“Cueste lo que cueste” Cristina Monge
El PP ya tiene estrategia: "Sánchez es el Zapatero de 2011"
Como los dirigentes del PP aman a España casi tanto como los de Vox y, por supuesto, mucho más que los vendepatrias del resto de los partidos (los vivos, quiero decir, no me refería a Ciudadanos), estarán deseando que los pronósticos económicos más pesimistas no se cumplan. Pero como los dirigentes del PP, además de amar al país, también quieren hacerse con su Gobierno, quizá no les importe mucho que el otoño sea tan negro como muchos analistas anticipan.
Esta semana hemos empezado a escuchar del mismo Gobierno socialista (el presidente y las dos vicepresidentas), que tras el verano festivo y hedonista, con la llegada del frío y de continuar la sequía en el Sur, podrían venir meses de alta inflación y de escasez energética. El escenario podría conllevar incómodas restricciones en el uso de la electricidad y de los combustibles. En tales circunstancias, ya se sabe, de poco sirve atribuir el origen a una ya casi cronificada guerra en Ucrania o a las autoridades europeas. El primer “culpable” de esas penurias ciudadanas será siempre en primer lugar el presidente del Gobierno. La situación económica es a menudo el mejor predictor de un resultado electoral.
De modo que los populares están ya salivando su nuevo relato, en realidad reciclado de aquel que se armó entre 2008 y 2011, cuando gobernaba Zapatero y lideraba la oposición Rajoy. El martes ya lo anunció Feijóo en su primera intervención en el Congreso de los Diputados desde que lidera el PP: "Nos dirigimos, todavía con mayor intensidad, a una profundísima crisis económica. (…) Mientras, el Gobierno niega las evidencias y mira hacia otro lado, tal como hizo el gobierno socialista en el año 2007".
Pues eso: un sueño que Feijóo, ese moderado patriota, quisiera ver cumplido: el presidente socialista primero niega la crisis económica y luego es incapaz de resolverla. Se producen recortes intolerables, que afectan sobre todo a los más pobres y vulnerables. Y tiene que venir el PP para salvar al España del desastre socialista. Es el sueño de Feijóo ahora: de cumplirse ese sueño tan poco edificante para el país, como Rajoy en noviembre de 2011, el PP ganaría las elecciones generales de finales de 2023 y se instalaría en Moncloa. La secuencia del desastre en la cabeza de los dirigentes de las derechas vendría a ser así. Primero, el Gobierno sigue instalado en un discurso demasiado optimista, incluso triunfalista. Segundo, llegan el otoño y el invierno frío, trágicos y restrictivos. Tercero, el Gobierno, enfrentado además con sus socios “comunistas”, que necesitan ya marcar su perfil propio, es incapaz de aprobar los presupuestos o tiene que confiar su aprobación a “ETA y los separatistas catalanes”. Cuarto, los socialistas pierden algunas comunidades autónomas y algunos ayuntamientos relevantes y son incapaces de ganar ninguna plaza señera. Quinto, la Presidencia española de la Unión Europa no aporta suficiente fuerza a Sánchez y los socialistas pierden las elecciones generales y no son capaces de sumar con una izquierda que tiene hoy por hoy un futuro muy incierto.
Karl Rove, el que fuera fontanero jefe de George Bush, decía que los votantes sólo se hacen tres preguntas al elegir a su presidente: “¿Es un líder fuerte? ¿Puedo fiarme de él? ¿Se preocupa de la gente como yo?
Ese es el plan. Pero nada garantiza que se cumpla. Porque el Gobierno, con Zapatero y su respuesta a la crisis financiera en la memoria, podría manejar las expectativas mejor que él, e ir advirtiendo, sin catastrofismo y sin ingenuidad, de lo que podría venir. Tendría consecuencias nefastas que, de tener que promoverse, las restricciones llegaran a los ciudadanos por sorpresa y sin anestesia, como llegaron los anuncios de recortes del presidente Zapatero en aquella comparecencia parlamentaria de julio de 2010 de triste recuerdo: la que terminó con aquel íntimo reconocimiento sacrificial: “Tomaré las decisiones que España necesita aunque sean difíciles. Voy a seguir ese camino cueste lo cueste y me cueste lo que me cueste”.
La situación, por otro lado, no es necesariamente asimilable. Es más que probable que esta crisis, de llegar, sea mucho menor que aquella. Y que la Unión Europea actúe con mayor solidaridad, como ha actuado en la crisis sanitaria y con respecto de la invasión rusa de Ucrania. Y también es muy probable, y sería un acierto indiscutible, que de ser necesarias restricciones a la ciudadanía, estas se condujeran con criterios de equidad y de protección a los más vulnerables.
Sí, es cierto que la situación económica determina en gran parte la reelección de los presidentes y primeros ministros en cualquier lugar del mundo, pero también es verdad que las crisis son momentos cruciales que ponen a prueba la autoridad, la confianza y la empatía de los líderes. Karl Rove, el que fuera fontanero jefe de George Bush, decía que los votantes sólo se hacen tres preguntas al elegir a su presidente: “¿Es un líder fuerte? ¿Puedo fiarme de él? ¿Se preocupa de la gente como yo?”. Que las circunstancias nos protejan, por el bien de todas y todos los españoles, incluidos los dirigentes y votantes de las derechas. Pero de venir la crisis, el presidente Sánchez tendrá una buena ocasión para preparar al país y para animarnos a responder “sí” a las tres preguntas.
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