¿Hacia un alto el fuego en Ucrania? Ruth Ferrero-Turrión

La justicia fiscal es el gran debate progresista. Quién debe pagar más impuestos y con qué progresividad ha sido una agenda lograda a medias por el Gobierno pero con grandes hitos. En la última legislatura rompió el tabú de los impuestos especiales a la banca y a las eléctricas. Sin mayoría progresista, la coalición ha conseguido mantener parte del gravamen a los bancos. Y aunque no aprobó la gran reforma fiscal prometida en la primera legislatura, el SMI ha compensado en parte la prometida justicia fiscal elevando el sueldo mínimo a un techo histórico y empujando así el salario medio. Con todo, el SMI es un salario de subsistencia, una cobertura a los más vulnerables. Por eso el Gobierno ha disparado en la diana de una de sus grandes victorias políticas. Hay un debate incluso en la izquierda sobre si es bueno dejar fuera del radar tributario a más de dos millones de personas. Pero había otro más importante esta semana y era explicar por qué se decide que lo hagan. Al no hacerlo, es fácil el ataque sobre por qué deben pagar los de abajo lo que pueden cubrir los de arriba.
Un debate complejo como la tributación del salario mínimo merece una explicación pública. Es preocupante que Hacienda no midiera la necesidad de hacerlo. No lo hizo en rueda de prensa ni en un Consejo de ministros convertido en el reality en vivo de la semana. La portavoz Pilar Alegría no llevaba preparados los argumentos para defender la decisión, y desmentir a Yolanda Díaz a la vista de todos no era la solución más hábil. La vicepresidenta Díaz hizo bien en escenificar el desacuerdo aunque haya bajado después el tono en la sesión de control acercándose a Sánchez. Una coalición sin engrasar y sin comunicación fluida en los principales asuntos de gobierno genera desafección y hace imposible que lleguen los mensajes a la opinión pública. Un choque así retumba en toda la coalición. Yolanda Díaz tiene que pelear por su espacio y su agenda. Pero una confrontación de este calibre no refuerza a ninguna de las partes, al revés, las debilita en público y hacia dentro. En este caso, más al PSOE que a Sumar.
20 euros para quien cobra 1.184 euros al mes es la compra del día, el abono transporte del mes, el ocio de la semana. La CEOE hace tiempo que ha perdido la perspectiva de cuánto son 20 euros y para el PP nunca ha sido una prioridad política
El error es propio porque además no tiene a nadie enfrente con legitimidad para plantarle cara. La CEOE se bajó de una negociación de la que no debía hacerlo. Hasta la OCDE pidió subidas del salario mínimo para ayudar a las familias ahogadas por la inflación. Y no se puede defender un ‘país de pymes’ y abandonar a los trabajadores de esas mismas empresas. En el debate de cuánto es un sueldo digno, Antonio Garamendi se desacreditó al subirse el suyo hasta 28.000 euros mensuales mientras defiende el falso mantra de la destrucción de empleo por 1.184 euros al mes.
El desprecio histórico del PP a las subidas del SMI también les desacredita para defenderlo ahora. Han virado, reconocen que la inflación ha llegado para quedarse, pero no se lo han explicado a sus votantes ni han reconocido que se han subido al carro muy tarde. En el viraje, Feijóo no forzó a la CEOE a seguir en la mesa de negociación y el histórico de los posicionamientos en contra es imborrable. En 2024 calificaron la subida de “urgencias mediáticas” y en 2023, aun con el cambio de postura, lo tildaron de “precipitado”.
Es incontestable que Rajoy lo dejó en 736 euros y Sánchez lo dejará en 1.184 euros, un 61% más. Pero lo ocurrido esta semana es un aviso serio por varios motivos. Hemos visto cómo ganar y dispararse en directo. Por la falta de explicación, la de coordinación y el riesgo de dejar escrito a fuego un mensaje que puede calar en la izquierda: que los de abajo paguen como los de arriba. 20 euros para quien cobra 1.184 euros al mes es la compra del día, el abono transporte del mes, el ocio de la semana. La CEOE hace tiempo que ha perdido la perspectiva de cuánto son 20 euros y para el PP nunca ha sido una prioridad política. Cuando el Gobierno, aun subiendo el SMI a máximos históricos, se olvida de contar por qué es bueno tributar el salario mínimo, al margen de estar a favor o en contra, esa falta de explicación es también una falta de perspectiva.
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