Comprar los votos del odio con el mensaje de Albiol

La agenda ultra y su despliegue en la opinión pública va a ser la tónica del arranque de temporada y de este otoño. La campaña trumpista en EEUU se recrudecerá hasta límites insospechados con mentiras, memes, bulos y propaganda contra Kamala Harris. Mercancía radioactiva y barata de alto impacto. Porque el Internet de hoy es más nocivo, más oscuro, más rápido que aquel que hundió a Hillary Clinton. Los bulos, conspiraciones con inteligencia artificial y ataques sobre su origen, raza o la matraca que acusa de comunista a Kamala y la transforma en Mao Zedong inundarán redes sociales y plataformas desreguladas. Elon Musk hace tiempo que difunde noticias falsas deliberadamente en una campaña donde Trump, a diferencia de 2016, será uno más de una constelación ultra que actúa a cara descubierta desde el asalto al Capitolio en enero de 2020. Los republicanos ven que pueden ganar y habrá momentos en el camino hacia el 5 de noviembre realmente complejos para abordar la ola de falsedades que esparcirá el universo Trump. El premio de la presidencia lo vale todo. 

La onda expansiva de la derecha radical se copia y reproduce. En el tablero nacional, el PP pretende forzar el contador electoral para que la legislatura no llegue a dos años. De fondo estarán Vox y Alvise. La agenda será dura y se parecerá a la línea que une no aprobar el reparto de menores por ley, acusar a los inmigrantes de asaltar viviendas, callar ante Xavier Albiol y pedir reforzar la frontera en lugar de un reparto de menores solidario y ordenado por los once territorios de signo conservador. El PP habla en distintas frecuencias como si solo escucháramos una de ellas. Es imposible condenar los ataques xenófobos a Asell Sánchez, portavoz familiar del niño asesinado en Mocejón, y convivir el mismo día con el mensaje de Xavier García Albiol. Los bots, perfiles ultras y el alcalde de Badalona son parte de lo mismo. El contenido xenófobo de los mensajes coincide, el objetivo también. 

A los difusores del odio –los Alvise, los Vox, las cuentas anónimas…– les servía que el asesino fuera extranjero para ir a por el resto. Un Ku Klux Klan moderno que en lugar de antorchas tira de redes

La ultraderecha pretende incendiar la sociedad con el dolor de los demás. Usarlo de mecha como en Reino Unido o Francia. Esperar cualquier chispa para hacerlo arder todo. Y sumidos en la inseguridad y ansiedad moderna, ese todo es tan frágil que para el magma ultra –coordinado y financiado– es gratis intentarlo. Por eso no se entiende cómo cree el PP que va a beneficiarse sin plantar cara a los odiadores originales que acumulan un electorado que se divide pero no cede. 

Alberto Núñez Feijóo no tiene una cifra para asegurar que la “inmigración ilegal” está “ocupando nuestros domicilios”. No la tiene porque es falso. Ese “no nos permiten entrar en nuestras propiedades” es un bulo propio de Desokupa y no de un partido de Gobierno. Rajoy no llevaba la inmigración como “problema” en el programa electoral y aprobó dos regularizaciones. El PP de hoy pretende ganar en río revuelto lo que hace rato le quitan en las urnas; o jugar en el flanco moderado y el de Vox como si no se notara por ambos lados.   

La libertad de expresión de las democracias liberales es el escudo de la ultraderecha para perseguir y amenazar a mujeres, inmigrantes, pobres, gais… Cualquiera fuera de su estrecho y radical perímetro patriótico. A los difusores del odio –los Alvise, los Vox, las cuentas anónimas…– les servía que el asesino fuera extranjero para ir a por el resto. Un Ku Klux Klan moderno que en lugar de antorchas tira de redes. Por eso, confundir el derecho de opinión con las amenazas y los señalamientos delictivos de manera intencionada no ayudan a la libertad de expresión, al contrario. La propuesta de la Fiscalía tiene todo el sentido: perseguir y sancionar a los acosadores. Obligar a identificarse para tener una cuenta. Es tan eficaz que las cuentas anónimas han empezado a desaparecer tras anunciar el fiscal la investigación por vincular el asesinato del pequeño Mateo con la inmigración. 

La desinformación es un instrumento de la agenda política y quien no salta ante la manipulación de la realidad es porque quiere beneficiarse del bulo. Con el silencio ante Albiol, el PP se sube al tren de la inmigración desde el flanco ultra. No apoyar públicamente el discurso del andaluz Juanma Moreno cuando denuncia a Vox y se niega a participar en la “cacería de menores” por “votos” significa que la dirección nacional no está ahí. Pero no saltar ante una barbaridad como la de Albiol es apoyarle. Que la dirección conviva en silencio con ambos discursos sin aclarar cuál es la estrategia nacional del PP es la tónica en materias clave de la mal llamada guerra cultural, es decir,  el ataque a derechos fundamentales. Y es preocupante que el discurso del PP sobre migración no se haya movido desde que Vox rompió con Feijóo. No es que les arrastraran las políticas de Abascal, es que el perfil a dos bandas es una elección propia. 

La política debe responder a problemas complejos. El periodismo, ser capaz de exponerlos, explicarlos. Con la posible vuelta del trumpismo revive el espíritu del Brexit, cuando se rompió Europa por las mentiras de sus dirigentes y errores acumulados de los medios. En otoño, a la prensa nos tocará demostrar que somos mejor que Internet, en palabras del mítico editor de The Guardian, Alan Rusbridger. A la política, en materia migratoria al PP, que sabe hacer lo suyo. Porque no importa si el mensaje xenófobo de Albiol compra los votos del miedo o del odio, el resultado es el mismo. Quien opte por las tempestades de la desinformación, es posible que recoja lo mismo.

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