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Desde la tramoya

Casado y la extrema derecha

Casado no es Le Pen. El PP no es La Liga ni el Tea Party. España no es Hungría.

Conviene recordar cómo se configura en España la extrema derecha para comprender qué espacio electoral le queda a Pablo Casado, si quiere mantener al PP como partido relevante en España.

En España, a diferencia de lo que ha pasado en buena parte de Europa, la ultraderecha no ha logrado institucionalizarse. Aunque hay una decena de organizaciones sociales y políticas, y media docena de medios de comunicación, ubicados en ese espacio, apenas tienen influencia. El primer motivo es que la nuestra es una sociedad sociológicamente muy tolerante y abierta. Los españoles aceptamos generalmente bien la diversidad sexual, el mestizaje y el feminismo, por ejemplo. A pesar de nuestra tradición fuertemente católica, somos más bien descreídos y en general poco devotos. El vive y deja vivir se aplica en España como en pocos lugares del mundo.

Segundo, España sólo recientemente se ha convertido en un país de entrada neta de migrantes. No es cierto que tengamos muchos menos que otros países. En nuestro país hay un 9%, cifra no mucho menor que la de Bélgica, Holanda o Grecia (11%) y mucho mayor que la de Italia (5%), países todos ellos con fuerzas ultraderechistas importantes. Pero las ciudades españolas están aún muy lejos de ser como París o Bruselas, que tienen enormes barrios con poblaciones, servicios y escuelas completamente magrebíes. Por lo demás, buena parte de quienes llegan a España –aunque salgan menos en la televisión, porque no entran por el mar ni saltando la valla de Ceuta– proceden de América Latina. Y a los españoles nos cuesta más odiar a los latinos que lo que les cuesta a los franceses odiar a los argelinos. Tiene razón Casado cuando afirma sin que se le caiga la cara de vergüenza que "España no puede afrontar la llegada de millones de africanos". Por supuesto que no. Pero es que ni llegan millones (de hecho, ni siquiera cientos de miles), ni son principalmente africanos.

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En tercer lugar, los españoles seguimos siendo redomadamente europeístas. Aunque la crisis nos volvió algo más escépticos, los españoles, junto con los portugueses, valoramos mejor que nuestros socios el proyecto europeo. Un partido nacionalista antieuropeísta en España tendría poca simpatía del electorado. Quizá Aznar no entendió bien que su decisión megalómana de hacerse una foto con Tony Blair y con George Bush justo antes de comenzar la Guerra de Irak sería vista por sus conciudadanos como una afrenta a ese mismo proyecto europeo. Casado podría cometer errores similares en un futuro. Ya anunció en la misma frase que su proyecto era europeísta pero también "atlántico". Pero España le daría la espalda si mostrara la más mínima simpatía hacia los Estados Unidos de Trump a costa del compromiso con la Unión Europea.

Cuarto, en la extrema derecha no hay líderes con garra, al menos de momento. No sabemos muy bien si es antes el huevo o la gallina, pero mientras la extrema derecha siga estando representada por esos señores mayores que defienden el legado de Franco, estamos en buenas manos.

Claro que el problema del PP es que el espacio ahora hay que compartirlo con un auténtico clon, ligeramente más aseado, que es Ciudadanos. La competencia por el espacio sociológico de una derecha moderada ahora es más dura que nunca. La presión puede hacer a Casado pensar que desplazándose hacia la derecha podría cosechar más votos que por el centro. Iniciar su presidencia del PP mintiendo sobre los "papeles para todos" y los "millones de africanos", y haciéndose fotos en las fronteras con Marruecos, es un síntoma de esa presión. Pero creo que se equivocaría si porfiara en la tentación. Veremos a un PP muy parecido al de Aznar, netamente conservador, que volverá a los asuntos morales (aborto, eutanasia, religión, identificación de la delincuencia con la inmigración), y es fácil que en ese huerto encuentre muy buenos frutos, pero de ahí a desplazarse hacia el euroescepticismo, el antiestablishment y el racismo de los partidos de la extrema derecha europea, hay un trecho que ni querrá ni podrá recorrer. Supongo.

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