Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
'Al Alba' de Pajares de Adaja como duelo universal
Como dice aquel viejo adagio, Dios escribe Derecho pero con renglones torcidos. En Aldeaseca, a invitación de los familiares, he podido ser testigo de la entrega de la caja 198, recuperada y entregada a sus descendientes por el ministro de la Presidencia Félix Bolaños, el secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez, el doctor Paco Etxeberría Gabilondo, y el antropólogo Paco Ferrándiz, pudiendo aplaudir, junto al resto de asistentes, en el momento de ver pasar a los familiares 87 años después, camino del cementerio para celebrar el entierro digno, que todo ser humano merece.
En el Pueblo de Pajares de Adaja (Ávila) Valerico Canales y otras 6 personas más fueron detenidos en sus domicilios y conducidos en una camioneta a un paraje cercano y otros tantos vecinos de Navalmoral de la Sierra (Ávila). Nunca más se supo de ellos. Su delito: ser vistos en el pueblo con la bandera republicana reivindicando mejoras laborales. La mano de obra, una lista elaborada por los vecinos del pueblo, y la ejecución, un grupo de falangistas, en la madrugada del 20 de agosto de 1936 entrando brutalmente en sus hogares, llevados delante de sus familias sin constancia de su detención ilegal en registro alguno, a su primer trágico destino en sendas fosas comunes en Aldeaseca y Fuente del Saúz (Ávila). El segundo secuestro sería al hoy Valle de Cuelgamuros, por órdenes del ministro de Gobernación Camilo Alonso Vega en 1959, dejando constancia en el libro-registro del Valle, de su traslado, pero como “desconocidos”, en la Cripta Derecha, piso 1º de la Basílica, en el columbario o caja 198. Y la tercera senda, el 30 de agosto de 2023, Valerico Canales Jorge, Celestino Puebla Molinero, Emilio Caro García, Pedro Ángel Sanz Martín, Román González Enrique, Víctor Blázquez del Oso, Gregorio Perez del Peso, Raimundo Meneses Redondo, Rito Martín Redondo, y una mujer, Flora Labajos Labajos, recorren el camino inverso, pero cargados de dignidad, en los brazos de sus hijos y nietos.
En 2005, el hijo de uno de ellos, Fausto Canales, fue recibido en Moncloa por Fernando Magro, entonces asesor del Gabinete de Presidencia del Gobierno, comenzando la actividad administrativa de exhumación que como ha reconocido en su discurso el propio Fausto, años después se vería reforzada con el conocido como “Auto de los hermanos Lapeña”.
El franquismo nunca logró el crimen perfecto, y eso fue gracias al recuerdo de las familias, a su lucha por la búsqueda de la verdad, de su verdad y la eterna defensa del derecho al honor, de nuestros mayores
Desde el año 2012, he tenido el honor de recibir la confianza de A.R.I.C.O. memoria aragonesa, defendiendo a quienes no se podían defender por ser brutalmente ejecutados, siendo depositario como abogado, del auto dictado por el Juzgado del Juzgado de Primera Instancia nº 2 de San Lorenzo de El Escorial, de 30 de marzo de 2016, el cual establece en su parte dispositiva dos aspectos: primero, el derecho a la digna sepultura, que es la parte donde nos encontramos gracias a los primeros resultados satisfactorios que cierran la herida en Aldeaseca, y que a futuro es el resultado de la no frustración del proceso técnico, se abre la esperanza de recuperar a nuestros olvidados en Aragón y del resto de territorios, haciendo que 133 víctimas vuelvan a casa, ejecutando el auto de 2016.
Una vez que la identificación se produce, conforme a lo establecido por los Tribunales de Derechos Humanos, se invierte el orden y el derecho a recuperar a los familiares es absoluto.
En segundo lugar, el auto de los hermanos Lapeña estima la inscripción en el Registro público de la información ad perpetuam memoria, en este sentido y para dar cumplimiento al auto, es fundamental la inscripción de los hechos, y con ello demostrar que el franquismo no obtuvo el crimen perfecto, que es aquel que hace desaparecer el cuerpo y el recuerdo. El franquismo nunca logró el crimen perfecto, y eso fue gracias al recuerdo de las familias, a su lucha por la búsqueda de la verdad, de su verdad y la eterna defensa del derecho al honor de nuestros mayores.
Hoy las familias reciben un documento personalizado de constancia sobre los hechos, los antecedentes, la investigación, sellado por el Gobierno de España. Por primera vez, además de abrazar los restos de sus héroes, pueden leer lo ocurrido conforme a un principio de garantías constitucionales.
El pasado 1 de agosto acudí al Cementerio Sacramental de San Isidro, lugar en el que desde el 24 de abril de 2023 se encuentra la sepultura perteneciente a José Antonio Primo de alguien, quien estaba obsesionado con higienizar, con limpiar la figura del dictador, del General, de su padre, alguien que por cierto murió enfermo y arruinado en París, abandonado por un rey Borbón. En esas sepulturas, porque son varias, conté hasta 9 Primos de Rivera, algunos Marichalar también. Ese hijo al que el régimen tildó de “el ausente”, que escondía armas en su celda, que desafió al tribunal, que coqueteaba con los fascismos europeos, que atentó contra la legalidad y la democracia que el pueblo había elegido, fue bautizado por la propaganda como “Caído”, pese a que él no fue militar, porque su padre se lo impidió ¿cómo tendría que ser la cosa para que un hijo de General golpista no fuera militar?; “Caído por Dios”, como si el resto no tuviera creencias; “Caído por Dios y por España”, como si el pueblo no hubiera elegido en aquel abril la democracia y la república. Lo que para el franquismo eran delincuentes, para nosotros ejemplos a los que honrar, porque luchaban por los derechos adquiridos, por el voto, por la reforma agraria, por la constitución, o por el sindicato.
Y mientras eso ocurría, esas beatas decidían a qué mujeres rapar, y hacerlas pasear por la plaza del pueblo con aceite de ricino, para su divertimento en nombre de Dios, en esas mismas calles en las que aquellos seguidores de José Antonio Primo de Rivera, falangistas y militares asesinaban de madrugada a los republicanos de Aldeaseca y de muchísimos otros pueblos españoles. Como ha dicho Juan Luis González, nieto de Román González, “queremos compartirlo con todas las víctimas , porque este duelo es nuestro duelo, pero también es un duelo universal”.
Esas jóvenes viudas lograron sobrevivir sin ayuda, y hacer que sus hijos pudieran estudiar, pudieran comer, pudieran contar su historia y desde hoy, recuperar a sus olvidados en el Valle, siendo enterrados mientras se cantaba Al Alba, en el cementerio de Pajares de Adaja.
Esas hijas, esas biznietas, hoy son campeonas del mundo.
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Eduardo Ranz es abogado y doctor.
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