Lo achaco todo a la desesperación. Una decepción electoral el 23J, sumada a una frustración por no rentabilizar la crítica a la amnistía y ahora a una campaña para unas elecciones europeas que plantearon como un plebiscito que no pinta nada bien. Por eso ahora lo fían todo a Begoña Gómez. Igual que anteriormente lo fiaron todo al “Que te vote Txapote”, a “derogar el sanchismo” y a hablar del Falcon. Pero se les acaban las ideas y cada vez necesitan más ayuda. Y allí donde al PP le surge una necesidad, a un juez se le ocurre una querella. En este caso una querella presentada por el pseudosindicato Manos Limpias de escasas siete páginas basada en unos menguantes 8 recortes de prensa entre los que se incluía uno de los bulos más cutres y ridículos de esta década. El que confundía a la mujer del presidente del Gobierno con una hostelera de Cantabria con el mismo nombre. Pero al juez le dio igual. De la misma forma que le trajo sin cuidado que el Tribunal Supremo dijese que no se pueden aceptar querellas a trámite basadas únicamente en recortes de prensa. Este juez, orgulloso padre de una concejala del PP de Ayuso, no le teme a nada. Supongo que tiene que ver con que a sus 70 años le trae sin cuidado que lo inhabiliten o pierda el poco prestigio que le quede tras haber montado todo este circo. Todo sea por luchar contra la supuesta dictadura socialcomunista, pensará.
Quien pueda hacer que haga, dijo Aznar. Lo que supongo que debió haber añadido es que lo hiciesen sin que se notase tantísimo. Tanto que hasta la propia Guardia Civil en su informe de la UCO tiene que perder tiempo y tinta confirmando que el bulo de Begoña Gómez y la subvención es, efectivamente, un bulo, y que el resto de acusaciones tampoco se sostienen sobre pruebas constatables.
Esto no va de justicia. Va de ayudar a un partido en apuros y con una larga resaca que arrastran desde el 23J y cuyos máximos responsables somos todos nosotros
Pero esto no va de justicia. Va de ayudar a un partido en apuros y con una larga resaca que arrastran desde el 23J y cuyos máximos responsables somos todos nosotros. Los ciudadanos españoles, me refiero. Que con nuestro capricho de votar a quien queramos en los procesos electorales decidimos hace escasos meses que Feijóo y su potencial vicepresidente Abascal no accediesen a la Moncloa. Y de aquel trauma democrático, estos fangos. Los hemos visto manifestarse en Ferraz, cortar calles con Esperanza Aguirre a la cabeza, utilizar un gobierno autonómico para amenazar a periodistas (“os vamos a triturar, vais a tener que cerrar”), traer a Javier Milei a España para que nos gritase lo “hijos de puta” que somos los zurdos y hasta ir a ver a Netanyahu para felicitarle tan solo un día después de que cometiese un crimen de guerra bombardeando un campo de refugiados. Y después de esta sobreproducción de tristes esfuerzos por revertir el capricho democrático de los españoles y tras pedir, apenas unos meses después de haber ido a votar, que se convoquen elecciones de nuevo; no les quedaba otra que el frente judicial. No bastaba con un CGPJ secuestrado desde hace más de cinco años por el PP. Hacía falta un juez que tuviese la valentía de ir todavía más allá. Dicho y hecho. Me apena, pero no me sorprende. Una lástima para ellos que el resultado de las urnas se mantenga invariable a pesar de su sobreactuación.
Lo achaco todo a la desesperación. Una decepción electoral el 23J, sumada a una frustración por no rentabilizar la crítica a la amnistía y ahora a una campaña para unas elecciones europeas que plantearon como un plebiscito que no pinta nada bien. Por eso ahora lo fían todo a Begoña Gómez. Igual que anteriormente lo fiaron todo al “Que te vote Txapote”, a “derogar el sanchismo” y a hablar del Falcon. Pero se les acaban las ideas y cada vez necesitan más ayuda. Y allí donde al PP le surge una necesidad, a un juez se le ocurre una querella. En este caso una querella presentada por el pseudosindicato Manos Limpias de escasas siete páginas basada en unos menguantes 8 recortes de prensa entre los que se incluía uno de los bulos más cutres y ridículos de esta década. El que confundía a la mujer del presidente del Gobierno con una hostelera de Cantabria con el mismo nombre. Pero al juez le dio igual. De la misma forma que le trajo sin cuidado que el Tribunal Supremo dijese que no se pueden aceptar querellas a trámite basadas únicamente en recortes de prensa. Este juez, orgulloso padre de una concejala del PP de Ayuso, no le teme a nada. Supongo que tiene que ver con que a sus 70 años le trae sin cuidado que lo inhabiliten o pierda el poco prestigio que le quede tras haber montado todo este circo. Todo sea por luchar contra la supuesta dictadura socialcomunista, pensará.