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Tiempos Modernos

Boicot 'light'

Tarde movida la del pasado martes para el ala izquierda del congreso. El diario El Mundo hacía pública una grabación del secretario general del grupo socialista y diputado por Málaga José Heredia, –suponemos que inadvertidamente– mientras mantenía una reunión con simpatizantes de las juventudes de la formación. La grabación no descubría nada que no pudiéramos imaginar visto lo visto en el PSOE, aunque era curioso oír sus referencias a la destitución de Pedro Sánchez y el tono grosero e insultante con el que Heredia hablaba de algunos de sus compañeros y contra el secretario general de Podemos.

Este Heredia es el mismo que hace poco afeaba al diputado de ERC Gabriel Rufián en el Parlamento el uso de coche oficial afirmando tener un vídeo en el que se le veía bajándose de uno en la estación de Atocha. Lo hacía con descaro y con ese infantil alborozo que embarga a algunos políticos cuando creen haber pillado in fraganti al adversario. No era verdad. El propio Rufián contaba posteriormente que, tras haber acudido al escaño de Heredia a ver el vídeo en cuestión y negarle que el que aparecía en las imágenes fuese él, éste le respondía: “lo sé, pero donde las dan las toman”. Nadie ha podido ver el vídeo pese a diversas insistencias –incluso se hizo una petición en una plataforma de Internet– para que se hiciese público. Tampoco nadie ha desmentido a Rufián.

Sorprendentemente, el martes, tras hacerse pública la grabación algunos socialistas pidieron inmediatamente la dimisión de Heredia. Ninguno se la pidió antes por haber mentido a todo un parlamento con respecto al inexistente vídeo. Todo un síntoma.

Rufián es un diputado que, pretendiéndose ingenioso, exhibe en cada intervención una manifiesta incapacidad para la oratoria inteligente,  pese a que sus exabruptos y ocurrencias, menos propias de político que de descarte de El Club de la Comedia, tengan un enorme éxito en Twitter y otras redes sociales. La sucia maniobra de Heredia lo convirtió ese día en víctima inocente de la premeditada maledicencia del socialista.

Lo grabación hecha pública el martes es, en mi opinión, una mera anécdota y somete al diputado socialista a un escrutinio -el de hacer pública una conversación en un entorno más o menos privado- que pocos políticos, e incluso ciudadanos, resistiríamos. Por eso es de una tremenda hipocresía que los mismos que no movieron un dedo ante su injustificable comportamiento en el Congreso le amonesten ahora o pidan su dimisión. Heredia debería ser ya un cadáver político, dimitido y enterrado en el olvido o, tal vez, en el recuerdo de lo que por el bien de la decencia no se debe hacer.  Mejor cadáver que zombi, que es en lo que se ha convertido. Un muerto viviente de la política al que, previsiblemente, sus compañeros evitarán sin poder impedir, sin embargo, el contagioso hedor con que su presencia en el hemiciclo seguirá contaminando las sesiones.  Sí, sé lo que están pensando: tengo que dejar de ver The Walking Dead.

En eso ocupábamos la tarde del pasado martes. Uno de esos días trepidantes en los que el azar o una prodigiosa sincronía de scoops hace que el estruendo de una noticia quede amortiguada por el ruidoso fragor de otra. La mañana nos había deparado la dimisión del popular Pedro Antonio Sánchez como presidente de la Comunidad Murciana –no me pidan que me ocupe de ella, no sirve de nada, la derecha no lee infoLibre –y cuando casi la habíamos olvidado inmersos en el morbo del audio robado a Heredia, una foto de Ramón Espinar en una línea de servicio de un comedor ante una bandeja con un par de platos y dos coca-colas se sumó a la agitación mediática. Así contaba infoLibre la noticia bajo el titular “El senador de Podemos Ramón Espinar pillado con dos coca-colas en la Cámara alta tras rechazarse su petición de retirar ese refresco”: “El portavoz de Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea, Ramón Espinar, ha sido visto bebiendo Coca-Cola este martes durante la hora del almuerzo en el Senado, justo después de que la Mesa de la Cámara Alta rechazase la petición de retirar de la institución todos los productos que comercializa dicha empresa”.

Es verdad que tanto el titular como el cuerpo de la noticia tienen un toque vergonzantemente naif que no es culpa de infoLibre sino fruto de los ridículos derroteros por los que circula en este país la política de gestos grandilocuentes abordados por personajes minúsculos. Espinar es un experto en esto. Lo fue, al menos, en aquella ocasión en la que anunció a bombo y platillo –con el socorro de la mayoría de medios que se limitó a transcribir la nota de prensa– que renunciaba a su sueldo y otras prebendas de senador, cuando en realidad lo que hacía era optar entre dos obligado por la ley y eligiendo, por cierto, el más alto de ambos.

Espinar, que da la sensación de estar fatídicamente gafado para la política o, tal vez, magníficamente dotado para la misma según el criterio que de esta se tenga, tuvo una ocasión de oro para dimitir con cierta dignidad cuando se descubrió que había vendido una vivienda protegida por 30.000 euros más de su valor. Entonces, Pablo Iglesias cerró filas en torno a él asegurando que la compra del inmueble por parte de un veinteañero sin ingresos por 146.224 euros y la venta nueve meses después por 176.000 era “un comportamiento perfectamente sujeto a la ética y al sentido común”. Nada que objetar, salvo que en aras del sentido común tal vez fuera conveniente que años después ese veinteañero no se dedicase a tuitear cosas como: “eso hay q cambiarlo: pasar de concebir vivienda como inversión-pelotazo a pensarla como derecho”. Básicamente, porque el comprador de la vivienda protegida de Espinar tenía derecho a no pagar treinta mil euros más por ella.

En esta ocasión, Iglesias ha admitido que Espinar ha cometido un “error leve” y lo justifica afirmando que al senador se le pudo haber olvidado que estaban haciendo ese boicot. La verdad es que los argumentos de la nueva política a la hora de explicar sus patinazos se parecen sospechosamente a los de la vieja, pero no nos detengamos en estas curiosas semejanzas y analicemos lo dicho por Iglesias. Si al senador Ramón Espinar se le olvidó que su partido promueve un boicot a Coca-cola precisamente el mismo día que la Mesa del Senado rechazaba la propuesta de su formación de dejar de vender productos de la marca en el comedor de la cámara alta, Ramón Espinar no puede ser senador. No está capacitado. A cambio está perfectamente cualificado para ser señora de Bárcenas o hermana del rey. Que elija ser la que tenga mejor sueldo.

Tal vez Iglesias, a quien todos atribuyen un enorme conocimiento de la estrategia política, haya decidido al elegir esa explicación insostenible que las torpezas de Espinar no merecen perder el tiempo en la búsqueda de una mejor excusa. Pero la hay: la adicción. Espinar es un pobre chaval comprometido con la causa hasta donde le permite su condición de yonqui del azúcar. Basta observar la foto para ver que le gusta la original y por partida doble. Nada de ñoñerías descafeinadas. 'Light', sólo el boicot.

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