La vuelta al cole: peor si eres mujer y pobre

Recuerdo la primera vez que fui consciente de que en mi casa no había todo el dinero que hacía falta. Cuando era pequeña los libros de texto no estaban becados en casi ningún lugar. Mi madre era autónoma. Agosto nunca era un buen mes, y menos aún septiembre. Aquel año no tuve libros de texto nuevos al comenzar el curso. Mi madre me pidió que hablara con alguna compañera de clase para hacer fotocopias y así poder ahorrar algo de dinero. Hubo otras. En mi casa, el colegio se escogió porque tenía comedor y jornada partida. Lo que facilitaba mucho la vida a quien nos tuviera que cuidar ese día a mi hermano y a mí. No solo a mi madre, sino la mayoría de las veces a mis tías, a mis abuelas o a las señoras que cuidaban a su vez de mis abuelas cuando lo fueron necesitando y a sus hijas, que no eran capaces tampoco de cuidar de ellas porque no les daba la vida (de esta vuelta al cole ya ni hablamos).

Aunque ni siquiera he hecho la comunión, el colegio que reunía esas condiciones cerca de dónde vivíamos fue uno católico y concertado, un colegio de monjas en el que había que llevar uniforme. El uniforme consistía en un pichi gris con camisa azul clara que debía acompañarse con ropa de abrigo y calzado azul marino. Como sucede con el resto de la ropa, ésta dice mucho de las decisiones que te puedes permitir. Qué poco uniformizan los uniformes. Recuerdo con terror el momento de comprar el uniforme y comprobar un verano más que no me servía el del curso anterior. A mi madre echando compulsivamente crema azul en los zapatos y blanca en las zapatillas de deporte. Alguien de mi familia regalándonos mágicamente en nuestros cumpleaños (qué suerte, caían al inicio del curso) los complementos necesarios para la vuelta al cole: mochila, estuche, calculadora y compás. Llegué a pedir con entusiasmo sincero material de papelería para clase a los Reyes Magos. Me parecía que ser rico tenía que ser poder tener corticoles de El Corte Inglés.

Nada de esto lo cuento por pena, sino con todo el orgullo de venir de la familia y la clase de la que vengo. El mismo orgullo con el que ahora escucho a mis amigas que son madres los suplicios que pasan en la dichosa vuelta al cole. Por ellas, por mi madre, mis tías, mis abuelas y todas las mujeres que están y han estado hoy con el agua al cuello con este asunto (fueran o no sus hijos los que empezasen esta semana el colegio) escribo sobre este asunto.

Vamos a ser claras. La vuelta al cole en España depende del dinero que tengas en el banco. Esto sucede porque sigue sin haber políticas efectivas de conciliación. Considero un error grave que los políticos y tertulianos centren sus esfuerzos estos días en dilucidar si el sistema educativo responde o no a las necesidades de las familias. Esa no es la pregunta de hoy. El sistema educativo está diseñado para responder al derecho constitucional a la educación, y ahí tenemos mucho que mejorar en España. Cuesta pensar que la educación que hemos recibido y recibirán todos los ciudadanos y ciudadanas de este país garantiza el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales cuando algo tan básico como que España es un Estado aconfesional o que la educación sexual debe ser obligatoria, siguen siendo poco más que horizontes deseables. Es fuerte que en España siga generando menos conflicto aprender que la virgen María se quedó embarazada de una paloma que follar sin consentimiento está mal.

El debate sobre la vuelta al cole no es solo sobre el modelo educativo sino, y sobre todo, sobre políticas de conciliación y corresponsabilidad. Es un debate sobre género y clase social

Claro que es preocupante que la educación que reciben niños, niñas y niñes sea accesible. Sabemos que depende del código postal, del color del gobierno de turno, de sus capacidades e incluso de su país de origen, género e identidad sexual. Son preocupantes las condiciones laborales del profesorado o la ausencia de educación pública, gratuita y universal desde los 0 años. Pero esto no es lo que dificulta la vuelta al cole. Y lamentablemente, estos también son asuntos que influirán en la educación que perciban los más jóvenes.

