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El final de la violencia

Euskadi deja atrás a ETA en busca de la reconciliación

ETA ya no existe. Con más de 800 asesinatos y miles de heridos a sus espaldas, con cientos de crímenes cometidos aún sin resolver, la organización terrorista que pretendió erigirse en liberadora del pueblo vasco de una supuesta opresión del Estado español arroja la toalla definitivamente, derrotada en todos los frentes. Lo hace sin pedir perdón a todas las víctimas y negando la naturaleza criminal de su proyecto. Queda una infinidad de vidas rotas y el legado de una sociedad marcada por décadas de miedo. Conseguido lo más importante, el fin de la violencia, queda quizás lo más difícil: la convivencia libre y sin miedo. infoLibre habla del futuro –que en Euskadi es indisociable del pasado– con siete víctimas del terrorismo, dirigentes políticos, académicos y periodistas

  Diálogo sin equiparación

Jonan Fernández, secretario general de Derechos Humanos, Convivencia y Cooperación del Gobierno Vasco,secretario general de Derechos Humanos, Convivencia y Cooperación del Gobierno Vasco valora la disolución de ETA porque supone una "certificación definitiva y clara" de su fin, pero admite que la sociedad lo vive ya "con cierta distancia, sin emoción". Ha habido una rápida digestión del fin de la violencia desde 2011, que se da ya como cosa hecha. Fernández mira hacia delante y fija "tres retos". El primero, sentar las bases del "acuerdo de nunca más", no necesariamente explícito. Ello requiere que ETA profundice en su introspección crítica. "En la medida en que ETA no haga una reflexión sobre su pasado de vulneraciones de derechos humanos va a quedar pendiente que todas las fuerzas políticas sean capaces de construir una memoria crítica", afirma. A su juicio, "eso está pendiente". ¿Incluye también al Estado español? Sí, responde Fernández sin titubeos. Y aclara: "Sin equiparar, sin compensar, de manera separada, no aprovechando para hacer tesis de bandos enfrentados".

Fernández pone el foco en ETA. Cree imprescindible que tome conciencia de que ha dejado atrás "una estela de asesinatos, heridos y destrozos" sin justificación en una democracia. ¿Es estéril seguir pidiéndole más a una organización que en su acto final ha dejado claros los límites de su autocrítica? Es obligado, opina, "reclamarle una reflexión que es de pura lógica". "Hoy estamos en el siglo XXI, hay una conciencia social de respeto a los derechos humanos altísima en la sociedad vasca, también en la española y la europea", expone. Quiere subrayar un mensaje: "De la trayectoria de ETA queda claro que el recurso al uso de la violencia con fines políticos fue un error político, ético, social y humano. Nunca se debió producir". Lo que le reprocha al Gobierno español es "su falta de receptividad para leer lo que está viniendo en clave de diálogo".

El segundo desafío de futuro, a juicio de Fernández, es "un cambio de la política penitenciaria". "Hay que lograr un acuerdo de todas las fuerzas políticas [subraya el "todas"] para modificarla, tanto para el acercamiento de presos como para la reinserción", afirma. Repite la palabra "consenso", antes de apuntar: "En Euskadi todas las fuerzas políticas estarían de acuerdo, salvo el PP. Hay que incorporar al PP". Un obstáculo nada desdeñable es que Ciudadanos, muy beligerante en este campo, no tiene representación en el Parlamento vasco, pero sí obtiene un importante caudal de simpatía en sectores conservadores del resto de España con su discurso contra cualquier tipo de "cesión". La tendencia de crecimiento de Cs a costa del PP no facilita al Gobierno ninguna medida que pudiera entenderse como un triunfo postrero –aunque fuera pírrico– de ETA.

El último desafío tiene un recorrido más a largo plazo. Fernández las llama "políticas de convivencia". "Ya se están desarrollando y debemos continuar. Políticas públicas de memoria, de educación, de cultura", señala. Hay síntomas claros, añade, de que es el camino adecuado. "En sólo cinco o seis años, este tema ha envejecido mucho. La sociedad lo ha ido dejando atrás y avanzado hacia la convivencia normalizada".

