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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

Muros sin Fronteras

Sin cheque en blanco

La victoria de Emmanuel Macron tiene varias lecturas. Puede ser buena para la UE porque se trata de un europeísta convencido, pero no sabemos de qué Europa estamos hablando. Puede ser mala para el Brexit porque una UE decidida a su refundación sería un negociador más intransigente. Puede, puede, puede. Habrá que esperar a los hechos. Solo es un hombre de 39 años, el presidente más joven desde Napoleón, sin partido y sin experiencia política más allá de dos trabajos fugaces como asesor presidencial y como ministro de Economía de François Hollande. Lleva la etiqueta de centro porque dice que no es derechas ni de izquierdas. Aún no sabemos si representa el capitalismo con rostro humano o solo es humo, un producto de estos tiempos de liviandad absoluta

La principal lectura es que no ha recibido un cheque en blanco. Lo sabe porque fue una de sus frases en la fiesta frente al Louvre. El enamoramiento poselectoral será efímero. No va a tener ni 100 días de tregua. La izquierda anticapitalista y sindicatos ya han comenzado a salir a la calle. Le quieren marcar líneas rojas en sus reformas, sobre todo la laboral que aspira a ir más lejos que la aplicada en España.

Macron reconoció la existencia de un malestar y habló de reconquistar a la Francia enfadada y desilusionada que vota Le Pen. El asunto que definirá su mandato será la creación de empleo.

Las tripas del resultado indican que el 43% de sus 20.753.797 de votantes son votos anti Le Pen. Su objetivo era evitar que entrara en el Elíseo. Un 33% apostó por la renovación política que representa Macron, otro 16% por su programa electoral y el 8% restante por su personalidad.

 

Les recomiendo que visiten la cuenta de Twitter @politibot, aporta varios gráficos clarificadores. Solo tres ejemplos apresurados: a más paro, gana Le Pen; el voto al Frente Nacional (FN) ha pasado de 4,3 millones en 1988 a 11 y la abstención fue más alta en lo que se llama la extrema izquierda. O esta de @jburnmurdoch.

Una segunda lectura es que la vieja política está tocada y que el Partido Socialista (PS) se halla en dificultades, con riesgo de pasokización. Sus siglas están contaminadas, veremos si tanto como las del PSI en Italia, y es necesaria una reinvención o quizá esta Macron.

Asistiremos en los próximos días al desfile de decenas de pos-socialistas que saltarán de una nave que hace aguas para apuntarse al partido en creación el nuevo presidente. Cambian de caballo con el único fin de seguir en el poder.

Ese es uno de los problemas: la política dejó de servir para mejorar la vida de la gente, ahora solo mejora la vida de los que la ejercen.

El primero en querer saltar es Manuel Valls, ex primer ministro socialista bajo la presidencia de François Hollande. No es una sorpresa: Valls es uno de los socialistas menos socialistas. Cree que el lenguaje duro con la migración de su época de ministro de Interior le granjea votos. La letra es distinta, pero la base musical de su canción no se diferencia demasiado de la de Sarkozy y Le Pen: identité frente a otredad.

La meteórica irrupción de Macron es una consecuencia del mismo hartazgo que ha impulsado a La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon y que hincha de votos a la extrema derecha del Frente Nacional. Pescar en el mismo caladero no iguala a los pescadores.

Macron es un liberal reformista, un soplo de aire fresco si se le compara con el candidato de Los Republicanos, François Fillon, un tipo agrisado por la corrupción, su falta de carisma y un discurso antiguo. Sarkozy es historia, su histrionismo no vende. Es una derecha empeñada en discutir cada coma del matrimonio homosexual y no dar respuestas concretas a un mundo que vuela hacia la robotización masiva. Cerca de la mitad de los trabajos existentes lo harán robots. De todos modos, resistirá en junio mejor que el PS.

El nuevo presidente tiene cinco años de plazo y un desafío descomunal. Si no consigue alterar el rumbo y colocar a la ciudadanía en el centro de la política francesa y de Europa, es posible que el FN con Marine u otro candidato pueda ganar las presidenciales de 2022.

Uno de los retos será decidir qué cantidad de democracia es posible en la globalización.

