Aquí me cierro otra puerta
Asume las consecuencias de tus actos
Una de las situaciones aparentemente incuestionables de la vida adulta es asumir las consecuencias de los actos que uno lleva a cabo. Cuando eres un niño, dicen, no asumes las consecuencias de tus actos y de ahí viene el choque: tus rabietas, tu incapacidad de asumir "la justicia", es algo que debes corregir y que, la mayoría de las veces, la edad adulta te trae. Los que no asumen las consecuencias de sus actos suelen ser ciudadanos señalados.
No voy a desmontar esto porque, realmente, es una verdad en la mayoría de las cosas en las que se aplica la frase del titular de esta columna. Pero llevo un tiempo reflexionando sobre la gente y las instituciones que, a modo de venganza, se acogen al sagrado paraguas de la responsabilidad con nuestros actos para ejercer un poder de mierda. El caso más flagrante es un desahucio: es la consecuencia del acto elevada a la máxima expresión. Si no pagas, te vas. Si no te resistes, será un desahucio no violento. Para que el ciudadano asuma las consecuencias de sus actos, el Estado se reserva el derecho de utilizar la violencia para hacerte pagar que no hiciste frente a tus obligaciones. Tu trauma, el de tus hijos, lo terrible que tiene que ser un desahucio (algo que ha sufrido, por ejemplo, la presidenta del Congreso) es la consecuencia de tus actos, y quien te lo aplica, quien enarbola la vara moral, es quien tiene el grifo de las consecuencias. Y aquí es donde, entre café y caña, he decidido rebelarme.
Igual que lo personal es político, lo político es personal. Todos nos hemos encontrado justicieros de cuarta en nuestros entornos: jefes, amigos, parejas. Gente que se pasa la vida enarbolando la bandera de la frase que titula esta columna, por la que todo el mundo tiene que asumir las consecuencias de sus actos. Gente bien vista, normalmente. Gente que se viste por los pies. Cuando él/ella es quien tiene el mando del castigo, lo ejercerá. Aprovechará tu debilidad, tu error, tu cagada y sí, tus actos de mierda (porque todos los cometemos), para aplicarte hasta el infinito "lo que te mereces por tu culpa".
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Puede que pasar de la niñez a la adultez sea asumir las consecuencias de lo que haces, pero a lo mejor una segunda fase de hacerse mayor es entender que quien aplica el librito de las consecuencias, a lo mejor, a veces, no siempre pero tampoco nunca, es alguien que no lo hace por justicia, sino por venganza, y que muy poca gente se merece, de verdad y al 100%, una venganza. Cada día tengo más claro que un desahucio traumático sin una alternativa habitacional inmediata, que todo desahucio que para un niño no sea más que una mudanza encubierta, es una venganza del poder económico contra una persona débil. Y que el Estado se comporta como un matón contra quien se rebela contra esta injusticia. Y que esto tiene que arreglarse ya de verdad.
Y, repito, como lo político también es personal, tengo bastante claro que todos estos justicieros que aplican día a día lo de las consecuencias de tus actos y que suelen ser los que tienen la palanca del castigo, es gente de la que uno debe alejarse para siempre. Jefe, amigo, pareja. Si para él/ella el castigo es permanente, con su pan se lo coma. Bastante tenemos todos con lidiar con nuestros errores y nuestros juicios a nosotros mismos.
Si te dice "asume las consecuencias de tus actos", no te lo folles.