  Las víctimas olvidadas

Jesús Eguiguren cuenta, con un punto de pudor, que desde el fin de los atentados de ETA en 2011 no hay día que salga de casa sin que al menos una vez le paren para dedicarle una muestra de afecto y gratitud. En Euskadi el ex presidente del PSOE es considerado uno de los principales artífices del fin de ETA, sin duda un logro que tiene multitud de padres y madres. "Yo creo que la gente vio que al final estaba contra ETA, me peleaba con Madrid, iba contra todo Dios. Vieron que yo jugaba sinceramente", reflexiona.

Al margen de los presos, ETA es ya "un grupúsculo de diez o veinte elementos que viven en Francia", dice. "No hay tal organización armada que se tenga que desmovilizar, por mucho que sigan el esquema de las resoluciones de conflictos internacionales. Todos estos pasos son para sus seguidores y los sectores vascofranceses que no movieron un dedo mientras ETA mataba a más de 800 personas, pero que ahora curiosamente están muy activos. Toda esta es una fase ficticia", explica Eguiguren, que considera la formalización del fin de ETA "una mala copia" de lo que hizo el IRA.

La "indiferencia" de la sociedad vasca ilustra un hecho que ha sorprendido al propio Eguiguren: la rapidez con la que se ha consolidado "la paz". A su juicio, el Gobierno tiene pendiente "un cambio en la política penitenciaria". Lo que más le llama la atención es que la cuestión de los presos ha perdido vigencia. "Ya no se movilizan ni ellos [los abertzales], que antes se manifestaban todos los viernes", dice. Pero, dándoles importancia, no es en los presos donde Eguiguren pone el énfasis, sino en las víctimas. "No sólo las que han sufrido atentados, o los familiares, también gente afectada psicológicamente, víctimas olvidadas, que han sufrido toda la vida. No están reconocidas ni por las asociaciones. Es ese niño que iba al colegio y le decían que iban a matar a su padre porque era del GAL. O el concejal que ha estado toda la vida perseguido, llega a los 60, deja el cargo y no encuentra trabajo ya en ningún sitio. Son los que han tenido escolta toda la vida y ahora viven con traumas horribles. No se les ha dado ni las gracias. España ha sido muy cruel con los que hemos combatido el terrorismo", explica el exdirigente socialista.

A Eguiguren le preocupa que prospere un discurso reaccionario articulado en torno a las ideas del exministro Jaime Mayor Oreja, según el cual ETA no ha perdido, sino que está en vías de alcanzar la victoria por otros medios, como si lo que definiera a ETA no fueran los disparos sino el nacionalismo. "Es triste, porque al final muchos que se han pegado la vida contra ETA no sabían si habían ganado o perdido. En vez de ser el éxito de la democracia que ha sido, el Gobierno lo ha querido convertir en una victoria de Batasuna", señala. El problema, añade, es apuntar al independentismo no como adversario político, sino como enemigo del Estado. "Querían que el fin del terrorismo fuera el fin del nacionalismo, pero no podía serlo. Un movimiento de 200.000 personas [en referencia a la izquierda abertzale] no puede desaparecer de un día para otro", explica.

Lo más alentador del panorama, desde el punto de vista de Eguiguren, es la madurez de la sociedad vasca, donde "en el terreno práctico ya ha empezado la reconciliación". "La gente se habla. Los homenajes a presos etarras son muy pocos, incluso Bildu intenta que no los haya. ¿Qué es la paz? ¡La paz es esto! ¡Es que no hay más! Poder andar libre de la calle. No es nada metafísico. Es esto, ya está", dice Eguiguren. No niega que hay "pueblos, sobre todo pequeños", en los que sigue existiendo "presión ambiental". "Pero allí también ha llegado la paz. Otra cosa es que hay pueblos, como Azpeitia, con casi 15.000 habitantes, donde no hay ni un concejal del PP ni el PSE. No es que estemos oprimidos allí, es que son abrumadoramente nacionalistas", dice. A ello se añaden lugares donde queda "odio y encono por acontecimientos recientes", por ejemplo Altsasu.

