@cibermonfi
'Agenda setting'
¿De qué hablo este verano de 2017 con mis familiares y amigos? ¿Qué nos preocupa? ¿Venezuela? ¿El terrorismo de ETA? ¿Cataluña? ¿Los misiles norcoreanos? Si no fuera por las encuestas del CIS, pensaría que mi gente y yo somos unos marcianos porque no son esos los temas que surgen naturalmente en nuestras conversaciones, sino la sequía, los incendios forestales y el cambio climático (ando por una zona rural), los bajos salarios y la precariedad del empleo de los jóvenes, el oscuro porvenir de las pensiones, el latrocinio de las arcas públicas que pagamos con recortes en los servicios públicos…
A veces, sí, Cataluña se cuela en nuestras conversaciones, pero solo cuando hay un televisor encendido y los presentadores de los informativos y los tertulianos de guardia los destacan como el gran drama del presente español. Entonces alguien hace un comentario al respecto, otro lo matiza o replica, un tercero pone cara de póquer… y, pronto, todos pasamos a otra cosa. La chispa surgida de la pantalla del televisor ha tenido poco recorrido.
Esta mañana, Fernando Berlín ha abordado en La Cafetera la contradicción muchas veces existente entre la llamada agenda setting –la de los grandes medios de comunicación tradicionales– y las preocupaciones objetivas de la ciudadanía. Lo ha hecho a propósito de la escandalera de la prensa de derechas porque Manuela Carmena no haya colocado en la fachada del ayuntamiento de Madrid una pancarta recordando a Miguel Ángel Blanco. Adelanto que a mí me pareció horrible el asesinato de Blanco, pero aplaudo que Carmena haya demostrado esta vez valentía y criterio propio ante un intento tan descarado de imponerle la agenda. No lo hizo cuando el siniestro encarcelamiento de los titiriteros.
Las causas de la contradicción abordada por Berlín las conocen ustedes. En primer lugar, los medios tradicionales (diarios impresos o grandes cadenas de radio y televisión) se deben a sus amos, y estos comparten intereses y visión del mundo con los políticos conservadores. Aquí y en todas partes. Es mucho más raro ver a un millonario de izquierdas que a un obrero de derechas. Los millonarios, dueños también de los dinosaurios mediáticos, tienen claro lo que les conviene; a las clases populares se les puede lavar el cerebro con ideologías nacionalistas, religiones que predican la resignación y discursos que siembran el miedo.
Existe otro factor que, como periodista, me resulta más doloroso: el que tantos de mis colegas vivan en concubinato profesional con gente que puede permitirse pagar –con su dinero o el de los contribuyentes– una botella de Vega Sicilia en un “almuerzo de trabajo”. Es necesario, por supuesto, que los periodistas se relacionen con gobernantes, banqueros y empresarios; el problema surge cuando el roce se convierte en compadreo, cuando el informador o comentarista asume que la agenda de ese tipo de interlocutores es la del común de los mortales.
Por fortuna, las encuestas del CIS revelan que, pese al incesante bombardeo propagandístico a que es sometido, el común de los mortales españoles no es tan tonto como para creer que la situación en Venezuela es el principal problema suyo y de toda la humanidad. El último de esos estudios afirma que el paro (71´4%), la corrupción (54´3%), la situación económica, la sanidad y las pensiones son las principales angustias de los ciudadanos. La preocupación por el terrorismo (1´9%) o la posible independencia de Cataluña (0´9%) se sitúan, en cambio, en mínimos históricos.
Cada vez más 'noir'
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Es curioso que los grandes medios se asombren de su pérdida de credibilidad, paralela a la de la clase política tradicional. ¿Cómo podría ser de otro modo si no paran de hablar de cosas que la gente considera secundarias en relación a sus cuitas cotidianas? Pero, en fin, esos medios parecen haber encontrado el chivo expiatorio de su decadencia en internet y lo que llaman “populismo”. Que no se extrañen, pues, si nuevos actores intentan satisfacer la demanda de una información, una opinión y una política que contengan un mínimo de empatía con los sufrimientos de la mayoría.
Entretanto, los promotores de la agenda setting siguen teniendo a su favor un fenómeno descrito por Dashiell Hammett en El hombre delgado. Aludiendo a un personaje llamado Mimi, Hammett escribe: “Ella sigue ensartando embustes, y hay que andarse con ojo, porque uno puede llegar a creerla, no porque parezca que al fin está diciendo la verdad, sino sencillamente porque uno se cansa de no creerla”.
P.S. Recién terminada la redacción de estas reflexiones, me entero de que a Manuela Carmena han vuelto a temblarle las piernas y ha terminado por aceptar el paquete completo de los homenajes a Miguel Ángel Blanco, incluida la pancarta, aunque no en la fachada del Ayuntamiento. No será el único dirigente progresista que este verano termine comiéndose con patatas fritas y salsa barbacoa los monstruos del Lago Ness mediáticos de los creadores de la 'agenda setting' conservadora.