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El sentido común emigra

“Europa está tomando un camino muy peligroso; a veces creo que el sentido común ha emigrado a otro sitio”. No es la opinión de un presunto antisistema o de un economista heterodoxo, sino la reacción del portugués Aníbal Cavaco Silva, presidente de otro país rescatado, tras conocer las medidas que se pretenden aprobar en Chipre. Aunque finalmente se reduzca o se elimine el efecto de la quita o impuesto sobre las cuentas de menos de 100.000 euros, una parte importante del despropósito ya no tiene remedio. La confianza en las garantías sobre los ahorros, en la fortaleza del euro o en la unión bancaria existe o no existe, pero no conoce grados o momentos. No es posible confiar “un poco” o "un rato" en que los ahorros personales están seguros en un banco.

Quienes pretenden achicar daños argumentando que Chipre ‘sólo’ supone el 0,2% del PIB de la eurozona y que su caso no es comparable ni puede contagiarse a otras economías parecen dar la razón a Cavaco. El problema no es el volumen de la ayuda financiera que Chipre necesita (unos 10.000 millones de euros, teóricamente, aunque solicitaba 17.000) sino que la fórmula elegida para ejecutar ese rescate ha supuesto un varapalo casi letal a la confianza en el euro y una inmejorable forma de agravar la recesión.  

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Si quedara sentido común entre los dirigentes de las instituciones comunitarias, deberían haber salido en tromba y con urgencia a exigir al Gobierno chipriota que anulara su intención de quedarse con una parte de los depósitos bancarios, al menos de los inferiores a 100.000 euros. No podían hacerlo porque fue precisamente el Eurogrupo quien aprobó en la madrugada del sábado pasado las condiciones para facilitar 10.000 millones de euros a Chipre, y fue el holandés Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, quien anunció que esa tasa a los ahorros figuraba entre las cláusulas acordadas con Chipre después de diez horas de negociaciones. De hecho, los representantes del Gobierno español presumieron de que el impuesto del 6,7% era un “triunfo diplomático” de España e Italia, entre otros, mientras Alemania y el núcleo duro de la UE se empeñaban en imponer una tasa más alta y lineal a todos los depósitos. La chapuza ha sido de tal calibre (o el globo sonda tan arriesgado) que el Eurogrupo se ha visto obligado dos días después a dar marcha atrás y aceptar que esa tasa sobre los ahorros sólo afecte a los depósitos de más de 100.000 euros, mayormente en manos de oligarcas rusos.

Pudo haber sido peor, sostienen quienes llevan años justificando cada una de las medidas que componen la política de ‘austericidio’ con la letanía del mal menor. El resto de condiciones para el rescate de Chipre es el manual de la troika formada por la UE, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional: privatización de servicios públicos y un recorte brutal del gasto. De nuevo es la población quien paga los desmanes de la banca y serán grandes grupos empresariales los que se queden con los recursos de Chipre.

Mientras tanto, el amago de corralito a la chipriota puede facilitar una vez más la retirada masiva de fondos en los países de la periferia y su refugio en los bancos de Alemania, Holanda, Finlandia o Luxemburgo. Más castigos para el sur que quizás ayuden a Angela Merkel a ganar las elecciones germanas en septiembre, pero que ponen en riesgo el futuro del euro, la confianza en la idea de Europa y, quizás, la paz social. El sentido común ha emigrado, como el dinero.

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