Juan de la Cierva en Londres antes del golpe (I)

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En lo que va de mes se han multiplicado las reacciones contra la decisión del Gobierno de España de no autorizar el nombre del inventor del autogiro, Juan de la Cierva, para adornar el aeropuerto de Murcia. La familia (según algunos clips que me han llegado) ha afirmado que la participación de su ilustre antepasado en la catástrofe de la guerra civil fue minúscula. Incluso se ha negado que supiera el propósito que hubo detrás del alquiler del Dragon Rapide. Un profesor de universidad, ni que decir tiene que muy ilustre en ciertos círculos, me ha puesto como un trapo.

Como su reacción de historiador me ha sorprendido, he ido corriendo a la página de Dialnet en la que constan sus numerosos méritos y publicaciones por comprobar si lo que me sonaba de él me había jugado una mala pasada. No ha sido así. Lo único que parece haber escrito sobre la guerra civil es un artículo (que no he leído) en los Cuadernos de pensamiento político de FAES Cuadernos de pensamiento políticopero solo sobre sus orígenes. No lo he encontrado en internet. Así que me excuso de no citarlo adecuadamente si, por azar, en sus argumentos mencionó el caso de D. Juan de la Cierva (en lo sucesivo JdlC).

Más tarde, empeñados en la honrosa tarea de descubrir la verdad (que piensan que servidor la ocultó arteramente) los responsables del gobierno de la Comunidad de Murcia han decidido pasar a la acción en dos frentes. En el primero, a través de la movilización de todos los resortes y procedimientos previstos en el orden jurídico propio de un Estado social, democrático y de derecho, cual es el actual (y no el de épocas pretéritas que están en la mente de muchos). El segundo acudiendo a un investigador independiente para que examine lo poco que haya de cierto y sí lo mucho de hojarasca en mis afirmaciones en las que se habría basado el Gobierno de la nación.

Saludo efusivamente esta segunda parte (en lo que se refiere a la primera me declaro no competente). Sin prever tales decisiones yo ya me había apresurado a remitir a un medio en el que he empezado a colaborar (infoLibre) y de gran difusión en las redes el documento (no desconocido, pero sí ignorado al parecer por las autoridades de la Comunidad de Murcia) en el que el propio JdlC plasmó por escrito para información del general Mola algunos de sus servicios a la causa de la sublevación. (Ver aquí). Incidentalmente, se conoce esa carta desde al menos 1976.

Ahora bien, como enseñar al que no sabe es, según el Rector de la Universidad Pontificia de Comillas y catedrático de Teología Moral Julio Luis Martínez, la primera obra de misericordia espiritual, “y ha de poner el acento en la vinculación entre la educación y el amor”, no puedo renunciar a exponer públicamente las lagunas más importantes que, en mi modesta opinión, dicha investigación debería aclarar.

En aplicación de tal principio voy a referirme al caso del Dragon Rapide en primer lugar, pero no acudiendo a obras mías que podrían considerarse “infectadas” por mis ideas políticas e ideológicas (en el bien entendido que mis detractores, a no ser que que tengan un sistema intelectual parecido al de un mejillón, tampoco carecerán de las que consideren adecuadas). De todas maneras, para los ecuánimes remito a mi libro La conspiración del general Franco (2012) y al escrito, con otros colegas desgraciadamente ya fallecidos, El primer asesinato de Franco. En ellos encontrarán una exposición más elaborada que en esta divulgación.

También quiero facilitar la tarea al “historiador independiente” que la Comunidad Autónoma de Murcia invitará a hacer un informe “para rebatir al catedrático Ángel Viñas” (me agradaría mucho que fuese el colaborador de FAES, así podré admirar su perspicacia y destreza como investigador de fuentes primarias y, muy probablemente, aprender algo nuevo). Como es sabido, no hay historia definitiva.

