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IDEAS PROPIAS

Sobre el parlamentarismo

Con este mismo título se recogieron distintos escritos de Carl Schmitt que componían una crítica interesante contra el sistema parlamentario, tanto como forma de estado como de gobierno, contraponiéndolo a la democracia misma bajo la tesis esencial de que el sistema parlamentario debilitaba los gobiernos al limitar su capacidad de acción frente al poder legislativo, que en la síntesis de sus conclusiones no debería jamás interferir en el primero. En definitiva, para Schmitt la diversidad parlamentaria obstaculizaba la tarea de los gobiernos.

Aunque en su momento estas tesis fueron muy compartidas como consecuencia de la autoridad del autor, de la capacidad de su desarrollo dialéctico, y del poder de la burguesía, pronto se llegó a la conclusión de que lo que planteaba Schmitt no era otra cosa que una dictadura presidencialista, recelosa de la pluralidad, del debate y en definitiva de la esencia de la democracia representativa, que ha de basarse en la garantía que las mayorías otorgan a las minorías del respeto escrupuloso y creciente a sus derechos. Sus posiciones consistían en síntesis en la sustitución del pluralismo por la homogeneidad, que, en su opinión, a fuerza de ser masiva ostenta la razón. Sus tesis eran en esencia puramente antidemocráticas.

Pues bien, esta misma posición, superada por el paso de más de un siglo, parece resucitar en las manifestaciones públicas de buena parte de la derecha de este país. El propio concepto de gobierno Frankenstein lo que encubre realmente es una impugnación a la totalidad del parlamentarismo y de la democracia misma. No puede entenderse de otra forma la denostación permanente e interesada de la posibilidad de que en nuestro parlamento se conciten la pluralidad de intereses nacionales, sociales, económicos y de clase que lo componen. Resulta sonrojante desde el punto de vista de la teoría constitucional y política el ataque permanente a la posibilidad de reflexionar, de convencerse los unos a los otros, de confluir en posiciones comunes partiendo de premisas diferenciadas, en esencia, de la práctica parlamentaria y por tanto de la opción de conformar leyes que reflejen y definan esa pluralidad, esos intereses y esos acuerdos.

Resulta sonrojante desde el punto de vista de la teoría constitucional y política el ataque permanente a la posibilidad de reflexionar, de convencerse los unos a los otros, de confluir en posiciones comunes partiendo de premisas diferenciadas

Durante un proceso de rebelión permanente producida en los últimos años (frente a la conformación del Estado Español recogida nítidamente en la Constitución), se ha defendido, con la tenacidad del impostor, la ilegitimidad de un gobierno designado de la forma establecida en la Carta Magna. Se ha atacado la respuesta de un país diverso, de gentes distintas, con necesidades diferentes en lo concreto, y únicas en lo básico y en lo general: el respeto de sus derechos y de sus votos. Un país que ha vivido en calma suavizando las tensiones territoriales, y las sociales y de clase, mediante las casi dos decenas de acuerdos establecidas desde el gobierno en el seno del diálogo social. Un país y un parlamento que han sustentado una agenda feminista reconocida internacionalmente. Pues bien, la conformación del mismo gobierno, y la aprobación de leyes decisivas para la paz social no es otra cosa que el fruto de esa diversidad y de esos acuerdos: del parlamentarismo, de la democracia.

La sociedad española plural acudió de nuevo a votar, y ha elegido a sus plurales representantes y entre ellos deberán pactar. No es que nadie dependa de unos o de otros, es que se trata de alcanzar el consenso suficiente, con cesiones, con compromisos y sobre todo con respeto. Es principio básico del parlamentarismo que el voto de cada una de las personas o de los partidos, o de las agrupaciones electorales, valga lo mismo e igual que el de los demás, sin posibilidad de denostar, insultar o agredir, porque con ello solamente se agrede la voluntad popular. La democracia en esencia es atribuir el mismo valor a cada una de las ideas y posiciones que se expresan en los distintos ámbitos. Frente a la homogeneidad: la razón y el debate, frente al autoritarismo: la democracia.

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