Lo que dificulta el regreso de la actividad lectiva es el vía crucis que va a suponer para muchas familias en términos de conciliación y corresponsabilidad. Quiero defender en este artículo que éste no es solo un debate sobre modelo educativo, sino y sobre todo sobre políticas de conciliación. Este es un debate sobre género y clase social. Y sobre esto algunas ideas clave:

  • La conciliación de la vida familiar y personal es otro derecho diferente del derecho a la educación. Es, de hecho, un derecho imprescindible para garantizar la igualdad de género en nuestro país y así lo establece la ley.
  • Independientemente del tiempo que pasan en el sistema educativo las personas menores de edad y del tiempo dedicado al empleo remunerado de las personas adultas, existe un tiempo en el que los niños, niñas y niñes necesitan ser cuidados. No es de ningún modo una solución que los niños tengan más horas de escuela, o que los padres tengan menos posibilidades de conciliar la crianza con sus vidas.
  • Esta imposibilidad de conciliación, que tiene base fundamentalmente económica, es lo que hace que muchas mujeres a día de hoy veamos complicado tener hijos. Disfrazar el malestar de la vuelta al cole con debates sobre el sistema educativo (aunque también sean necesarios) es tan pernicioso como el pretendido debate que las derechas nos pretenden hacer tener a las mujeres sobre la natalidad, el aborto y el deseo de ser madres. Cuando la realidad es que muchas mujeres no son madres porque temen que no lo podrán sostener económicamente.
  • En definitiva, el problema de la vuelta al cole, es, sobre todo, un problema de tiempo disponible para cuidar y cómo se garantiza ese tiempo ¿Quién se ocupa del tiempo entre el trabajo y la escuela?
  • Si esto fuera un derecho reconocido por ley, las familias contarían con servicios públicos de conciliación que les permitirían cuidar a sus hijos de forma gratuita, como sucede con la escuela, sin depender de abuelas, vecinas o turnos con otros padres. Sin embargo, la mayoría de gobiernos en España no ha reconocido la conciliación como un derecho y por tanto no lo ha convertido en un servicio público. Solo existen algunos servicios pensados para periodos estivales pero que ni de lejos cubren las necesidades. Poco se habla también del terror que suponen para las familias las vacaciones.
  • ¿Quién se ocupa de ese tiempo restante que los niños no están en las escuelas? Sabemos por estadística que es sostenido en su mayoría por las mujeres de las familias, lo que implica en muchos casos reducción de jornadas laborales, excedencias por cuidado, trabajos a tiempo parcial, periodos de desempleo y un profundo estigma que va más allá de la sobrecarga que supone ser quien siempre cuida, además de un bache muchas veces insuperable, en la carrera profesional.
  • La alternativa hoy en día a este escenario lleno de complicaciones es más dinero en el banco, para poder pagar a una persona que cuide de tus hijos, los vaya a buscar al colegio, les haga la comida, los lleve a las clases de inglés y teatro que también has pagado con el dinero que tuvieras disponible. Si quieres tener hijos en España, o trabajas menos para cuidarlos o gastas más para que te los cuiden.
  • La solución alternativa es crear una política efectiva de conciliación que reconozca en la línea que plantea Europa el cuidado como un derecho. El anterior Ministerio de Igualdad creó el Plan Corresponsables, que se quedó a medio camino en su desarrollo por desacuerdos con el PSOE. Nunca coincidieron, por ejemplo, en la necesidad de aumentar la financiación del plan lo suficiente como para que los comedores escolares fueran públicos en la escuela pública, para poder desayunar y comer en el colegio o que hubiera centros de cuidado públicos donde las AFAS pudieran desarrollar con financiación pública actividades extraescolares. No se ha vuelto a oír de este plan.
  • Si se compara lo que esto costaría con lo que cuesta el dinero que nos gastamos en armas, la cosa es bien ridícula. Por tanto, seamos serios. La vuelta al cole es sobre todo una cuestión de género y clase social.

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Ángela Rodríguez es exsecretaria de Estado de Igualdad.

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