¿Todavía a vueltas con el amor? Manuel Cruz
Impuestos y otras excusas del PP para no tocar la riqueza
No hace falta ser experto en economía para entender que la política exige intervencionismo y regular es sinónimo de democracia. Significa que en plena pandemia no dejas que cierren miles de empresas con un "vuelva usted en dos años" o que si hay una guerra en Europa tienes que aprobar un paquete de medidas que dé oxígeno a trabajadores, empresas y familias. Las dos grandes crisis globales que hemos vivido en dos años han demostrado que los planes de rescate han llegado para quedarse. Y que en una Europa interdependiente del gas, de la alimentación, de cualquier suministro, la unidad y la coordinación refuerzan la economía y la respuesta común de las democracias europeas.
A la petición de responder unidos de Pedro Sánchez es comprensible y saludable que la oposición tenga propuestas distintas a las del Gobierno. Pero en la búsqueda de un pacto impensable en este momento, el PP se ha instalado entre el populismo económico y la pereza política de las propuestas. Defender la bajada de impuestos como única solución a la subida disparada de la electricidad y el gasoil no da solución a los problemas de fondo y es un mal parche para el impacto inmediato. Además, está fuera de los márgenes de los partidos conservadores europeos, lejos incluso de la economía de ADN capitalista de la administración de Joe Biden. La recaudación es la sanidad pública, la educación, la sanidad. Pero también son los ERTE, las ayudas Covid, los 6.000 millones recién aprobados, la bonificación en las gasolineras y los créditos ICO.
Hay que elegir entre bajar impuestos o los rescates sociales. Y las crisis globales exigen lo segundo. Medidas que reduzcan la pobreza, la desigualdad y la destrucción de las clases medias. El PP gestionó una crisis financiera con la mayor subida de impuestos en la historia fiscal de España sin ningún plan de rescate social. Se salvaron bancos con el dinero de todos evitando las contrapartidas de sus beneficios millonarios o cláusulas sociales para evitar despidos y garantizar los servicios mínimos. Cuando ahora Feijóo insiste en que la recaudación va "al bolsillo del Gobierno'', sin apuntar una propuesta seria de ayuda social, se está instalando en el método Rajoy, un PP que rechaza las políticas fiscales que hace tiempo apuntan a la riqueza, consensuadas en la UE, la OCDE, el FMI, EEUU y tantas instituciones neoliberales.
Hay que elegir entre bajar impuestos o los rescates sociales. Y las crisis globales exigen lo segundo. Medidas que reduzcan la pobreza, la desigualdad y la destrucción de las clases medias
No se forra el Gobierno, se forran las eléctricas. Biden acaba de aprobar el impuesto a las petroleras y a las grandes fortunas. El Gobierno, con impacto limitado, hará lo mismo con los beneficios extraordinarios. Pedir bajar impuestos y no hablar de los 11.054 millones de euros netos de Repsol, Endesa, Iberdrola y Naturgy no es más que blindar esa riqueza. Es no querer asumir que el repunte histórico de beneficios lo están pagando los contribuyentes. Porque sumarse a las protestas de los transportistas autónomos y no meter mano a la uberización de los trabajadores en beneficio de las grandes plataformas responde a la misma política.
Frente al plan de medidas de choque de la coalición, se están defendiendo lógicas imposibles. Las empresas que reciben dinero público para mantenerse a flote no pueden tener vía libre para despedir a trabajadores. Si el Estado, es decir, nuestros impuestos, amplía los ERTE y los créditos para sostener el tejido empresarial, es de recibo que se exija cierto pacto social. No se puede defender ayudar a los transportistas de los paros y no exigir mecanismos de control a las petroleras para que no hackeen la bonificación de los cinco céntimos en las gasolineras subiendo todavía más los precios.
Cuando el nuevo PP sepa qué quiere ser, debería aclarar cuál es su modelo económico en un contexto de inestabilidad global. Y un asunto crucial del que apenas se ha hablado en el pleno del Congreso dedicado al plan de choque a la guerra de Ucrania: el colapso climático, eje sobre el que debe pivotar toda transformación, ha estado prácticamente ausente. Ante la búsqueda de alternativas de suministros para romper la dependencia de Rusia como motor para acelerar las políticas de transición ecológica, el PP no ha dicho una palabra. La pregunta es: ¿cuándo va a abandonar el negacionismo de la crisis del clima? Mientras Vox califica de "obsesión ideológica" el "fanatismo climático" del Gobierno, el PP responde con el silencio, pacta gobiernos autonómicos y da la espalda al eje de la transición verde que Europa intenta impulsar en Bruselas.
Es una evidencia que Vox saca al PP de la agenda europea y de las políticas conservadoras de la Unión. Mientras no se plantee una oposición seria, faltará un contrapeso para un ciclo en el que el Gobierno necesita réplica. En el pleno del Congreso, el portavoz del PNV, Aitor Esteban, lo ha resumido bien en menos de diez minutos. En un alegato de cómo hacer oposición desde posiciones conservadoras, preguntaba: “El IPC está en España por encima de otros países europeos. ¿Cuando caigan las medidas anticrisis, cómo haremos frente a la crisis de precios? ¿Vamos a estar en condiciones de hacer una frenada semejante?"
El pacto que reclama Pedro Sánchez es necesario para salir de los escenarios exprés y no seguir acumulando soluciones a corto plazo sin abordar las políticas de país. Para evitar aprobar planes de choque sin cambios estructurales que dejen el terreno abonado para futuros recortes. Para evitar que cargar todo el gasto a la deuda deje sin recorrido la expansión de futuras políticas sociales. El PP sigue instalado en el mantra "privatizar riqueza y beneficios, socializar pérdidas". El escenario es tan complejo que necesita respuestas que acaben de una vez con la pulsión conservadora de seguir esa línea. Una reforma valiente de la fiscalidad, con impuestos de arriba a abajo, debería entrar en los planes de esta legislatura.
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