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Otro enero posible

Los ingleses del XVIII descubrieron que había una manera menos cruda de pasar el invierno y su gentilicio acabó dándole nombre en el siglo siguiente al gran paseo de la costa de Niza: La promenade des Anglais. Por la avenida de Niza, Alicante, pasean estos primeros días de enero ingleses, alemanes, franceses, holandeses, italianos y algún español, como nosotros, en urgente necesidad de fotosíntesis. Puedes distinguirnos de los residentes locales por la superficie total de piel expuesta. 

Por el paseo de la playa de Sant Joan discurren plumas y hasta gorros aunque pique e incluso queme el sol por encima de los veinte grados en el tramo central de algún día. Por la orilla se cruzan osados bañistas y matrimonios con abrigo y actitud de estar dando, no cabe duda, una caminata de invierno. Nosotros, desprendidos del pesado paño, estamos en traje de baño pero el baño es de sol. Hemos venido, lo decía antes, a hacer la fotosíntesis. Hemos venido, lo dice mi hijo todo el rato desde que bajamos del tren, ¡al verano!

Es raro para mí estar en un sitio “de verano” donde las tardes acaban implacables como en invierno, así que a las ocho y cuarto estábamos cenando unos 'sepionets'. Quizás no sea tan mala hora

En el Hotel Almirante, vecino de la urbanización Tritón, compartimos con europeos del norte la clásica coreografía de hamacas alrededor de la piscina siguiendo el mejor sol. A esta altura del año, alguien bastante parecido a un alemán es un español de la meseta que no ha visto la luz en doce días de niebla espesa. La niebla puede ser bella, pero el sol levanta. 

Esto no es Benidorm, de modo que los ingleses, alemanes, holandeses, franceses e italianos que nos rodean están, como nosotros, muy tranquilitos. Como les anglais del XVIII en Niza, parecen haber descubierto un alivio al invierno, un viaje a la promesa de la primavera y el verano, una recarga. “Para que el asueto sea verdadero tiene que darse con el mundo girando”, escribe Azahara Alonso en el Gozo que me acompaña en estas inesperadas vacaciones. Asiento: nada más gustoso que tomar algo al sol a media mañana de un martes o miércoles laborable. El lujo de la excepción. 

Este es un viaje delegado de nuestros yoes de octubre, que no pudimos hacer por trabajo entonces. Yo había venido a dar una charla el octubre anterior y Alicante me había parecido un rincón privilegiado de luz y sol absolutamente tomado por turistas que cenan demasiado pronto. En el mismo centro donde entonces pensé aquello, anoche disfrutábamos del animado espacio público navideño, con carteras reales y logrados camellos, entre familias y vecinos echados a las calles. Es raro para mí estar en un sitio “de verano” donde las tardes acaban implacables como en invierno, así que a las ocho y cuarto estábamos cenando unos sepionets. Quizás no sea tan mala hora.

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