Muy fan de...
Muy fan de... Rodrigo Rato
“No te digo trigo por no llamarte Rodrigo”. Cuando Chiquito de la Calzada repetía este mantra, no le hicimos caso, y ahí estaba quizás la clave, años después te convertirías en otro de los innombrables: “esa persona de la que usted me habla”, una mancha, una más, en el azul celeste del Partido Popular. Pero en aquel tiempo, tanto brillabas como superstar de Génova 13 que ni siquiera un señor que vestía camisas floreadas y caminaba a saltitos sobre el escenario logró ponernos sobre aviso de lo que sucedería un 16 de abril de 2015. Del Olimpo a la comisaría, pecador... Muy fan.
Tampoco sospechamos del escándalo que sacudiría esta primavera preelectoral, el día que dejaste el FMI sin concluir tu mandato, un 19 de junio de 2007. Aún hoy, desconocemos las razones de tu espantada, que justificaste con título de serie de Telecinco: “motivos personales”
Hay quien asegura que fue por nostalgia, que en Washington, tierra extraña, suspirabas por tu España como Estrellita Castro:
“¡Ay, tierra mía!¡ay! quién pudieraser luz del díay al llegar la amanecíasobre España renacer”
Claro, al vulgar vulgo le sorprende que alguien abandone un cargo de tal relumbrón, “director gerente del FMI”–con rango de jefe de Estado y fulgor interplanetario–, por puro apego a la tortilla de patata.
Hay quien dice que no te fuiste, que te fueron, como en el bolero de José Alfredo: “Te vas porque yo quiero que te vayas…”. Lo cierto es que nunca supimos exactamente el porqué de tu adiós y tal vez nunca logremos despejar esa incógnita, como ocurrió con otra que acabamos dejando por imposible: “¿A qué huelen la nubes?” Y yo qué coño sé, oiga.
Luego llegó tu presidencia de Bankia y la escena de la salida a Bolsa que hemos visto repetida hasta la saciedad, esa que te convirtió en el Harpo de la economía, cambiando la bocina por la campanita, los rizos por la gomina y el humor por la indignación general cuando conocimos los detalles de tu gestión al frente de esa caja de sorpresas desagradables.
Cuando salió a la luz el aquelarre consejeril de las tarjetas black, creímos, ilusos, que aquella sería la gota negra que colmaría el vaso de nuestra estupefacción. Nos dejamos llevar por lo vistoso de ese despilfarro cutre y sandunguero de señores con corbata, que se pulían nuestra pasta en salas de fiesta, lencería fina y limpieza general de cajeros automáticos.
Pero nos faltaba por conocer la guinda de tu pastel –por ahora–, la aparición estelar en esa lista de “Los 705 principales” que se acogieron a la “amnistía fiscal del Gobierno popular”, o “declaración tributaria extraordinaria en unas condiciones diferentes de lo que hubiera sido una regularización ordinaria”, como dice Montoro. Del “que no lo llamen matrimonio” al “que no lo llamen amnistía”.
Y al conocer que formabas parte de esa relación de PEP “personas expuestas políticamente” –siglas que perversamente también podrían corresponderse con “pollos que evaden pasta”– las gentes del pueblo volvimos a quedarnos de Silestone.
Tú, el exsuperministro high quality, el exvicepresidente deluxe, el que fuera delfín de Aznar, el brillante candidato a sustituir al pez gordo a los mandos de la patria, el padre del milagro económico español, el puto amo del éxito ibérico, habías regularizado una importante suma de dinero que tenías lejos de tu tierra y de la añorada tortilla de patata…
Y llegó a nuestras pantallas la escena que pasará a la historia de la tele como la teta escapista de Sabrina o el gateo sobre la mesa de Fernando Arrabal, cuando nos prevenía de la llegada de milenarismo: Rodrigo Rato detenido después de un registro en su casa por agentes de Aduanas. Supera eso, Sabrina.
Todo fue show:
–La mano que te introducía en el “coche oficial”, sin ir tú esposado ni nada de eso, como si “alguien” te estuviera haciendo una ahogadilla en la piscina.
–El tumulto de periodistas en la puerta, que equiparaba el barrio de Salamanca con San Blas y al padre del milagro español con la princesa del pueblo. ¿Me entiendes?
–Y el regreso, horas después, escoltado por los agentes, sin corbata, sin llaves y sin ingreso en prisión, como el cuñao' que es devuelto al hogar después de una noche de despendole. “¡Ábreme!”
No había suficientes palomitas para seguir el reality televisivo que nos ofrecían en directo, que no en diferido, aquella tarde de jueves.
Mientras conocemos nuevos detalles, retumban en nuestras cabezas tus homilías contra el fraude antes, durante y después de pillar la cartera ministerial: “Aquellos que hacemos el esfuerzo de contribuir como marcan las leyes al sostenimiento de los gastos de Estado, nos vemos seriamente perjudicados y se ven seriamente perjudicados los intereses de todos los españoles por el crecimiento del fraude”. Justo ahora que nos alertan del uso excesivo del Ibuprofeno…
Y así estamos, leyendo cada nuevo bombazo informativo, empapados por el goteo de informaciones sobre la dimensión estratosférica de tu patrimonio, la presunta utilización de tus hijos para colocar pasta en Gibraltar, las presuntas conexiones de empresas de tu propiedad con paraísos fiscales, la presunta investigación de tus sociedades por parte de Hacienda. Tú lo niegas todo, nosotros flipamos por encima de nuestras posibilidades.
Ay, lo que daría, Rodrigo, por poder cotillear tu smartphone y ver los mensajes que recibes. Saber si alguno de los tuyos te envía sms de apoyo en plan “Rodrigo sé fuerte”, conocer quién te ha borrado de la agenda de contactos, descubrir si hay quien, aún hoy, te envía emoticonos con besitos en los morros o si hay algún descorazonado que te spamea constantemente con cacas con ojos… Saber, en fin, qué lugar ocupas ahora en el corazón Popular, tú que fuiste el icono de un partido, de un Gobierno y, para algunos, de una nación.
De lo que ha trascendido, me quedo con tres reacciones de tus allegados:
–La de Montoro afirmando el respeto a la ley “por encima de apellidos, amigos o enemigos”, tan sólo unas horas antes del registro de tu propiedad. Un Rappel con las gafas del derecho.
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–La de Rajoy, que según cuentan, “está jodido”. Ignoramos si “jodido pero contento”, eso dependerá, seguramente, de lo que digan las encuestas sobre la intención de voto.
–Y la de Esperanza Aguirre: “Estoy muy defraudada”. La lideresa sí ha conectado esta vez con el pueblo. ¡Muy defraudada, mira, como todos los que somos Hacienda!
NOTA DE LA AUTORA: ahora, con alegría, hagamos todos la declaración de la renta, que es primavera.