Desde la tramoya
El impresionante logro de la 'marca Cuba'
Puedes medir a los países por el volumen global de su economía, el PIB. O por su PIB per cápita. O por su población, su extensión, su densidad, sus recursos naturales… Puedes medirlos por la entrada de turistas, por la cantidad de medallas olímpicas que logran, por el número de patentes que registran o por los premios Nobel que obtienen. Incluso puedes componer índices más amplios, como hace Naciones Unidas con su Índice de Desarrollo Humano, o aquí el Instituto Elcano con el de Presencia Global.
Cuba es un paisito que no puntúa alto en ninguno de esos rankings, pero que despierta sin embargo la curiosidad y la atención mundiales con cada cosa que hace. Margallo, ese ministro nuestro obsesionado con la marca España, debería pedir un estudio completo del caso de la isla antillana. Cuba tiene un PIB solo ligeramente superior al de la República Dominicana, pero poco le importa al mundo la economía dominicana y en la prensa mundial es noticia incluso que se permita a los cubanos abrir restaurantes. Portugal tiene más o menos la misma población que Cuba, unos once millones, pero no es noticia que los portugueses emigren en masa al resto de Europa y sí lo ha sido durante décadas que los cubanos se asienten en Miami. A nadie le importa si el presidente de Honduras va o no a una cumbre, pero todos los líderes viven siempre con tensión la asistencia o ausencia del líder cubano, casi siempre anunciada a última hora. Que el expresidente de México lleve meses sin aparecer, al mundo no le importa nada, pero que Fidel Castro se haga una foto en chándal demostrando que sigue vivo y coleando genera atención mundial. No nos importa si el presidente de Eslovenia se ve con el papa, y menos aún si es creyente o va a la Iglesia, pero la prensa mundial recogió toda ella la frase de Raúl Castro al papa en su visita al Vaticano la semana pasada, la segunda de un presidente cubano en 19 años, desde que Fidel visitara a Juan Pablo II: “Si el papa sigue así, volveré a la Iglesia”.
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Cuba tiene una personalidad arrolladora, que trasciende todas sus dimensiones físicas, humanas, económicas, sociales y políticas. Cuba es hoy un icono global. ¿Por qué?
Por supuesto, ha ayudado mucho ese embargo absurdo e inútil que Estados Unidos ha aplicado a Cuba durante más de medio siglo, mientras absorbía a Puerto Rico, la isla de al lado (“ala que cayó al mar, que no pudo volar”, como cantaba Pablo Milanés). Pero ha sido la tenacidad de la mayoría de los cubanos, su infinita creatividad, su resistencia, su ingenio, la que ha mantenido al país tan atractivo para el mundo. Han sido los talleres improvisados de los cubanos y la escasez de mercado de coches nuevos la que ha generado en La Habana un verdadero espectáculo de coches clásicos que ya los quisieran para sí los coleccionistas de la Costa Azul. La política económica cubana, siempre dependiente de los intercambios con los países socialistas amigos más ricos, puede considerarse débil en comparación con la de países de magnitudes semejantes, pero lo cierto es que Cuba está bien preparada porque mantiene unos niveles de igualdad en educación, salud e ingresos que, aunque precarios, no generan las inequidades tan letales y humillantes de otros países. Sí, en Cuba va mal, muy mal, la conexión a Internet, pero eso no impide que la isla genere creatividad artística por toneladas, incluidos algunos de los éxitos de la música latina que se graban en Miami y se escuchan en todo el planeta. Y eso es porque en Cuba hay al menos unas bases educativas y sanitarias mínimas garantizadas por el Estado.
Por supuesto, todo esto debe hacerle poca gracia a quien haya tenido que dejar su país amenazado por la expropiación o el castigo por la disidencia política. Pero lo cierto es que, manteniendo con tenacidad larga e irrenunciable su mítica del pequeño David contra el gigante Goliat, Cuba se ha convertido en un icono para el mundo. Quizá quede poco para comprobarlo allí mismo, saliendo de los hoteles de turistas y los supermercados diplomáticos, que, según parece perderán en breve su carácter exclusivo.