¿Y la lucha por el relato? "La habrá", dice, pero inevitablemente en la sociedad no se impondrá "un solo relato, sino que convivirán varias". Y cree que el mayoritario culpará a ETA.

  Un relato de dignidad

"ETA ha dejado en Euskadi una herida moral", afirma Alfonso Alonso, presidente del PP vascopresidente del PP vasco y exministro, que cree que la curación requiere una "memoria" respetuosa con la "dignidad de las víctimas". "Las víctimas nunca han pedido venganza. Han apelado a la ley y a la democracia. Ese es el relato base para el futuro", añade Alonso, para quien "el País Vasco es una sociedad compleja, con distintos sentimientos de pertenencia, donde todos deben ser ciudadanos con los mismos derechos". "Eso es lo que tiene que entender ETA", añade. Alonso sigue refriéndose a ETA en presente. Y no es el único.

El dirigente conservador dice que ETA "pretende blanquear sus asesinatos y que siga vivo su proyecto". Pero el proyecto en sí, la independencia, ¿no es legítimo? "No es que el proyecto fuera legítimo y los medios ilegítimos, es que el proyecto es perverso. No es sólo la independencia de Euskal Herria, sino la negación totalitaria de cualquier posibilidad de discrepancia en un sociedad monolítica. Ni han hecho autocrítica ni han renunciado a eso", denuncia el dirigente del PP. "Fin y medios eran lo mismo. Eliminar cualquier pluralidad y construir un proyecto excluyente. ETA era cotidiana. No sólo era el crimen, sino la persecución diaria. Esa limpieza ideológica ha dejado huella. A nosotros nos expulsaron de comarcas enteras, donde nadie se quería presentar", recuerda el ex alcalde de Vitoria, en la provincia de Álava, la menos nacionalista del País Vasco. La "perversión" se observa, afirma Alonso, en la "teoría del conflicto", según la cual dos partes se enfrentaron causando víctimas de uno y otro bando. "ETA sería entonces una reacción frente a un conflicto injusto...", censura. También condena la "violencia ilegítima del Estado", en referencia a los GAL, "que nos hizo retroceder mucho".

Alonso se muestra contrario a cualquier trato de favor a los presos de ETA. "La política penitenciaria no puede estar al servicio de un colectivo por haber pertenecido a una banda terrorista. En un Estado de derecho, hay que tener la visión puesta en las personas. Tratamiento individualizado", subraya Alonso, que recuerda que son los presos los que han estado "sujetos a la disciplina de ETA, que les ha ofrecido justificación". Ante eso, el Estado les debe ofrecer una vía alternativa para salir de ese "secuestro". ¿Cuál? "Arrepentimiento y colaboración con la justicia para avanzar en un verdadero camino de reinserción". "En los próximos meses vamos a ver además si ETA ha desaparecido también de las cárceles o allí sigue viva de alguna manera", advierte.

  Lo "deseable" y lo "posible"

A Pedro Ibarra, catedrático de Ciencia Política de la Universidad del País Vasco y alma mater de la Fundación Betiko, le sorprende el interés mediático en los estertores de ETA, porque su experiencia en Euskadi le muestra que "la inmensa mayoría de la sociedad tiene ya asumido que esto, desde 2011, está acabado". Cosa distinta es la cicatrización de las heridas, que exige políticas de reparación de las víctimas y penitenciarias. Y, en un plano más genérico, una culminación de la reconciliación.

Ibarra no analiza separadamente el inmovilismo del Estado de las limitaciones de ETA a la hora de hacer el examen final de su trayectoria. "Tú dices 'me voy, lo dejo, pido perdón, digo que lo he hecho mal, que he causado daño', vale, pero lo dices sabiendo que eso no te va a servir absolutamente de nada, porque el Gobierno te va a perseguir hasta que te cace, porque no vas a poder reinsertarte, porque tus presos siguen lejos.... Pues ante eso por lo menos dicen que lo que hicieron fue una acción política", afirma. A su juicio, hay que distinguir en el análisis entre lo "deseable" y lo "posible", dadas las circunstancias de derrota sin paliativos ni logro de ningún tipo por parte de ETA, que sólo encuentra una última gatera en la reivindicación de la naturaleza "política" de esa lucha. "Ello no hace que su relato sea el verdadero. Pero al menos habría que considerar que resulta una decisión comprensible", expone. Criticable, insiste Ibarra, pero comprensible.

