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Andalucía

Carlos Arenas: "El 4-D fue la Diada andaluza"

Carlos Arenas, autor del influyente ensayo 'Poder, economía y sociedad en el sur'.

El propósito del ensayo Poder, economía y sociedad en el sur. Historia e instituciones del capitalismo andaluz (Centro de Estudios Andaluces) es monumental: explicar, sobre la base de una investigación histórica que abarca desde la Baja Edad Media, los porqués de las carencias de la autonomía más poblada de España. Su autor, el profesor de historia económica de la Universidad de Sevilla Carlos Arenas, miembro del consejo asesor de la Academia Andaluza de la Historia, desgrana en más de 600 páginas el carácter oligárquico y extractivo del capitalismo andaluz, controlado desde sus orígenes por minorías privilegiadas que han monopolizado el capital, desde los señores, señoritos y terratenientes a la gran banca y las multinacionales, pasando por las familias de referencia de las élites locales –léanse los Larios, los Orozco, los Ybarra o los Domecq–.

Arenas retrata una tradición económica basada en la ociosidad del capital, el rentismo y el oportunismo. La descripción tritura la quimérica idea de la "modernización" como cauce hacia la prometida convergencia y apunta a la incómoda conclusión de que el papel subsidiario de la economía andaluza obedece a un interés cruzado entre las élites locales y el poder español central, al que nunca ha interesado el despegue de la gran comunidad del sur. Sí, Andalucía se ha modernizado desde la transición, ha mejorado en términos absolutos y se ha beneficiado de la democracia y la integración europea. Pero también es verdad que ha dejado de converger, que sus males –paro, precariedad, desigualdad, debilidad del tejido empresarial, escualidez industrial, estrechez del abanico de sectores productivos– siguen ahí. Los datos del INE sobre paro y pobreza invitan a preguntas inquietantes: ¿Por qué Andalucía se encuentra en los últimos puestos en las clasificaciones que miden riqueza y bienestar? ¿Por qué tiene 13 de las 15 ciudades con mayor tasa de paro? ¿Por qué no hay ninguna entre las 15 con mayor tasa de actividad? ¿Por qué 10 de los 15 barrios más pobres son andaluces?

No hay explicaciones fáciles para nada de esto. Y, sin embargo, circula una, armada a base de clichés y tosquedades, que vincula al ser andaluz con la indolencia, la falta de empuje e iniciativa, como si el atraso del sur estuviera escrito en el destino de sus gentes. El libro de Arenas desmonta el tópico: lo ocioso aquí es el capital, no el currante. La entrevista con Arenas se produce en la antesala de las grandes manifestaciones del 4 de diciembre de 1977, que hace ya 40 años enfilaron a Andalucía hacia su autonomía plena, de la que toca hacer balance.

PREGUNTA: ¿Diría que Andalucía ha aprovechado su autonomía plena?

RESPUESTA: No creo que ningún partido, ni siquiera el PSOE, pueda responder afirmativamente. No hemos avanzado un milímetro en relación a la media española en las variables que miden el bienestar e, incluso, hemos retrocedido con respecto a las regiones más ricas, que nos llevan hasta 50 puntos porcentuales en riqueza per cápita. Eso se debe a la mala calidad de las instituciones políticas, educativas, empresariales e inmateriales que conforman nuestro peculiar modelo de capitalismo.

P: ¿Qué significado le da en perspectiva, 40 años después, a aquel 4 de diciembre?

R: Fue el momento culminante de la implicación política de la ciudadanía andaluza en la resolución de sus problemas al margen de sus clases rectoras. Fue nuestra Diada. Fue la protesta de un pueblo ante la apuesta del Estado franquista por un desarrollo regional discriminatorio para Andalucía, y una advertencia de que el Estado democrático no debía proseguir con la misma discriminación. Hoy sabemos que de aquel esfuerzo sólo quedan las fotos conmemorativas, que el impulso colectivo de entonces, manifestado en tantas iniciativas colectivas, ha sido deliberadamente ensombrecido hasta casi apagarse. Casi.

P: ¿Existe un capitalismo andaluz?

R: Sí. Igual que existe una variedad vasca, madrileña, catalana o manchesteriana. Los capitalismos no tienen por qué ser nacionales, también pueden ser regionales. El andaluz ha sido un capitalismo extractivo. El capital financiero, humano, social y político ha estado en manos de las élites, que han levantado barreras para preservar su carácter oligárquico. En regiones del norte de España ha estado más repartido. De ello se deduce mayor capacidad de decisión y mayor igualdad de oportunidades entre los ciudadanos.

