¿Todavía a vueltas con el amor? Manuel Cruz
Jugar a la infamia
Por motivos electorales, el PP ha pasado de denunciar las listas de EH Bildu a terminar insultando a Alfredo Pérez Rubalcaba en sede parlamentaria. A acusar a Pedro Sánchez de complicidad con la violencia de ETA. A vincular la aprobación definitiva de la ley de vivienda con el atentado de Hipercor. Ya no hay límite. La memoria de la lucha contra ETA merece sacar a los condenados de las listas, pero también que el PP respete la memoria de la sociedad española. Denunciar la inclusión de condenados con delitos de sangre en las listas electorales de Bildu es una responsabilidad democrática de todos los partidos. El PSOE tenía que haber reaccionado con la rapidez del PP. Y éstos podían haber dicho toda la verdad. El PP pudo cambiar la Ley de Partidos durante la mayoría absoluta de Mariano Rajoy y no lo hizo. Pudo haberlo hecho en 2015 cuando EH Bildu presentó a otros 9 condenados por terrorismo y tampoco lo hizo. En la sesión de control, el silencio sobre Mariano Rajoy y la mentira de los atentados del 11M ha sido incómodo para el PP. El ruido del ‘sí’ de la bancada popular afirmando que Rubalcaba fue cómplice de ETA, a una semana de recordar su muerte, ha sido infame con el PSOE y con la memoria colectiva. Ya no hay límite.
La responsabilidad de la política, envilecida en campaña, pasa por evitar el todo vale por mucho que el 28M se juegue el próximo ciclo. El PP tiene todo el derecho a criticar los pactos con Bildu, pero no a emborronar la lucha contra ETA, a enturbiar el debate espuriamente, o a acusar a Sánchez de blanquear una historia que, generacionalmente, es la suya y la de este PSOE.
Hay que recordar la mañana del 21 de octubre de 2011, horas después del comunicado del fin de ETA tras 43 años de muertos, represión, violencia y miedo. Esa mañana escuchamos a Rubalcaba: “He dormido pocas horas, he llorado muchas veces”. A Eduardo Madina: “La democracia española, desde 1978, es un enorme proceso de paz”. A Mariano Rajoy: “Este anuncio se produce sin concesiones”. A Patxi López: “No nos hacen un regalo, nos han robado 30 años”. A Zapatero: “Será una democracia sin terrorismo, pero no sin memoria”. Y otra vez a Madina: “Se acabó. Lo hemos conseguido”.
El PP tiene todo el derecho a criticar los pactos con Bildu, pero no a emborronar la lucha contra ETA, a enturbiar el debate espuriamente, o a acusar a Sánchez de blanquear una historia que, generacionalmente, es la suya y la de este PSOE
Estamos en 2023 y ETA ha desaparecido hace más de una década. El abucheo del PP a Rubalcaba y Zapatero en el Congreso sume a las Cortes en una degradación dialéctica sin límites. Mancha esa memoria compartida que debería ser intocable. La intención es esa. Mezclarlo todo. Este PSOE no es distinto al de entonces. Son los mismos actores. Lo nuevo es el tiempo. Han pasado 12 años y EH Bildu es un partido con representación parlamentaria que negocia ley a ley con el Gobierno. Pueden presentarse a las elecciones, confirmado por la Fiscalía. Un partido al que le queda recorrido, y al que hay que obligar, cuando no lo cumple, a no ahondar en el dolor de las víctimas. Pero que forma parte de la representación y el juego parlamentario al que se les instó desde hace años.
En el Congreso y en el sexto día de campaña tocaba hablar de vivienda y economía. Pero cuando mejoran las previsiones económicas entra ETA en escena, ya lo hemos visto antes. El PP anuncia un apocalipsis falso frente a uno real, el del calentamiento climático y su impacto en el empleo, en la salud, en los múltiples riesgos que hay que empezar a prevenir precisamente desde lo local y autonómico. Las elecciones del 28M condicionan los gobiernos que gestionarán durante los próximos cuatro años los problemas reales de los ciudadanos. La sequía en Andalucía y en toda España, el acceso a la vivienda en ciudades como Sevilla, Madrid, Málaga, Palma, Barcelona… de la calidad del empleo, la transformación de la industria, la convivencia.
La campaña gana cuando se contraponen propuestas concretas en lo municipal y autonómico. Feijóo ha entrado en campaña para criticar los pactos con Bildu. Quedan todavía muchos días y la salida de los condenados de las listas pone freno al bucle. El debate debería pasar por: ¿Qué va a hacer el PP frente al cambio climático? ¿Es la macrourbanización de lujo de Juanma Moreno Bonilla o la maceta en los balcones de Ayuso la oferta medioambiental del PP? ¿Defenderá Esteban González Pons estas medidas en Bruselas? ¿Cómo quiere regular la Inteligencia Artificial? Si la campaña del PP es sólo hablar de ETA, el límite, como mínimo, pasa por respetar la memoria, a las víctimas y la historia reciente.
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