Por ahora, el testimonio directo más amplio que se conoce del alquiler del Dragon Rapide (y del que en muchos aspectos no me fío porque el autor fue un periodista tramposo y mitógrafo) es del corresponsal de ABC en Londres Luis Antonio Bolín. Este caballero publicó en 1967 sus memorias en Londres y Madrid en sendas editoriales (Cassell y Espasa-Calpe respectivamente) bajo el título de España: los años vitales. La edición inglesa (Spain. The Vital Years) está prologada por Sir Arthur Bryant, un historiador popular en los años treinta, amigo íntimo del autor y muy de derechas, cuando no filonazi. La española por el Excmo. Sr. Don Fernando María Castiella y Maiz, a la sazón ministro de Asuntos Exteriores, exdivisionario, Cruz de Hierro y embajador propuesto por Franco, sin éxito, ante la Corte de San Jaime. Entre ambas, ya agotadas, existen algunas diferencias no precisamente irrelevantes. La edición española debería figurar en cualquier biblioteca universitaria que se precie. En la mía, sin embargo, tengo la inglesa porque me fío más de ella desde el punto de vista de la propaganda hacia el exterior.

Pues bien, en esta edición la consulta más superficial de las primeras páginas del primer capítulo nos informa de que entre los visitantes del autor en Londres figuraron, poco antes del golpe, el Conde de los Andes (uno de los conspiradores monárquicos más conspicuos) y el exrey Alfonso XIII. Cuenta Bolín que el 5 de julio le llamó el propietario de ABC, el marqués de Luca de Tena. Este periódico había agitado durante la primavera de 1936 las almas sensibles de todos los opuestos a la supuesta revolución “roja” que se avecinaba aunque silenció la subversión de la UME entre las guarniciones. Bolín, sospechando lo que se venía encima, por si las moscas llamó a JdlC. Eran, escribió, muy amigos. Con él había experimentado las delicias del vuelo en autogiro. También con Alfonso XIII y su hijo Juan de Borbón, de visita en Londres. JdlC era el padrino de su hija y “se veían constantemente”.

Aquella tarde del 5 de julio le habló de la llamada de Luca de Tena y le dijo que en España las cosas estaban a punto de estallar y que se necesitaba un avión. Por la noche le pidió su ayuda y ambos empezaron a discutir cómo atender la petición del señor marqués. PREGUNTA INGENUA: ¿Es razonable pensar que Bolín no dijera nada del objetivo del vuelo? Porque JdlC inmediatamente afirmó que sus servicios serían más productivos si permanecía en Londres y Bolín hacía el viaje.

Al día siguiente JdlC se trasladó a París y en Maxim's se encontró (en una buena comida o en una espléndida cena: Bolín escribió las dos cosas) con el propietario de ABC, que ya llevaba algún tiempo refugiado en Biarritz. OTRA PREGUNTA INGENUA: ¿El señor marqués no explicó nada de lo que se tramaba a JdlC? Me parece imposible.

Tras regresar a Londres el ilustre inventor del autogiro y Bolín empezaron a actuar al unísono y aceleradamente. Del propio JdlC fue la idea de que el periodista no viajase solo sino que disfrazara su vuelo como de turismo y en compañía de algunos ingleses. Le aconsejó qué tipo de avión sería el más apropiado. Lógico porque el periodista sabía de aviación lo que servidor de teología medieval tibetana.

El 8 de julio almorzaron ambos con otro amiguete de tertulias y de diatribas antirrepublicanas, un tal Douglas Jerrold (NOTA: escribió su encuentro en un libro, hoy difícil de localizar salvo en bibliotecas pero que, no casualmente, tengo en la mía desde hace muchos años: Georgian Adventure). Después de descartar varios nombres, a Jerrold se le ocurrió uno. Los tres se fueron a verle a la campiña y le explicaron de qué se trataba (ADICIONAL PREGUNTA INGENUA: ¿No se enteró JdlC de lo que se habló en su presencia?).

Luego los dos españoles hablaron del tema con el Duque de Alba, que se encontraba en Londres. Como Bolín publicó sus cuentos en 1967 supongo que era de buen tono recoger la supuesta reacción del señor duque: lo mejor sería que Franco se pusiera al frente del Movimiento (una mentira piadosa, porque entonces quien estaba al frente era el teniente general Sanjurjo, con José Calvo Sotelo como futuro líder civil, debidamente fascistizado). No hay que olvidar la fecha de publicación de las memorias.

JdlC participó, suponemos con algunos consejos y sugerencias, en la conversación. También ofreció una cena de despedida al futuro viajero en compañía de algunos amigos. Es más, el 11 de julio JdlC fue a ver a Bolín, desayunó con él y, para rematar la despedida, lo llevó en su coche al aeródromo de Croydon.