P: ¿Para usted Cataluña es una referencia para Andalucía? También es una comunidad con desigualdades. La crisis ha conllevado recortes.

R: El descontento social ha llevado a los catalanes a multiplicar la fuerza colectiva y las redes de compromiso. Unos lo han hecho denunciando la marginación o con alternativas económicas de carácter cooperativo. Otros, entendiendo ingenuamente que la solución pasa por la independencia. Cataluña debe ser un referente por su capacidad para articular sinergias. En el caso de Andalucía, se echa de menos implicación colectiva para ordenar el modelo de gobernanza. En el plano económico eso pasa por acercarnos a un modelo productivo más inclusivo, por fomentar el cooperativismo... Aquí la población ha dependido de las decisiones de unos cuantos. Siempre ha sido así. Aunque, claro, las élites han cambiado. Ya no son las élites señoriales del siglo XIV, ni los señoritos del XIX. Hoy es la banca y las grandes corporaciones nacionales e internacionales.

P: ¿Siguen ahí las grandes familias?

R: Mantienen influencia y estatus. Aún quedan familias nobiliarias de origen medieval que perciben por sus tierras cantidades millonarias de la Política Agraria Común [PAC]. Otras han creado o están insertas en consejos de administración de multinacionales. Han sabido adaptarse, pero mantienen sus raíces aquí.

P: Cooperativismo, decía usted. La Junta lleva años reivindicando su importancia.

R: Pero sin trascendencia real, entendido como un remedio ante el desempleo, a pequeña escala, caritativo, nunca para la ocupación de sectores estratégicos por parte del tercer sector. Aquí lo asociativo, lo transversal, siempre ha sido cooptado desde el poder. Las iniciativas de abajo a arriba han sido intervenidas y dirigidas por el poder político. Falta músculo civil porque se intervienen las iniciativas transversales.

P: El discurso oficial del periodo autonómico sería así: Andalucía parte con desventaja de la transición, su atraso está justificado por el franquismo, pero ha ido remontando, aunque aún queda terreno por recorrer. Usted rebate ese mensaje.

R: Yo no. Los datos estadísticos. El camino por recorrer es el que nos acerque a los niveles de bienestar medios españoles y europeos y nunca llegaremos con las herramientas institucionales de la actualidad.

P: ¿Y no hay visos de cambio?

R: Vivimos en una encrucijada. La Unión Europea y España se están redefiniendo. O cambiamos la trayectoria o iremos mal. Debemos introducir cambios institucionales que impliquen a toda la ciudadanía, a todos los partidos, para conseguir algo que me parece fundamental: la distribución equitativa del capital humano, financiero, político y social.

P: ¿Puede el Gobierno andaluz introducir esos cambios? ¿No es un problema del rol que desempeña Andalucía en España y Europa?

R: Si está a la altura del momento, debería. El PSOE y todos los partidos deben dejar de funcionar como minorías extractivas para pensar en construir una alternativa de país. En Cataluña se está haciendo, y conste que me parece deleznable lo que está pasando.

P: ¿Deleznable?

R: El independentismo se basa en argumentos falsarios engordados en los últimos cuarenta años que una parte de la izquierda ha comprado, olvidando que el nacionalismo es un tumor que le aparece a un determinado modelo de capitalismo con el que se pretende sacar ventaja en la disputa con otros modelos con los que compite. Crisis políticas como la actual ya se han vivido otras veces entre Cataluña y el Gobierno de Madrid y siempre por motivos estrictamente económicos: en 1648, en 1705, con la pérdida de Cuba, con la II República, durante la crisis de los 70 y ahora. La izquierda no debe comprar el discurso victimista. Debe enfocar el problema como es: el problema de un Estado con distintas variedades de capitalismo que entran en colisión cada vez que aparecen los momentos de depresión económica. Madrid, que no hay que confundir con España, y Barcelona son los polos de dos capitalismos, uno financiero y buscador de rentas y otro industrial, al que ya no le valen las rentas que buscaron y encontraron en el pasado. Pero hay algo admirable tanto en el Gobierno de Cataluña como en el del País Vasco: equivocados, oportunistas o no, piensan en clave país. Aquí debemos proponer una alternativa en clave de país andaluz. Sin caer en los defectos que criticamos, debemos traducir a nuestro lenguaje universalista conceptos como soberanía, independencia, derecho a decidir...

