Plaza Pública
Biden gana el debate
Joe Biden -vicepresidente de EEUU durante el mandato de Barack Obama (2008-2016)- está un paso más cerca de la presidencia de EEUU. Esta es la lectura generalizada en los medios de comunicación y los analistas políticos tras el bronco y caótico debate electoral protagonizado en Cleveland por el presidente Donald J. Trump y el aspirante demócrata. Las constantes interrupciones a su adversario y los feroces ataques personales lanzados durante los 90 minutos del debate por parte del presidente Trump han contrastado con la serenidad y moderación del candidato demócrata. Estaban pactadas (teóricamente) una serie de normas y bloques temáticos con preguntas presentadas por el periodista Chris Wallace -del canal conservador Fox Tv- que han abarcado desde la economía, la epidemia de covid-19, el Tribunal Supremo, el conflicto racial o el cambio climático.
En la práctica, la epidemia de covid-19 -y sus devastadoras consecuencias sanitarias y económicas- ha sido el asunto central del choque entre ambos contendientes y el demócrata ha recordado que ya son más de doscientas mil las víctimas mortales en EEUU. Especial intensidad ha habido cuando Biden ha acusado a Trump de conocer la gravedad de la epidemia en febrero -en base a las declaraciones al periodista Bob Woodward para su libro Rage (Rabia)Rage- y ocultar intencionadamente sus trágicas consecuencias a la ciudadanía. La respuesta de la Casa Blanca a la epidemia -su recomendación fue "beber lejía", le espetó Biden a Trump- unido a la discusión sobre la reapertura de la actividad social y económica centró varios momentos del intenso debate. Trump apostó por priorizar la economía frente a un Biden más cauteloso que defendió una desescalada progresiva en cuanto no se contase con vacunas o tratamientos efectivos ante el coronavirus. Cuestiones como "Ley y Orden" -uno de los lemas de la presidencia Trump-, el conflicto racial y su repercusión en la vida diaria de la sociedad, los impuestos que el Partido Demócrata pretende elevar a las grandes corporaciones y fortunas del país o los recurrentes incendios en California fueron motivo para intercambios dialécticos entre ambos candidatos que reflejan que EEUU está abismalmente dividido en dos concepciones antagónicas sobre su modelo de país y su visión del futuro.
En varias ocasiones, Trump trató de arrastrar el debate presidencial a un enfrentamiento personal con afirmaciones, sin pruebas, de extrema gravedad contra familiares del candidato demócrata. Sin embargo, el objetivo del candidato republicano de desestabilizar a su oponente demócrata no ha obtenido el efecto deseado. Biden (77 años) ha apostado por dirigirse directamente al electorado estadounidense -no ha cruzado la mirada con Trump (74 años) en prácticamente todo el debate- y ha trasladado una imagen de energía muy alejada de las sistemáticas acusaciones republicanas sobre su supuesta "senilidad" y "fragilidad". El moderador del debate -supuestamente próximo al candidato republicano- ha tenido varios encontronazos con el presidente Trump al tratar de limitar sus constantes interrupciones a Biden. En todo caso, el candidato del Partido Republicano se ha centrado sobre todo en movilizar a su base de votantes tradicional -sin concesión alguna a posibles indecisos- advirtiendo de los peligros de la llegada de la "izquierda radical" a la Casa Blanca. Este mensaje del peligro de un Biden presentado como una marioneta controlado por extremistas y vinculado a Antifa -el difuso movimiento antisistema presente en varias de las protestas callejeras de las últimas semanas- ha sido otro de los ejes del discurso del republicano junto a continuas autoalabanzas por su "excelente" gestión económica del país.
La conclusión principal del debate en Cleveland -quedan dos más aún, en Miami y Nashville , el 15 y 22 de octubre- ha sido que, muy probablemente, la decisión final sobre quién será el próximo inquilino de la Casa Blanca la tomará el Tribunal Supremo de EEUU. El presentador inició su intervención preguntando por la intención del Partido Republicano de nominar a la jueza Amy Coney Barrett al Tribunal Supremo y el debate terminó con la afirmación de Trump -tras advertir de un "fraude horrible" en el voto postal- de que el Tribunal Supremo, de clara mayoría conservadora, tendría que acabar decidiendo la situación.
Un claro indicio de la crisis institucional que se avecina, a partir del cierre de las urnas el próximo 3 de noviembre, es la tensión extrema en el debate -sin comparación incluso con el ya crispado debate de 2016 con Hillary Clinton- entre los candidatos demócrata y republicano a la Casa Blanca. En este sentido la constante apelación de Biden a los ciudadanos a acudir masivamente a las urnas -presencialmente o por correo- parece indicar una decisión de la campaña demócrata de obtener una victoria tan amplia que imposibilite cualquier maniobra de Trump para eludir o impugnar los resultados. Las encuestas nacionales sitúan a los demócratas a 10 puntos por delante de los republicanos aunque debe tenerse presente que en el complejo sistema electoral indirecto estadounidense esto no garantiza la presidencia. Hillary Clinton gano por más de 3 millones de votos en 2016 y, sin embargo, Donald J. Trump se convirtió en presidente de EEUU.
La expectación era máxima antes de Cleveland y ambos contendientes no han defraudado: Trump ha presentado una versión agresiva e histriónica -fiel a si mismo- y Biden ha transmitido una imagen de solvencia y seguridad que puede -si el Tribunal Supremo no se cruza en su camino- ser claves para convertirse a partir del 20 de enero de 2021 en el 46º presidente de EEUU.
David Balsa es presidente de la Conferencia Eurocentroamericana