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El PP duda en privado de la confesión de Aldama pero la usa en público para desgastar al Gobierno

Prietas las filas en el Congreso del PSOE

España crece al 3,4 por ciento, el doble que la media europea. Trabajadores, Gobierno y empresarios llegan a acuerdos sin ruido, fomentando la estabilidad laboral, la creación de empleo y una mayor protección de las clases medias. El grave peso de los servicios en nuestro PIB cede a favor de la industria verde. Nuestra economía no sólo crece: también se diversifica y respeta más la naturaleza. Yo no sé si es un cohete o una moto, pero que la economía española marcha bien es poco discutible.

También lo es que el desafío independentista catalán está de retirada: hay un presidente socialista y conciliador en la Generalitat y el número de catalanes contrarios a la independencia ha alcanzado el 54 por ciento, cifra récord desde 2015. Basta pasear por Girona o Barcelona para verlo.

Nuestro Gobierno es respetado en Europa y en el resto del mundo y los españoles no nos avergonzamos de nuestra posición en los conflictos o ante los dilemas mundiales. Se nos tiene por lo que somos en general: solidarios, abiertos y optimistas.

Tenemos problemas, por supuesto –vivienda, desigualdad, pobreza…— pero pese a las crisis recientes que los gobernantes han tenido que afrontar –el virus, el volcán, las riadas…— nos despertamos cada mañana con ganas de continuar en paz. Hemos creado un país protector y progresista en su mejor acepción, motivo por el cual España se ha convertido en destino migratorio de cientos de miles de personas, ricas y pobres.

¿Por qué no habría de cerrar filas el Partido Socialista en el Congreso que empieza en Sevilla? ¿Por qué no habrían de aclamar los cuadros del PSOE a su secretario general, que ha logrado durante cinco años y medio mantener un Gobierno plenamente funcional a pesar de la precariedad parlamentaria?

Medio país no lo ve así, por supuesto. Y tienen motivos para verlo de otro modo. El trabajo concurrente –“el que pueda hacer que haga”– de organizaciones neofascistas, jueces receptivos y medios, pasquines y activistas más o menos conservadores, canalizado finalmente por un Partido Popular montaraz, porfía para generar un ambiente pestilente.

Se nos presenta cada día la narración esperpéntica de un país azotado por la corrupción, de un presidente del Gobierno acorralado, políticamente moribundo, de un partido al que se pretende igualar con el PP de la 'Gürtel' y de un supuesto cambio de ciclo que, sin embargo, ni se atisba

Sirven para ello el caso de un exsecretario de Organización que fue fulminado en cuanto se tuvieron noticias de sus posibles desafueros y un asesor suyo de apariencia oscura a la espera de juicio. La presunta filtración de un correo electrónico que constataba que la presidenta Ayuso y su jefe de Gabinete estaban mintiendo sobre el novio que pegó el pelotazo con las mascarillas con el principal contratista de la Comunidad y que luego defraudó a la Hacienda pública con facturas falsas, y que ya era conocido por el país entero cuando la filtración se produjo. La imputación del fiscal general que publicó la información que desmentía el bulo y al que se requisan ordenadores y teléfonos personales. El trabajo con una Universidad pública de la esposa del presidente del Gobierno a la que se acusa de “robar” un programa informático (¡!). También el trabajo de su hermano, director de orquesta, al que se acusa en falso de pillar un millón de euros. Un honrado secretario general de Madrid que pierde la confianza de sus propios lugartenientes y decide dimitir con honor. Un delincuente confeso que sale de prisión y se dedica a acusar sin prueba alguna a ministros y ministras.

Con esos elementos distorsionados y confusos, se nos presenta cada día, sin descanso, la narración esperpéntica de un país azotado por la corrupción, de un presidente del Gobierno acorralado, políticamente moribundo, de un partido al que se pretende igualar con el PP de la Gürtel y de un supuesto cambio de ciclo que, sin embargo, ni se atisba.

Veremos estos días a un PSOE orgulloso y resistente. Minusvaloran a los militantes socialistas quienes creen que en Sevilla no disentirá nadie por temor. No habrá más disensos que los habituales porque tenemos un gran país que vive, aun con sus dificultades y penalidades, una realidad muy distinta de la que presentan los agoreros, los ultraderechistas y los profetas del apocalipsis. Digo yo que el secretario general del PSOE gobernante algo de crédito merecerá por ello. Y que quizá por eso se le aplaudirá.  

 

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