P: ¿Cómo valora el papel del PSOE andaluz y la Junta en relación a Cataluña? Susana Díaz es la dirigente del PSOE más crítica con el independentismo.

R: Todos somos contrarios a un independentismo fraguado en razones históricas falsas, en actitudes xenófobas, incluso racistas, como dijo Paco Frutos. Otra cosa es hacer seguidismo de Rajoy. En España ha existido a lo largo de la historia lo que he llamado un "equilibrio del sur” entre los gobiernos de Madrid y las élites gobernantes andaluzas. El PSOE andaluz es el paladín ahora de ese equilibrio. La cuestión en este momento no está en defender una u otra modalidad territorial del Estado, más o menos federal o centralizada, porque ni una ni otra por sí misma va a remediar el atraso relativo de Andalucía. Hay que centrarse prioritariamente en lo que ocurre de puertas adentro.

P: ¿No falta autocrítica en Andalucía? Es decir, siempre se dice que los males vienen de fuera...

R: Nuestros males son endógenos. Nuestros males provienen del modelo institucional impuesto por las elites andaluzas.

P: ¿Se puede decir que Andalucía ha jugado con peores cartas?

R: Hemos jugado con las reglas del juego impuestas por unas ínfimas minorías que, con el poder político de la mano, han defendido las bazas del capitalismo extractivo. Fue así desde el cortijo y lo es ahora desde los consejos de administración de bancos y grandes empresas que tienen su centro de interés fuera de Andalucía. O cambiamos el motor que mueve nuestro sistema institucional, que comprende igualmente el sistema de valores, o no vamos a salir de la mediocridad. No podemos conformarnos. Es verdad que en los últimos 40 años hemos avanzado en términos absolutos, pero no en convergencia con las regiones más ricas del Estado o de Europa. Ahí están los datos de renta per cápita, o todos los indicadores que miden el bienestar. Siempre estamos a la cola. Los informes PISA, el porcentaje de familias por debajo del umbral de la pobreza...

P: Me sorprende que aluda al Informe PISA, tan discutido desde la izquierda.Informe PISA

R: Ya, pero de momento no conozco otro. Como todo indicador tiene sus limitaciones, pero hay datos objetivos como las tasas de abandono o de aprovechamiento escolar, por ejemplo, en los que estamos a la cola. Necesitamos mayor apoyo financiero a la escuela pública, con una revisión de lo que significa enseñar y aprender, con mayores niveles de autonomía en los centros, con la discriminación positiva en los presupuestos para los colegios de los barrios periféricos... Y todo ello con la vista puesta en equilibrar el capital social, que hoy se reparte desigualmente entre el alumnado de la escuela pública y el de la escuela privada concertada que pagamos todos. A través de la distribución del gasto educativo hay una transferencia de rentas de pobres a ricos. Sé que suena duro, pero los impuestos que pagan los pobres benefician a los grupos sociales que menos lo necesitan.

P: Con su punto de vista económico, le desesperará que el debate fiscal en Andalucía haya girado en torno a reducir al mínimo el impuesto de sucesiones.reducir al mínimo el impuesto de sucesiones

R: Es evidente es que la derecha y los grupos que se ven afectados tienen medios de sobra para hacerse oír.

P: Da la impresión de que este impuesto, en principio defendido por el PSOE, ha perdido la batalla de la opinión pública frente al discurso del PP y de Ciudadanos.

R: El PSOE es muy celoso de lo que diga la opinión pública. Mire la sanidad. O la urgencia por climatizar los colegios. Cuando se mueve la sociedad, reacciona. No quiere que nada manche sus expectativas electorales.

P: Dice que en Andalucía las desigualdades son las mayores de España. Resulta paradójico, siendo la única comunidad gobernada desde el principio por el PSOE.

R: La socialdemocracia siempre ha tenido como objetivo estratégico sostener el modelo capitalista, apostar por su desarrollo para repartir del mejor modo posible el producto del crecimiento económico. Eso valió para los socialdemócratas de todo el mundo desde finales del siglo XIX y puede valer hoy para la socialdemocracia alemana, danesa o sueca, en países con altos niveles de desarrollo. Pero en Andalucía lo que el PSOE ha sostenido es un capitalismo raquítico, incapaz de asegurar mejores niveles de bienestar.

