tertulia de Hoy por Hoy en la SER. La reflexión, puramente generacional, concluía: “A lo mejor ya está. Quizá la velocidad que ha llevado todo y de la que también Pablo Iglesias ha sido contribuyente neto en estos últimos años hace que ya esté todo”.

A los que odien a Iglesias les costará reflexionar sobre esta pregunta. Pero el paisaje que está señalando Eduardo trasciende al personaje, por muy artífice y armagedón que sea de la cosa. ¿Termina aquí parte de una andadura generacional?

La Gran Depresión fue seguida por la Gran Inquietud. Podemos-movimiento, que no el partido, más allá del 15M (breve, fugaz, fundamental) supo capitalizar las preguntas que los hijos de la Constitución comenzaron a hacerse tras la crisis de 2008 y la constatación de que el traje del éxito del modelo español arropaba a otros. ¿Es legítimo reivindicar una identidad generacional propia al margen de la Transición? ¿Sentarse en sus sillones? ¿Tener relato propio? ¿Para qué sirve la Monarquía? ¿Cuándo nos toca? ¿Se puede hablar de igual a igual a aquellos que "lo hicieron todo”? ¿Quién va a explicar por qué la corrupción impregnó cada una de las instituciones del Estado? ¿Y cómo se articula una generación que mejore la anterior?

Preguntas que ya suenan a viejas y abrieron la espita de otras. ¿Se puede tener otra agenda política? ¿Otros valores? ¿Pueden el feminismo y el cambio climático serlo todo? ¿Sirven los espacios de poder de otros para ir a sitios nuevos? El ciclo que prendió el hiperliderazgo controvertido de Iglesias supuso un revulsivo más allá de la ruptura del bipartidismo, donde cada interrogante propio o ajeno ha ido abriendo una ventana a otras vistas.

Será difícil que Iglesias explique por qué se va de verdad mientras estemos en campaña. Las razones políticas, las personales, las intelectuales. De todos los ingredientes que desbroza su entorno, yo añadiría algo de cansancio. Es más, creo que incluso la coalición le pilló sin ganas (como si las cosas que ansiamos llegaran a tiempo). Y le ha llevado a discursos muy parecidos a los de 2014. Todo ha cambiado radicalmente a nuestro alrededor y otra vez de vuelta a las oligarquías, los medios, los ricos dominantes. Desde esa posición privilegiada del Gobierno, no hemos escuchado algo que sirva para comprender lo tremendamente complejas que son las dinámicas de poder y ejecutivas cuando se aplican políticas que quieren repartir entre muchos lo que se concentra entre unos pocos.

Si Iglesias no abandona del todo la política, las ventajas que describe su entorno suenan a algo parecido a madurar. En un partido joven, sin cultura política, confían en recuperar el barrio y la horizontalidad de la dirección de Podemos. Dejaría de serlo todo, Secretario General y Vicepresidente, y tendría que dialogar desde la ejecutiva del partido. Bisagra entre la coalición y los cuadros, ven una posibilidad de recuperar algo esencial en la concepción del partido-movimiento: tener un pie en las instituciones y otro en la calle. Igual podrían añadir renovar los liderazgos femeninos, incluida la dirección del partido.

Los argumentos encajan. Y la coalición, con unas competencias raquíticas, tampoco es que diera más de sí. Con Trabajo sin Seguridad Social, Universidades sin Ciencia, Consumo sin Vivienda y sin presupuesto serio para articular Políticas Sociales, el futuro de Iglesias era la bronca permanente sobre el trono de ¿un partido-cadáver?

Hay quien le ha mirado estos días como si fuera un looser. Pero la foto general es parecida para los tres partidos de izquierdas nacionales. Podemos por rehacerse. Más País por construirse más allá de Madrid y el PSOE sumergido en el Gobierno. Y todo en medio de una ofensiva de ultraderecha. A la pregunta de Madina “¿Ya está?”, alguien desde la izquierda debería responder alto: “No, cómo narices va a estar”.

Dejo por aquí otro fragmento de su reflexión por el mero placer de compartirla. Decía Madina que la hiper aceleración que ha alcanzado la política hace que los ciclos sean más cortos, los procesos de desgaste mayores, y la intensidad haga que puedas salirte en cualquier curva. “A veces no sabemos muy bien para qué va tan rápido. Sería bueno que fuera un poco más lento y un poco más abajo. Porque las buenas ideas casi nunca están en la superficie y los procesos de cambio de la sociedad suelen requerir de trabajos de muy abajo, muy a fondo y durante largo tiempo”. Si de esta maceración han venido casi todos los actores, qué empeño más tonto ponerse a correr pudiendo hacer.

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