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La democracia al revés

Bradley E. Manning aún no tiene 26 años. Los cumplirá el próximo 17 de diciembre entre rejas porque acaba de ser condenado a 35 años de cárcel por un tribunal militar norteamericano. Se le considera culpable de la mayor filtración de documentos diplomáticos y militares secretos de la historia de Estados Unidos. Por su culpa (es decir gracias a Manning) el mundo entero tuvo acceso a las imágenes de una matanza causada por los disparos a quemarropa desde un helicóptero Apache contra un grupo de civiles (adultos, niños, periodistas...) en Bagdag; y también a centenares de miles de documentos que Manning filtró a WikiLeaks en relación con las intervenciones militares en Irak y Afganistán.

Abusando del angustioso tópico fusilado de García Márquez, esta es la crónica de una condena anunciada. Y lo peor es el triunfo de la resignación o el conformismo. Todos los observadores descontaban que Manning sería condenado, incluso más duramente. Es un militar (degradado), un 'soldadito' americano predestinado a regresar de Irak cargado de condecoraciones y de traumas. O muerto. Pero la información privilegiada a la que accedía como analista de inteligencia en Bagdag le llevó a cometer el 'error' de creer que su obligación era divulgar los crímenes que se estaban cometiendo y las mentiras que se estaban contando a los ciudadanos. Durante el juicio, Manning se ha humillado. No sólo ha pedido perdón por haber filtrado papeles secretos. No sólo ha asumido que su conducta "ha perjudicado a EEUU". No sólo ha declarado que le gustaría "poder volver atrás" y rectificar. Ha llegado a utilizar en su defensa problemas mentales y trastornos acerca de su condición sexual. Todo con tal de reducir la pena de ¡sesenta años de cárcel! solicitada por la fiscalía para que el caso Manning sirviera de "ejemplo disuasorio". Para que a ningún otro soldado se le pase por la cabeza desvelar información clasificada.

[Sobre su identidad sexual, Manning acaba de anunciar este jueves que a partir de ahora quiere "vivir como una mujer" y ser llamada Chelsea Manning].

La Unión por las Libertades Civiles ha denunciado la vergüenza que esta sentencia supone para la democracia en Estados Unidos: "Cuando a un soldado que ha compartido información con la prensa se le impone un castigo mayor que a quienes han torturado o asesinado a civiles es que algo funciona extremadamente mal en nuestro sistema de justicia". Así es. Algo está funcionando extremadamente mal en nuestros sistemas democráticos. 

El ruido y los efectos

Manning dijo creer que sus filtraciones generarían un debate público que podría cambiar la historia. Algunos de los grandes medios que accedieron en exclusiva a los cables de Wikileaks también lo creyeron o actuaron en su día como si lo creyeran. En lo que se refiere a España, los cables de WikiLeaks documentaban la genuflexión gubernamental, diplomática y hasta de algunos cargos judiciales ante las presiones de EEUU, en asuntos como el asesinato del periodista José Couso, el paso de aviones de la CIA hacia cárceles ilegales o la negociación para recibir a presos de Guantánamo. ¿Qué consecuencias políticas, judiciales o diplomáticas tuvo el escándalo? Cero.

Cuando Bradley Manning salga de prisión aún tendrán que pasar unos cuantos años hasta ver desclasificados muchos de los documentos declarados secretos (no desmentidos) por las autoridades nortemericanas y españolas. El máximo responsable de WikiLeaks, Julian Assange, sigue refugiado en la sede de la embajada ecuatoriana en Londres, reclamado por la justicia sueca (acusado de violación) y por el Gobierno de Washington como cómplice en las filtraciones masivas.

La condena del soldado Manning coincide además con la persecución del ex agente de la CIA Edward Snowden, que se esconde en Rusia tras haber entregado a la prensa datos secretos sobre operaciones de espionaje a la ciudadanía y a instituciones de todo tipo ordenadas por los Gobiernos de EEUU y el Reino Unido. Este mismo miércoles, diarios británicos han desvelado las presiones directas del primer ministro David Cameron al periódico The Guardian para que interrumpiera la publicación de documentos. El propio director de The Guardian, Alan Rusbridger, ha reconocido que se vio obligado a permitir que expertos de la inteligencia británica supervisaran la destrucción de ficheros con material confidencial entregados por Snowden al diario. Pocos días antes, la Policía había detenido (sin motivación alguna) al novio del periodista de The Guardian que en su día divulgó los datos que le enviaba Snowden. ¡En Londres, que no es La Habana! 

Van encadenándose elementos que conducen a una misma y alarmante conclusión: corre peligro el derecho a la información de los ciudadanos. Gobiernos que actúan contra periodistas y contra sus fuentes. Se hacen pajaritas con la libertad de expresión. La democracia al revés: Ponen medallas a quienes espían a los ciudadanos y encarcelan a quienes denuncian el espionaje

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(Artículo actualizado este jueves 22 de agosto a las 14,10 horas)

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