Todo esto, insisto, se conoce en España gracias a que la censura de la época aceptó (¿milagrosamente?) la publicación de tales memorias. Insisto: DESDE 1967. Han transcurrido casi cincuenta años. ¿Y de qué nos dice ahora uno de los esforzados defensores de las tesis del gobierno murciano? Llana y simplemente, que “ -hasta el momento- ningún historiador serio y objetivo ha[ya] confirmado nunca si Juan de la Cierva era conocedor del destino del avión”. El autor de tal artículo (que me he apresurado a subir a Facebook y Twitter) es el médico Pedro Manuel Hernández López, casualmente exsenador por el PP y miembro del grupo territorial popular en Murcia, entre otros aspectos escasamente relevantes en materia de investigación histórica como puede comprobarse recurriendo a la inestimable ayuda de Mr. Google.

Hay otros dos aspectos en los que tal vez el informe que encargará el gobierno de Murcia podría indagar. El primero se refiere a lo que pudo haber detrás de una afirmación de peso. La hizo el eminente historiador y exministro de Cultura Don Ricardo de la Cierva, sobrino del malogrado inventor e hijo de uno de los asesinados en Paracuellos. Estimo, quizá erróneamente, que conocería muchos más datos sobre la familia.

Tan connotado autor, en un programa dedicado al asesinato de Calvo Sotelo que emitió Telemadrid el 13 de julio de 2011, afirmó lo siguiente: “El general Franco [ininteligible] no se había decidido todavía a levantarse. Es verdad que ya había hablado con mi tío Juan de la Cierva, que fue quien mandó desde Londres el avión que llevaría a Franco a Canarias (sic)”.

Han pasado diez años desde cuando lo vi o lo oí. Pero con los recursos del gobierno de Murcia no sería excesivamente difícil encontrar rastros del programa (lo escribo con cuidado, porque alguna de las conferencias más disparatadas del citado autor que había sido elevada a Youtube desapareció después de que servidor la citara en la misma obra en que se encuentra la anterior, La conspiración del general Franco, 2012, p. 160, nota 304).

El interrogante que se plantea es el siguiente: ¿cuándo habría hablado JdlC con Franco? Hubiera sido fácil en respuesta a una llamada del entonces comandante general de Canarias, ya que Franco tenía en su bolsillo al director regional de la CTNE, Demetrio Mestre. Franco había decidido pasar a la acción en algún momento del mes de junio y en este mes los conspiradores ya estaban buscando un avión (en las pesquisas intervino en algún momento José María Gil Robles).

La segunda cuestión la planteó un gran amigo mío, por desgracia ya fallecido: Gerald Howson. Especuló con la posibilidad de que JdlC hubiese intervenido en una misteriosa adquisición de aviones a través de un traficante de armas, John Ball, antes del golpe. No se trata aquí de reflejar el caso, pero es evidente que el futuro autor del dictamen que encargará el gobierno de Murcia tendría que aprovechar la ocasión para ir más lejos que Howson. En cualquier caso, su libro Armas para España (Península, 2000) es un punto de referencia. También, no debo ocultarlo, su obra anterior, Aircraft of the Spanish Civil War (Putnam, 1990) para explorar las actividades del ilustre inventor del autogiro en otras transacciones, como la expuesta en las páginas 105 y 106. Si la afirmación del sobrino y los rumores de que se hizo eco Howson lograran demostrarse documentalmente, las consecuencias serían, me temo, poco positivas para la imagen de JdlC que ahora promueve el gobierno de Murcia.

Por mi parte, creo verosímil que la investigación que patrocine se elaborará en consonancia con los más nobles de los motivos que se reflejan en la conocida expresión sapiens nihil affirmat quod non probet.

Juan de la Cierva en la Alemania nazi: una contextualización (y III)

Ver más

(Continuará. Mañana, segunda entrega: Juan de la Cierva viaja de Londres a Roma con vuelta)

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Ángel Viñas es economista e historiador especializado en la Guerra Civil y el franquismo.

En lo que va de mes se han multiplicado las reacciones contra la decisión del Gobierno de España de no autorizar el nombre del inventor del autogiro, Juan de la Cierva, para adornar el aeropuerto de Murcia. La familia (según algunos clips que me han llegado) ha afirmado que la participación de su ilustre antepasado en la catástrofe de la guerra civil fue minúscula. Incluso se ha negado que supiera el propósito que hubo detrás del alquiler del Dragon Rapide. Un profesor de universidad, ni que decir tiene que muy ilustre en ciertos círculos, me ha puesto como un trapo.

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