Y sin embargo se mueve
La diabetes engulle el paraíso
Nauru es una minúscula isla con playas de arena blanca situada en las cristalinas aguas del sur del océano Pacífico. Es uno de los países más pequeños del mundo. Ocupa sólo 21 kilómetros cuadrados. La vida en apariencia tranquila y despreocupada de este paraíso no es tan ideal. Tienen un problema grave de salud pública. Tiene la tasa de diabetes más elevada del mundo. Cerca del 30% de la población padece la enfermedad.
Allí 9 de cada 10 habitantes tienen sobrepeso u obesidad, y como consecuencia una gran parte desarrolla diabetes tipo II. A pesar de estar en el paraíso la esperanza de vida es baja por efecto de la enfermedad. De 58 años en los hombres y de 65 en las mujeres.
El problema de estas islas es la irrupción de la comida occidental a finales del siglo pasado. La comida basura ha sustituido a la dieta tradicional que consistía en poco más que lo pescado, cazado y recolectado en las islas. Hoy la mayoría de los alimentos son importados y los que más se compran son hipercalóricos, llenos de grasas y azúcar.
El miércoles la OMS anunciaba que el efecto Nauru se ha extendido por el planeta. En el mundo la diabetes se ha cuadriplicado desde la década de 1980. Una de cada 11 personas en el mundo padece la enfermedad. Ya hay 422 millones de adultos diabéticos. Es la peor pandemia del siglo XXI. Mata a una persona cada 7 segundos. En 2012 esta enfermedad fue la causa directa de unos 1,5 millones de defunciones, 25.000 españoles. Aquí casi un 14% de adultos padecen esta enfermedad metabólica, es decir, más de 5 millones, unos 1.100 casos nuevos al año, que suponen unos 5.500 millones de gasto sanitario.
La diabetes lleva asociada, si el paciente no se cuida, una serie de enfermedades crónicas como insuficiencia renal, ceguera –el 16% de los casos en España–, problemas cardiacos, complicaciones durante el embarazo y muchas más posibilidades de morir por una neumonía o una gripe. Si se descuidan, los diabéticos sufren daños en el sistema nervioso y su circulación sanguínea se empobrece, lo que conduce en ocasiones a amputaciones de los dedos de los pies o miembros enteros, como piernas; a veces, simplemente un pequeño corte en el pie puede convertirse en gangrena. En Nueva York, por ejemplo, donde también hay una epidemia de diabetes, se producen unas 250 amputaciones al día.
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A pesar de que este tipo de diabetes es prevenible, la prevalencia va en aumento. Lo bueno es que podemos frenar la tendencia. La diabetes es el precio que estamos pagando por la vida sedentaria y la mala alimentación que nos hemos empeñado en llevar. Dejar que nuestro cuerpo se deteriore hasta la enfermedad pudiendo evitarlo con algo tan fácil como hacer ejercicio y comer bien no tiene perdón. Es posible incorporar hábitos saludables en nuestro día a día. Solo hay que querer hacerlo.
Moverse, usar los músculos, las articulaciones, agitar un poco nuestro corazón, hacer que la sangre recorra nuestro cuerpo llevando oxígeno y nutrientes hasta la última de nuestras células es el mayor gozo que puede haber. Te hace sentir vivo, de mejor humor, te fortalece, te mejora. Comer sano, sabemos hacerlo. Las verduras, legumbres y frutas deben ser la base de nuestra alimentación. Carne dos veces a la semana. Embutidos, carne roja y dulces –incluidos los refrescos–, de manera ocasional. Lo mejor es comer alimentos frescos y dejar a un lado los procesados.
Tenemos las herramientas –información, alimentos y zapatillas de deporte– a nuestro alcance. Solo nos falta voluntad para cambiar las cifras.