"Libertad con ira"

Hoy la libertad se ha convertido en un elemento arrojadizo y lesivo en manos de algunos que han hecho de ella una libertad con ira.

De las tres ideas que reivindicó la Revolución Francesa, “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, la primera era la única que podía ser utilizada de manera crítica contra otras personas para favorecer posiciones individuales en su nombre. La Igualdad y la Fraternidad necesitaban de la sociedad y del grupo para poder expresarse, en cambio la Libertad posibilitaba su uso en otro tipo de escenarios. Fue algo que aprendieron pronto los que vieron amenazadas sus posiciones de poder por la Revolución y se pusieron a reivindicar la libertad para usarla en beneficio propio. Algo que no hicieron con la igualdad ni la fraternidad, al contrario, en estos casos sabían que la única forma de mantener sus privilegios era impidiéndolas, por eso aún reivindican la desigualdad como esencia de su modelo androcéntrico, y promueven la polarización contra la fraternidad y la convivencia.

La situación creada permite limitar la libertad en nombre de la libertad propia, y lo contrario, utilizar la libertad existente para reducir la libertad de otras posiciones y grupos.

Para estas posiciones la libertad sirve para un roto y para un descosido. Sirve para el roto de restringir derechos de personas que ven limitada su libertad en nombre de la libertad de la sociedad, como cuando la ultraderecha dice que no se pueden explicar determinados contenidos en las aulas en nombre de la libertad de los padres para educar a sus hijos e hijas como ellos consideren; o como cuando se impedía el matrimonio entre personas del mismo sexo porque atentaba a la libertad del modelo androcéntrico de familia.

Y la libertad también sirve para el descosido que supone aprovecharse de la libertad existente para actuar en su nombre y crear situaciones y circunstancias que conllevan una limitación de derechos y libertades en la sociedad, bien porque para poder disfrutar de las medidas se requieran una serie de elementos al alcance de unos pocos, como sucede cuando se recurre a privatizar la sanidad o la educación. O bien cuando se acude a la violencia contra determinadas personas para defender ciertas ideas y amenazar a otras, como hemos visto con las manifestaciones en la sede del PSOE y la violencia contra el presidente Pedro Sánchez a través del muñeco que lo representaba, el cual fue apaleado y quemado sin que la justicia considerara dichas conductas comportamientos violentos.

No todo el mundo puede utilizar la libertad de ese modo y recurrir a la referencia de la “libertad de expresión” para justificarlo. Lo hemos visto cuando se ha detenido y acusado a titiriteros por “enaltecer el terrorismo”, condenado a raperos por injurias contra la corona, a asociaciones y personas por delitos contra los sentimientos religiosos… Se trata de un privilegio en manos de unos pocos, de aquellos que representan y defienden el orden definido por los valores androcéntricos que se han plasmado en la forma de organizarnos como sociedad, y en el modo de entender las instituciones y su papel como garantes del orden establecido. Es la conocida referencia a la que tanto acude el “ungido” Donald Trump, “ley y orden”, o sea “mi ley y mi orden”; y el que no forme parte de él sufrirá las consecuencias.

Un privilegio en manos de unos pocos, de aquellos que representan y defienden el orden definido por los valores androcéntricos que se han plasmado en la forma de organizarnos como sociedad, y en el modo de entender las instituciones y su papel como garantes del orden establecido

No es la libertad lo que se defiende, sino la ira que acompaña a quienes recurren a todos los elementos que la sociedad pone en sus manos por medio de las referencias históricas. 

Ya nos lo advirtió Jarcha en 1976 con su “Libertad sin ira”. La letra de su canción dice que en este país hay quien “aún guarda el rencor de viejas deudas” y piensa que lo que necesitamos es “palo largo y mano dura para evitar lo peor”. Son esos grupos quienes hacen de la ira la esencia de su comportamiento en la sociedad, en las relaciones y en la política, porque sólo ellos se creen con la legitimidad para decir lo que debe ser en cada lugar y momento, y lo que es libertad y no lo es. Y para ello no dudan en utilizar la propia libertad, la democracia o la mentira. El grupo Jarcha también fue profético cuando en otra de las estrofas cantó que la gente sólo pide “vivir su vida sin más mentiras y en paz”.

Hoy vivimos rodeados de bulos y manipulación. Hoy sin mentiras habría paz, convivencia y libertad, una libertad sin ira. Pero quienes censuraron la canción en 1976 son los mismos que hoy cantan al viento y aplican a los hechos su “libertad con ira”.

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

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