El catedrático advierte además de una corriente de discurso, más presente fuera del País Vasco que dentro, según la cual ETA no sólo debe pedir perdón por sus medios, sino también por sus fines. "No se trata de que digan que sus medios eran malvados, que lo fueron, sino sus objetivos también. No que fueron malísimos por haber matado, sino por querer un Estado vasco". Ibarra afirma que el mensaje que traslada el Gobierno, por su acritud e irritación, podría llevar a la "sorprendente" conclusión a un observador externo de que ETA ha conseguido sus objetivos. El Gobierno viene a decir, señala Ibarra, "que porque ETA mantenga que lo que ocurrió formó parte de un conflicto se pretende salir con la suya". "¿En serio se sale con la suya por decir eso?, pregunta retóricamente. Se produce una paradoja: las declaraciones del Gobierno, así como de los sectores más duros, según los cuales ETA ha diseñado una genial hoja de ruta para engañar al Estado abandonando las armas para lograr sus fines por otros medios, se convierten casi en lo único que la organización puede ofrecer a sus simpatizantes para reivindicar sus logros en el cierre de persiana. Pero este discurso de la derecha encierra un peligro: se criminalizan no ya los medios violentos, que nadie defiende, sino los fines.

  Convivencia, no coexistencia

"ETA ya no forma parte de la sociología, sino de la historia". Javier Elzo, catedrático emérito de Sociología de la Universidad de Deusto, cree que "lo esencial" está hecho: el fin del terrorismo. Pero quedaría pendiente la normalización política. "Cuando había pistolas las reglas de juego eran distintas. ETA mataba, extorsionaba, secuestraba... Eso ya no existe", subraya el catedrático, que califica a ETA como "organización totalitaria". "ETA se arrogó la representación de liberadora del pueblo vasco, al que tiene que pedir perdón, aunque no lo va hacer", añade. El puntero de Elzo no sólo señala a ETA, sino también a toda la izquierda abertzale. "A mi juicio, tiene la obligación de decir que aceparon que ETA se arrogara esa representación. Miraron a otro lado cuando se decía 'ETA, mátalos', o 'ETA, el pueblo está contigo'".

Pero –añade el catedrático– no sólo la izquierda abertzale tiene deberes. "Se nos ha dicho siempre que se podía reivindicar todo si no había armas", recuerda. Elzo se refiere a que queda pendiente un reconocimiento de la legitimidad del independentismo. Según su opinión, el marco institucional no permite expresarse políticamente al rupturismo incluso sin ETA. Elzo interpela al PP y Cs y reclama "un diálogo franco". Según Elzo, no debería ser inviable ahora un referéndum no vinculante sobre la relación que quieren los vascos con el Estado. No obstante, no cree que se produzca, observa, cuando PP y Cs se niegan incluso a una reforma del Estatuto de Gernika.

Tan importantes como los desafíos políticos son, desde la óptica de Elzo, los sociales. "La mayor parte de la gente lo que quiere es que no se hable de esto. Eso no es convivencia, es coexistencia pacífica. La reconciliación verdadera exige escuchar al otro y padecer su dolor. Para esto hay que superar la idea de vencedores y vencidos. Si es con vencedores y vencidos, el mensaje para los derrotados es 'jódete'", explica Elzo, que acude a su propia memoria. "Yo tengo 76 años. Mi padre fue carlista, hasta me llevó un año a Montejurra. En el piso de al lado había un nacionalista a quien le habían matado a su padre, debajo una persona del régimen, puro y duro, que hasta iba a su casa la Guardia Civil a tomar café. Y arriba uno del PCE. Mi padre rezaba el rosario de rodillas mientras se escuchaba arriba Radio Pirenaica", cuenta Elzo. "No podemos olvidar las cosas, ni dejar de analizarlas a fondo", añade Elzo, que anima a ampliar el foco de pensamiento y recordar la guerra, la posguerra, la represión... para hacer más significativa la reconciliación. Añade que no se debe construir la convivencia sobre la base de olvidos y omisiones. Ahí apela al Estado. Elzo cree que debe poner fin a la negación de las torturas. Y a la izquierda abertzale, que "no puede conformarse con el reconocimiento del daño causado" por parte de ETA. "Eso es una obviedad, una banalidad. El problema no es reconocer el daño, sino dejar de justificar los asesinatos", señala.