P: ¿Pudo haber sido la anunciada reforma agraria, al inicio de la democracia, un punto de inflexión que no llegó a completarse?

R: En los años 70 del siglo pasado, Andalucía representaba para España el mismo problema que hoy representa Cataluña, una especie de verso libre en un panorama idílico presidido por la esperanza de la democracia, una economía social de mercado y una acusada descentralización política. En ese camino de rosas, el desempleo masivo, la desprotección social, la crisis agraria, la desindustrialización, la pérdida del poder adquisitivo de los salarios y la ausencia de futuro para las clases medias en Andalucía aparecieron como una pedrada en el estanque el 4 de diciembre de 1977. El PSOE no se sustrajo a ese mensaje de indignación. Al fin y al cabo, necesitaba rodearse de un discurso político que pescara en los caladeros de votos de la izquierda. El andalucismo, la planificación económica y por supuesto la reforma agraria estaban en sus programas electorales. Imagine el dinero que hubiera llegado a los jornaleros y al pequeño campesinado desde Europa si hubiera habido un reparto de la tierra. Sin embargo, llegado al poder en Sevilla y en Madrid, la misión del PSOE andaluz fue la de apagar el fuego que había contribuido a encender. La reforma agraria que preconizaban a comienzos de los ochenta se fue a pique, siendo sustituida por los subsidios del PER. Hoy sigue haciendo falta ese reparto para que la tierra se cultive de verdad. Los fondos de la PAC deberían servir para fomentar el empeño cooperativo de los agricultores.

P: ¿Hay una mentalidad rentista del capital que se opone a la industrial?

R: El problema de Andalucía es que el capital ocioso, rentista y especulativo ha sido siempre más rentable que el productivo. Antes era la renta de la tierra, ahora la renta de la propiedad urbana. Creo que es inútil pedirle por favor al propietario rentista que calcule el perjuicio que supone el sobrecoste de ceder la propiedad a la economía productiva. Lo que se necesita es una política fiscal que grave la rentabilidad ociosa.

P: Usted emplea una imagen simbólica: debemos salir de una "rueda de hámster".

R: Movemos sin parar la rueda que reproduce las bases de un capitalismo que tiene dos caras: la opulencia de las pocas grandes empresas y la impotencia de cientos de miles de pequeñas empresas. Hay que salir de esa rueda de hámster y tirar por otro camino.

P: A veces se componen diagnósticos globales severos, pero queda la pregunta: ¿Por dónde empezar? Si hubiera una medida urgente, ¿cuál sería?

R: Por decir una sola, más inspectores de trabajo. Los que hacen contratos basura o no hacen contratos deberían tener los días contados como empresarios. Hoy en el campo se paga menos de la mitad de lo que está recogido en convenio. Y no digamos en la hostelería, donde no se pagan las muchas horas extra. Si hubiera mayor control en el cumplimiento de la norma que en cada momento se pueda ir haciendo, quizás contribuiría a diversificar el tejido productivo andaluz, a no fiar exclusivamente la estrategia inversora al recurso fácil de la explotación.

P: ¿Es escéptico sobre el turismo?

R: Evidentemente es un sector que aporta al crecimiento pero no lo bastante para que Andalucía converja con las economías más ricas. Además es muy sensible a factores naturales, políticos o bélicos que no se controlan. Agarrándote a un monocultivo asumes riesgos, entre ellos el de fomentar burbujas que terminen estallando. ¿Y entonces? Insisto, el turismo es bienvenido, pero habría que diversificar la estructura productiva estimulando la actividad en sectores con mayores valores añadidos y mejor empleo.

P: Usted sostiene que falta un tejido empresarial que genere empleo. ¿Faltan pequeñas o grandes empresas?

R: Faltan medianas empresas. Hay unas pocas empresas que casi monopolizan la actividad y cientos de miles de microempresas y autónomos, 500.000 o 600.000, que se las ven y se las desean para llegar a fin de mes. Falta un grupo intermedio de empresas que creen empleo, inviertan, innoven. Hacen falta políticas de estímulo para la concentración y la cooperación entre las pymes, de apoyo selectivo a las innovadoras y, sobre todo, cambiar de interlocutores políticos, porque si los interlocutores son, como ahora, las grandes cadenas hoteleras, la gran distribución comercial, la gran banca, la gran compañía eléctrica, va a ser difícil que cambien las cosas.

P: El Gobierno andaluz está haciendo un esfuerzo por revitalizar la minería. ¿Le parece un movimiento en la buena dirección?

