Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
Nos peleamos más de la cuenta
En nuestra extendida afición por pelearnos, hemos desperdiciado buena parte del verano en algunas discusiones inútiles y ridículas como la de establecer qué estatus concede que un partido haya sido más votado que otro. La respuesta era obvia, le da más escaños en el Parlamento. Ya está. Sin embargo, Feijóo y los suyos se han explayado en un lastimero y aburridísimo discurso reivindicativo sobre la trascendencia de esa victoria parcial. La discusión pública se ha extendido con tono casi dramático al derecho del PP a intentar conseguir la investidura de su líder como presidente del Gobierno. Nunca se entendió cuál era el problema. Si quería intentarlo, tenía derecho a hacerlo. Lo único que no tiene es garantía alguna de conseguir ganarla. Por vez primera, desde la noche del 23J, Feijóo ha empezado a reconocer públicamente lo que todos ya sabíamos, que no parece que vaya a superar la investidura.
Llegados a este punto, nos encontramos con los dos partidos mayoritarios en España compitiendo legítimamente por conseguir los apoyos parlamentarios necesarios para superar uno al otro. Feijóo tiene ya fecha de su tentativa en un mes. Como partido más votado no parece extraño que tenga la primera opción, si desea intentarlo. Nadie debería enfadarse. En paralelo, nada impide a Pedro Sánchez trabajar, como ya está haciendo, para conseguir la mayoría parlamentaria. Ya la ha obtenido hace unos días para la constitución de la Mesa del Congreso. Su punto de arranque parece despertar un razonable optimismo.
Un resultado muy ajustado
Por primera vez desde que la democracia se instauró en España en 1977, después de la dictadura franquista de casi cuarenta años, hemos llegado a un resultado electoral extraordinariamente apretado que abre dos posibilidades de gobierno, a derecha y a izquierda. La suma de PP+Vox alcanza 170 escaños y la de PSOE+Sumar, 152. Luego hay 28 diputados que desnivelan la balanza si van hacia un lado u otro. De ellos, sólo dos (UPN y CC) apoyan a la derecha, con lo que se van finalmente a 172 votos en todo el hemiciclo. La izquierda parece tener casi asegurado el apoyo de 19 diputados más (PNV, ERC, Bildu y BNG), con lo que la suma alcanza los 171.
Esta es la realidad. No hay que enfadarse. Hay dos bloques, uno a la derecha con 172 votos y otro a la izquierda con 171. Junts tiene que determinar su posición final. Con sus 7 diputados, decidirá si prefiere que haya un gobierno de una ideología u otra o si hay repetición electoral. Por parte de Feijóo y Sánchez se trata de negociar con ellos cuántas y qué reivindicaciones pueden aceptar. Ni más ni menos.
Constitución y marco legal
Al final, los límites de las conversaciones que PP y PSOE van a tener con Junts vienen marcados por dos raseros. Uno es común a ambos y no debería ser objeto de polémica alguna: el respeto a la Constitución. Puede haber voceros o bocazas, como prefiramos llamarlos, que clamen por la amenaza de ruptura del orden constitucional y la unidad de España. No cabe argumentación más zafia, sobreactuada e innecesaria. Ni PP ni PSOE pueden saltarse la Constitución a no ser que ambos estén de acuerdo. Sin los votos de ambas formaciones es imposible modificar la carta magna. El que quiera discutirlo es que busca discutir, no defender razón alguna.
Los dirigentes de PP y PSOE han abierto conversaciones con los de Junts. Los populares han aceptado por una vez la realidad y empiezan a convencerse de que cualquier aspiración a gobernar alguna vez pasa por empezar a dialogar con el mundo nacionalista
Así, llegamos al punto clave y determinante: ¿Qué puede pedir Junts dentro del orden constitucional que sea aceptado por los dirigentes y votantes de la derecha o la izquierda en España? Parece claro que la decidida apuesta de la derecha en nuestro país contra la diversidad y el pluralismo territorial coloca a Feijóo ante un serio e insalvable problema. Durante años, PP y Vox han criminalizado y perseguido a los ciudadanos que creen en ideales nacionalistas y mantienen aspiraciones independentistas. Esto es difícil de olvidar de la noche a la mañana. El PSOE ha sido hasta la fecha más dialogante y comprensivo con la coexistencia pacífica en una España diversa, siempre con el límite de que todo se desarrolle dentro del marco legal y constitucional.
Perdón y amnistías
Queda, al final de todo el debate, la cuestión que seguramente acabe por ser la clave decisiva. Tiene que ver con la situación judicial de todos los implicados en los delitos cometidos durante el procés. Aquellos que decidieron saltarse las leyes en abierta desobediencia frente al Estado español. Existen aún multitud de procesos pendientes que afectan en primer lugar al ex president Puigdemont, huido de la justicia española. Los dirigentes de PP y PSOE han abierto conversaciones con los de Junts. Los populares han aceptado por una vez la realidad y empiezan a convencerse de que cualquier aspiración a gobernar alguna vez pasa por empezar a dialogar con el mundo nacionalista.
Ambos partidos, PP y PSOE, tienen el reto de intentar atraer el voto de los independentistas con dos condicionantes. Uno, complejo, pero siempre viable, que es el de buscar mecanismos dentro de la ley que posibiliten un acuerdo. El segundo, bastante delicado, el de conseguir la comprensión y el apoyo de sus votantes a las concesiones que en la negociación se puedan proponer. Eso es lo que toca resolver estas próximas semanas.
P.D.: Dejamos de lado una vía en la que la derecha española ha tenido importantes éxitos en su historia, la de reclutar tránsfugas para alterar la voluntad democrática de los ciudadanos. Esperemos que, en esta ocasión, no encuentren voluntarios para seguir la tradición.
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