"Al Estado español le pido que humanice a los presos", continúa Elzo, que no vincula esta reclamación a la desaparición de la organización terrorista. "Ya llevan años en una situación inhumana y cruel. Mantener a una persona que entra en la cárcel con 25 años en situación de grado uno es una monstruosidad. No se trata de doblegarse ante nadie, no. Tienen que pagar las penas, por supuesto. Nadie pide impunidad, sólo un poco de humanidad", afirma Elzo, que reivindica también la vigencia de la "vía Nanclares".

  Autocrítica y orgullo democrático

"Bienvenidos a la democracia", saluda a los que renuncian al terrorismo el periodista Gorka Landaburu, a quien un paquete bomba de ETA le causó graves heridas en rostro, abdomen y una mano. "Pero sin empujar, ¿eh? Que algunos ya llevamos tiempo en este club", añade. Esas dos frases resumen su posición: generosidad con los que abandonan la violencia, pero ojo con atropellar. "Todo esto llega tarde, muy tarde. Ya desde 2011 no miramos debajo del coche. Esto, bueno, hay que tomarlo positivamente, pero la sensación es agridulce. La pesadilla termina, pero queda la pena: los amigos asesinados, tanta víctima, tanta coacción...", expone Landaburu, director de Cambio 16. El desafío es que la memoria de tanto horror no acabe convertida en rencor, dice. El periodista cree que hay motivos para el optimismo, el primero de ellos que "la sociedad civil ha demostrado que va por delante de los partidos políticos". "En la calle no hay miradas de odio. Quedan resquicios, pero avanzamos hacia la convivencia, a pesar de ETA", afirma.

Landaburu sabe que hay "cicatrices" que aún hay que seguir curando. ¿Cómo? No se engaña al respecto: lo principal es el transcurso del tiempo. Pero la política debe impulsar medidas de "memoria, justicia y reparación". "Aquí hay que contar lo que ha pasado. Los jóvenes tienen que saber. Que ningún grupo coja mañana y para defender no sé qué causa coja las pistolas. Los relatos son muy importantes", afirma Landaburu, que coincide con Eguiguren en que "no va a haber un solo relato", aunque sí debe combatirse hasta la extenuación cualquiera que justifique el terrorismo. Y reivindicar que la democracia "no tenga miedo a hablar" con la verdad por delante. "Ha habido víctimas de violencia del Estado. Víctimas del GAL. Y torturas también. No hay que esconder eso. Evidentemente el mayor responsable de todo esto es ETA. No ha habido conflicto, pero es importante que el Estado, no sólo la izquierda abertzale, haga una autocrítica", explica el periodista. A los que hayan formado parte de ETA les pide expresamente colaboración para la resolución de los crímenes que quedan impunes.

Un resumen de su mensaje: "Que cada cual asuma su responsabilidad, ni más ni menos". Y una frustración: "Que dé la impresión de que ETA ha ganado la batalla, cuando no ha conseguido nada y su derrota es inapelable". A su juicio, la democracia no debe acomplejarse y debe defender su "victoria". Porque es lo justo pero también porque es lo que va a permitir comportarse con la grandeza propia del ganador, como en el caso de la política penitenciaria. "Acercar los presos no es sacarlos de la cárcel. Un barrote en una cárcel de Sevilla es el mismo que un barrote en una cárcel vasca", dice. De esta medida –opina Landaburu– deben beneficiarse "primero los enfermos, después los que están en tercer grado y por último los que no tienen delito de sangre".