R: Un problema para la economía andaluza es que una parte de los sectores productivos está sujeta a actividades poco sostenibles: los que dependen de los acuíferos, las agriculturas intensivas, la urbanización del litoral... La minería es uno de ellos porque los recursos metálicos son limitados. Se agotan y punto. Mire el caso de Riotinto. Aún se pueden aprovechar centésimas en la ley del cobre pero se hace con maquinaria muy sofisticada que apenas crea empleo. En unos pocos años se habrá terminado y quedarán unos costes de reposición que serán imposibles de sostener.

P: La empresa bandera de Andalucía, Abengoa, ha terminado en una situación próxima a la quiebra. ¿Es emblemático de un modelo errado?situación próxima a la quiebra

R: Sí. Como dice el refrán, una golondrina no hace verano. En Andalucía hemos tenido desde el siglo XIX golondrinas solitarias como las de Larios en Málaga, Metalgráfica en Córdoba, Río Tinto en Huelva, Suzuki en Linares o Pickman en Sevilla. Abengoa ha sido una de ellas. La industrialización no se produce por la aparición de enclaves aislados sino promoviendo un clima institucional que favorezca la creación de distritos industriales en los que participen y colaboren muchas empresas de un mismo sector o de sectores complementarios. Si no se ha hecho es porque esas golondrinas han usado su prestigio industrial para facilitar la exclusiva búsqueda de rentas cerca del poder político. En el caso de Abengoa, su apuesta por las energías renovables fue de gran mérito. Lo que le ha pasado es que ha encontrado la horma de su zapato en otras empresas con mayor poder político que el suyo: las grandes del sector eléctrico convencional.

P: Ante este panorama, ¿es la economía sumergida una válvula de escape?

R: Los últimos datos dicen que estaba en torno al 25%-30%. Una barbaridad. Las sucesivas reformas laborales cada vez más liberalizadoras se hicieron con el pretexto de reflotar el trabajo opaco, pero han precarizado el empleo visible sin acabar con el sumergido. Como he dicho antes, para acabar con la economía sumergida se necesita más inspección. Pero, ¿están los gobernantes interesados en acabar con ese colchón de seguridad que representa un trabajo oculto, que al mismo tiempo supone una fuente de mano de obra barata para las empresas?

P: La Junta insiste en que Andalucía es castigada por el Gobierno central. ¿Tiene sustento o es un disimulo?

R: Tiene sustento. Eso está claro. Pero también es un disimulo. Los problemas son históricamente nuestros, hace falta un impulso político nuestro, con independencia de reclamar las partidas que nos correspondan. El problema de Andalucía no se soluciona sólo con más transferencias.

P: ¿Diría que hace falta andalucismo?

¿Qué es el clientelismo?: verdad y mito de un mal del sistema que no afecta sólo a Andalucía

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R: Necesitamos una alternativa de país. Urge tener conciencia y encontrar alternativas. Aquí la convicción nacionalista apenas existe, lo que no quiere decir que no existan rasgos identitarios muy arraigados, nacidos de las condiciones materiales de la vida, del trabajo, de la peculiaridad de unas relaciones traumáticas con las clases dirigentes y políticas. Esos rasgos identitarios no son una invención como los que suelen crear los nacionalistas sobre bases etno-culturales o supuestamente históricas, son señas de identidad que han fomentado en unos una mentalidad rebelde pero en otros, por desgracia, valores fatalistas, clientelares, oportunistas...

P: Existe un discurso, típico de la derecha, que presenta a Andalucía como una sociedad aquietada, clientelar, carente de iniciativa, indolente. ¿Teme que los extremos se toquen y sus tesis acaben cerca de este discurso?

R: No creo que sea el discurso de la derecha. Es más, creo que la práctica de la derecha andaluza, la protagonista de ese capitalismo extractivo del que estamos hablando, es la que ha estado interesada tradicionalmente en construir una sociedad aquietada y carente de iniciativa. Las barreras de entrada al capital por parte de la derecha andaluza son las que provocan la quietud, las que alimentan las filas clientelares de cofrades que aspiran a merecer la atención del patrón. Por el contrario, ser de izquierdas hoy es pensar en la distribución del capital en todas sus modalidades, romper las barreras de entrada al capital financiero, humano o social que impiden el derecho a decidir de quienes hoy están sometidos a la dictadura de la necesidad.

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