La medida exacta de la debacle (galicismo que viene al cuento) socialista se verá en breve, en las elecciones legislativas, a dos vueltas como todo en Francia, que se celebrarán el 11 y el 18 de junio. Están en juego 575 escaños y lo que es más importante la mayoría con la que tendrá que gobernar el nuevo presidente.

Los socialistas dominan la actual Asamblea Nacional junto a los ecologistas y republicanos de izquierda (283 diputados). El segundo partido es Los Republicanos (199). El Frente Nacional solo tiene dos, uno de ellos es Marion Marechal-Le Pen, sobrina de Marine Le Pen. Las dos vueltas siempre han jugado contra el FN. Es el llamado cordón sanitario republicano. También afecta a Mélenchon. Es posible que el movimiento La Francia Insumisa tenga más recorrido que su líder. Necesitan alguien más joven y con menos pasado.

Tenemos una pista de lo que puede pasar. Un sondeo de OpinionWay-SLPV Analytics publicado por Les Echos, indica que En Marche! lograría entre 249 y 286 escaños en un Parlamento en que la mayoría absoluta está en 288 diputados. Esta irrupción se haría a costa de los socialistas, a los que el sondeo otorga entre 28 y 43 escaños. El FN rompería su techo hasta conseguir entre 15 y 25 escaños. No son el partido de la oposición como dice Le Pen. En estas elecciones, el FN ha logrado blanquear la marca. Son peligrosos a medio-largo plazo.

Macron tomará posesión del cargo el domingo. Se espera que nombre primer ministro en pocas horas o días. Será la primera pista de por dónde irán sus intenciones. No esperen nada revolucionario. Es un hombre del sistema, como lo es, de alguna forma, Mélenchon.

Tras la crisis financiera de 2007, generada por la codicia, a menudo delictiva, de los bancos de inversión, y la posterior crisis económica, el G-20 dijo: “Refundaremos el capitalismo”. Solo fue un titular, un golpe de propaganda. Ni siquiera se han aprobado leyes que pongan límite a la gula como se hizo tras la Gran Depresión. La barra libre sigue abierta. El capitalismo solo se ha refinanciado, y con dinero público, lo  que es un sarcasmo. No esperen grandes cambios con Donald Trump: preside un gobierno de multimillonarios. Ni tampoco con Macron, que procede de la banca privada.

Este vídeo de John Bird y John Fortune sigue siendo la mejor explicación de la crisis.

Los recortes en Sanidad y Educación, y de eso sabemos mucho en España, no han servido para racionalizar el gasto y mejorar la eficacia de los servicios básicos del Estado, sino para pagar los platos rotos de esa banca irresponsable, cuando no para hacer negocios con la caja B. Las cifras del rescate bancario en España son demoledoras: 60.718.456 millones, según el Tribunal de Cuentas. El Gobierno de Mariano Rajoy, da por perdidos 30.000.

A estas cifras se puede contraponer el coste anual de la corrupción, que en España se estima en cerca de 90.000 millones de euros, la mitad en sobrecostes.

¿Cuál es el modelo de Macron? ¿Refundar o refinanciar? Necesitará en junio una mayoría parlamentaria para acometer la reforma del mercado laboral que pretende y otras con las que quiere modernizar Francia. ¿Modernizar es despedir? ¿Con o sin preservativo? Para salvar a Europa como titulaba algún entusiasta se necesitará más de un persona. Mínimo dos si la segunda manda en Alemania, un país que tiene elecciones legislativas en septiembre.

Las élites en su laberinto

Los años 30 fueron la consecuencia de la Gran Guerra y el anticipo de la Segunda Guerra Mundial. Después de aquella catástrofe, el llamado mundo libre apostó por el Estado del bienestar, el reparto de beneficios y la defensa de los derechos humanos.

Esa sería una primera revolución: el reparto de beneficio y la recuperación de derechos a la que habría que añadir una urgente: la educación.

Son recetas que pueden desinflar el odio, el miedo y la desinformación que alimentan a Le Pen y compañía. La tercera revolución sería colocar la honestidad en el centro de la política. Si las élites que apoyan a Macron y respiran aliviadas con su victoria siguen sin leer el monumental enfado de una ciudadanía que se siente estafada, porque ha sido estafada, solo dejarían espacio a la insurrección. Ustedes eligen.

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