"Los que me intentaron matar a mí están en el sur, y no me importaría que vinieran a Vitoria. Y, si se arrepienten, que vayan saliendo con el tiempo...", afirma Landaburu, que recuerda una conversación suya hace tres años con Mariano Rajoy. "Le dije: 'Hay que ocuparse del tema de los presos'. Y me dijo '¿Qué dices, Gorka? Eso no está en la agenda'. No lo entiendo. Aznar acercó muchos presos cuando ETA mataba. Y ahora, que ha dicho adiós a las armas, no", señala.

  No al reparto de responsabilidades

"La parte operativa ya había sido derrota. ETA no tenía fondos, ni manera de captar asesinos entrenados. Estaba decadente. ¿Esto? Es un mero aprovechamiento político para intentar tapar con mentiras su responsabilidad histórica". La eurodiputada Maite Pagazaurtundúa (UPyD), hermana del policía asesinado por ETA en 2003 Joseba Pagazaurtundúa, teme que el final de ETA no sea más que comienzo de una estrategia de "legitimación de su postura". "Han enseñado los dientes. Han dicho que hay un conflicto. La batalla del relato sólo acaba de comenzar. Van a mentir, van a estigmatizar a las víctimas, va a ser todo muy sucio, con mucho barro. Sólo nos va a quedar pelear por la dignidad de las víctimas, como siempre", afirma.

A juicio de Pagazaurtundúa, el desafío pendiente se resume en uno: mantener la defensa de "la verdad". "Como organización terrorista ya no eran nada sin pistolas. Queda la parte de la ideología tóxica, a la que no renuncian". Pero ya sin violencia, ¿no? "Violencia física no, pero violencia moral sí. Seguirán con que no son asesinos, con que las víctimas fueron daños colaterales. Lo que viene es la teoría del reparto de responsabilidades. Los ideólogos, los políticos, los que les lavaban la cabeza a los críos para que mataran, son ahora los que les van a pedir al Gobierno que pida perdón", dice.

¿Qué tendría que reconocer ETA? "Que todas las víctimas eran inocentes, que han matado porque tenían una ideología tóxica y totalitaria, que iban contra el Estado de derecho...", enumera. "Eran tan narcisistas que pensaban que sus ideas políticas eran más importantes que nuestras vidas". Claro, con esa tarea por delante, Pagaza está segura de que la aportación final de ETA, contribuir al esclarecimiento de los asesinatos pendientes, está a años luz de materializarse. "Si siguen en el negacionismo puro y duro, de contar la verdad y ayudar a resolver crímenes ni hablamos", afirma.

Pagazaurtundúa afirma que, pese a la "tranquilidad" de saber que no hay asesinatos, el clima de "control" continúa acogotando a los no nacionalistas en muchos pueblos. "Ahora la gente se permite vestir como quiere, que es algo. Antes era tabú. Hablar, hablar... sigue sin hablarse demasiado", afirma. Cree que la solución al problema social requiere mantenerse alerta ante el problema político, que es el de la "mentira". "Me preocupa el juego sucio, el procedimiento, la mentira", insiste. "Después de haber perseguido tanto, de haber mentido tanto, ahí siguen las redes sociales llenas de haters que dicen verdaderas barbaridades, que llegan a hacer daño", lamenta.

"Ya no dicen 'Gora ETA', pero sigue el 'Ongi etorri'", la bienvenida a los presos que salen, dice. Eso sí, "sólo a los presos que siguen la estrategia de ETA". Por eso Pagaza le da la vuelta a la cuestión de los presos. ¿Un problema que el Estado debe abordar? No, responde. "Ellos son los que han desaprovechado su oportunidad de pedir perdón, de condenar su historia de terror... Y así acogerse a la reinserción sería más fácil. Pero han preferido la chulería, no pedir perdón y decir que son una organización política. No han dejado hueco a la reinserción", afirma. Y concluye: "ETA ha demostrado que le dan igual sus propios presos. Si a los políticos que les lavaron el cerebro no les importó convertir a unos críos en asesinos, no se van a preocupar ahora...".

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