Cultura de Paz, 25 años
Pronto se cumplirán 25 años de la aprobación por la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York de la Declaración sobre una Cultura de Paz, un texto y un programa que se venía trabajando en la UNESCO desde finales de los años '80 y en el que tuvo un papel determinante el profesor Federico Mayor Zaragoza, séptimo director general (1987-1999) y anteriormente director general adjunto del profesor senegalés Amadou Mahtar M'Bow.
Fue en el verano de 1989, un 1° de Julio, en Yamusukro (Costa de Marfil), cuando la UNESCO alumbró un primer precedente de la Cultura de Paz con un magnífico texto sobre "la paz en la mente de los hombres".
Es cierto que hubo más antecedentes pero fue en el contexto general previo y posterior a la caída del Muro de Berlín, tan solo unos meses después, concretamente en la noche del 9 de Noviembre de 1989. Luego en la decisión de Mijail Gorvachov, dos años después, de disolver la antigua Unión Soviética (1991) sin una gota de sangre. Ese fue el contexto general en el que la UNESCO, organización multinacional de la educación, la ciencia y la cultura, aprobó la primera gran Declaración Internacional que define ya claramente el concepto de cultura de paz:
"El Congreso invita a los Estados, a las organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales, a las comunidades científicas, educativas y culturales del mundo y a todos los individuos a contribuir a la construcción de una nueva concepción de la paz, mediante el desarrollo de una cultura de la paz, fundada en los valores universales del respeto a la vida, la libertad, la justicia, la solidaridad, la tolerancia, los derechos humanos y la igualdad entre hombres y mujeres".
Desde aquella extraordinaria Declaración y por iniciativa personal del profesor Mayor Zaragoza, se crea un grupo estable de trabajo específico en la UNESCO para desarrollar, ampliar y concretar todavía más el concepto de la cultura de la paz, dotándolo además de un plan de acción.
Y en 1997 se incluye en el quincuagésimo segundo periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU. Dos años después, hace 25 años, en 1999, "de manera ciertamente inesperada y sorpresiva" como recuerda Federico Mayor, las Naciones Unidas aprueban la Declaración Internacional sobre una Cultura de Paz y su más concreto Programa de Acción que la acompaña.
Luego, el 2000, se declara como año de la Cultura de la Paz, y se aprueba también el conocido como Manifiesto 2000 elaborado por la Comisión de Premios Nobel de la Paz, e incluso se declara también todo un Decenio de la Cultura de la Paz y la No Violencia para todos los niños y niñas del mundo (2000-2010).
Necesitamos recuperar aquel espíritu e ilusión de finales de los años '90. Porque nunca es tarde para dar una oportunidad a la paz, como cantaba John Lennon, y que sea la palabra la que prevalezca, por fin, sobre la fuerza y la violencia
Desde aquel momento, la Cultura de Paz se ha ido desarrollando y difundiendo en muchos ámbitos y territorios. Han nacido numerosas cátedras universitarias, seminarios y centros de investigación. Se han organizado numerosos encuentros y congresos. La Cultura de la Paz ha entrado a formar parte del cuerpo constitucional de varios países, en las legislaciones nacionales y en las autonómicas, en los programas educativos, en la formación inicial y permanente del profesorado... y con todo ese esfuerzo, 25 años después, debemos reconocer que hemos avanzado mucho, sin duda, pero ¡es que nos queda tanto por hacer!
En España, la Cultura de la Paz, sus principios y valores, forman parte de nuestra legislación tanto estatal como autonómica. Además del Estado son varias las comunidades que han aprobado leyes de fomento de la educación y la cultura de la paz, en su legislación más concreta, como es el caso de Cataluña o más recientemente, en Aragón.
Siento decirlo, pero me duele especialmente que Galicia no lo hiciera cuando fuimos de las primeras comunidades que presentamos un texto, por iniciativa del Seminario Galego de Educación para a Paz, con ocasión del Foro 2000 celebrado en Santiago de Compostela y del Congreso Mundial de Educación y Cultura de Paz. Ese mismo año, cuando conjuntamente la Directora General de la UNESCO, Irina Bukova, acompañada del ex director general de la UNESCO Federico Mayor Zaragoza, presentamos un proyecto de ley al Parlamento Gallego que mereció el apoyo de todos los grupos parlamentarios creándose incluso una ponencia conjunta y... hasta hoy.
Aquella iniciativa seguirá durmiendo en algún archivo de entradas o en un cajón del Parlamento Galego, quizás a la espera de que Ana Pontón, Xosé Ramón Gómez Besteiro o el propio Alfonso Rueda la recuperen algún día.
Lo que quiero decir con todo esto es que la Cultura de la Paz, frente a la Cultura de la Violencia y la Guerra, sigue siendo hoy, 25 años después, una necesidad urgente y apremiante, en las relaciones personales, entre los Estados, a nivel internacional, pero sobre todo en la educación, en los sistemas educativos reglados, en la enseñanza primaria, en la secundaria y en la universidad, en particular, en la formación inicial y permanente del profesorado en ejercicio.
Se ha hecho mucho en 25 años, desde luego, pero es tanta la faena de lo que nos queda por hacer que todas las manos y las ayudas institucionales serán pocas para hacer realidad los objetivos y el programa de acción que nos dimos —toda la humanidad— en 1999.
Y debemos reconocer a tantas y tantas personas que han dedicado su vida entera a difundir los principios y valores de la Cultura de la Paz y la NoViolencia, empezando por el propio D. Federico Mayor Zaragoza, su principal impulsor.
Hoy, cuando estamos a punto de cumplir los 25 años de la aprobación tanto de la Declaración Internacional de la Cultura de la Paz como su Programa de Acción en la Asamblea General de las Naciones Unidas, con una guerra de invasión en el corazón de Europa, una vez más, con crímenes horribles de lesa Humanidad, o cuando vivimos desde hace meses un auténtico genocidio en Gaza, en vivo y en directo cada día, y tantos y tantos conflictos bélicos olvidados, tendríamos que volver la vista atrás y recordar la extraordinaria ilusión con la que la humanidad entera celebró la caída del Muro de Berlín, y reclamar, al fin, los dividendos de la paz, aquellos con los que soñamos al finalizar la Guerra Fría y que tanto nos merecemos y necesitamos como humanidad. Necesitamos, de nuevo, recuperar aquel espíritu e ilusión de finales de los años '90.
Porque nunca es tarde para dar una oportunidad a la paz, como cantaba John Lennon, y que sea la palabra la que prevalezca, por fin, sobre la fuerza y la violencia.
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Manuel Dios Diz es Consejero de la Fundación Cultura de Paz.