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Hacerse un Charles Michel

Raquel Martos nueva.

Hace unas semanas vimos una secuencia que, de haber tenido lugar en una obra de teatro, nos habría resultado tragicómica, pero sucedió en la realidad y fue bochornosa.

Tal vez, quienes desconocen la obra del dramaturgo vallisoletano José Zorrilla cuando oyen mencionar “la escena del sofá” no la ubican en la Sevilla de 1545 sino en la Ankara de 2021.

Esta es la función a la que asistimos perplejos:

Decorado

En el escenario, una sala de palacio presidencial. En el centro, dos sillas flanqueadas por banderas de Turquía y de Europa. A cierta distancia, dos sofás.

Argumento

El presidente de Turquía recibe en visita institucional a dos altos representantes de la Unión europea: un hombre y una mujer. Al hombre lo sienta a su vera, en una silla de homólogo mandatario y a la mujer… la deja de pie, no hay asiento para ella.

Personajes

El anfitrión: Recep Tayyip Erdogan.

Recep es poco receptivo a, por ejemplo, la igualdad entre personas de distinto género. En marzo retiró a su país del Convenio del Consejo de Europa para la prevención de la Violencia contra las Mujeres. Se había firmado en 2011 en Estambul y, diez años después, se lo cargó. El primer documento internacional vinculante que protege a las mujeres contra la violencia le debió de parecer una ful de Estambul.

La mujer sin silla: Ursula Von der Leyen.

Es la presidenta de la Comisión Europea, o sea la presidenta del gobierno de Europa, elegida por el Parlamento Europeo. Von der Leyen flipó al ver que no tenía silla junto a los otros dos mandatarios. Acabó en el sofá, lugar que ocupan asesores y traductores.

El hombre con silla: Charles Michel.

Es el presidente del Consejo Europeo. Representa a la UE en cuestiones de política exterior y de seguridad y es designado por los jefes de estado o de gobierno de los países de la UE. Michel se sentó con todo su cuajo y, mientras Úrsula alucinaba en technicolor, él se hacía el belga.

La escena tuvo un gran eco mediático, muchos grupos parlamentarios de la UE criticaron, abiertamente, la humillación personal e institucional, Michel se disculpó y pidió pasar página.

Esta misma semana Von der Leyen se refirió al incidente bochornoso en el pleno del Parlamento europeo. Y atribuyó tal desplante al machismo: “¿Se lo hubieran hecho a alguien que llevara traje y corbata?”. Pregunta retórica: ¡No!, un no más rotundo que los de Bosé.

La presidenta confesó que se había sentido “herida y sola” como mujer y como europea. Ojo a esto último, es clave: “Como europea”. Porque, como europeos, deberíamos tener muy claro que este tipo de gestos representan una traición a los valores que, se supone, le dan sentido a la Unión. Y encabezando la lista de ofendidos, debería de haberse situado el presidente del Consejo.

Que los responsables del protocolo del Ejecutivo turco excluyeran la silla de una alta representante y que Erdogan se quedara ahí tan pancho, sentado sobre su par de erdoganes, arrebatando su lugar legítimo a una mujer, no es de extrañar. Pero que Charles Michell no se levantara, para alinearse con una representante de la UE, es inaudito.

¡Qué viejos están los de 'Friends'!

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Esta falta de reacción deja a los países europeos a la altura del betún machista, rancio y desigual que otros sí se pueden permitir con sus regímenes totalitarios, Europa no puede.

Se excusó Michel diciendo que no se levantó por no amplificar el incidente y provocar un incendio diplomático. La historia de siempre, la inacción, elemento perfecto para que los que pretenden devolvernos a otro siglo lo hagan sin despeinarse. ¿Por cierto, qué le debemos los europeos a Turquía para aguantar estos numeritos vergonzantes… pelo?

Ojo al simbolismo de la escena. El pensamiento ultra –véase lo que hace la utraderecha– siempre echa de su sitio a los que les resultan incómodos, peligrosos, inferiores o diferentes. Guardémosla en la retina, esa foto explica muy bien dónde estamos y lo peor, hacia dónde vamos.

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