Plaza Pública
Duelo en Tennessee
Las elecciones en Estados Unidos entran en su recta final tras el último debate presidencial celebrado este jueves en Nashville, en el estado de Tennesse. El encuentro entre los aspirantes republicano y demócrata se celebra cuando ya han emitido su voto por correo más de 47 millones de ciudadanos. Una cifra sin precedentes en EEUU motivada tanto por la epidemia del covid-19 como por el incremento de la participación de los jóvenes y las minorías, afroamericana e hispana principalmente. Las encuestas nacionales colocan de media a los republicanos diez puntos por detrás de los demócratas, tanto en la batalla por la Casa Blanca como en la lucha —no menos crucial— por el Senado y la Cámara de Representantes.
Existían fundados temores de una repetición del caótico encuentro previo en Cleveland el pasado 29 de septiembre entre el ex vicepresidente demócrata Joe Biden y el republicano y actual inquilino de la Casa Blanca, Donald J. Trump. El desastroso precedente del anterior debate —ininteligible en varias ocasiones y cruzado de insultos— obligó a adoptar rígidas medidas para garantizar un orden mínimo en el encuentro. Los micrófonos serían silenciados si alguno de los candidatos intentaba interrumpir al otro en sus turnos iniciales de dos minutos. Los temas a debatir fueron pactados por ambos equipos e incluían —entre otros asuntos de la agenda nacional e internacional— la epidemia del covid-19, la cuestión racial, la economía, política exterior y el cambio climático. Estas normas consiguieron limitar las interrupciones pero no impedirlas —sobre todo por parte del presidente Trump— en los turnos de réplica donde ya los micrófonos estaban liberados.
La moderadora, la respetada periodista Kristen Welker —de ascendencia afroamericana y nativa estadounidense— representa todo lo que el presidente Trump y el Partido Republicano han combatido desde la Casa Blanca: la creciente diversidad del país. Tal vez por este motivo la corresponsal de la NBC recibió acusaciones por parte del presidente Trump en los días previos de ser "simpatizante" del demócrata Biden. Sin embargo, su actuación como moderadora fue elogiada de forma unánime en los medios estadounidenses al finalizar el debate.
Hubo afirmaciones llamativas del aspirante republicano como la de haber sido el presidente que más había hecho por la comunidad afroamericana, "con la posible excepción de Abraham Lincoln". Biden fue muy incisivo en este tema poniendo sobre la mesa el "racismo sistémico" en la sociedad estadounidense. El demócrata se emocionó al referirse —ante una pregunta de Welker— a la situación del medio millar de niños separados de sus padres por las políticas migratorias de la Casa Blanca. Trump eludió la cuestión responsabilizando a los "coyotes" de haber traído a estos menores a EEUU y se reafirmó en las ventajas del muro en la frontera mexicana para detener la "oleada" de inmigrantes. Aquí hubo uno de los anuncios más importantes del candidato Biden al comprometerse a presentar en los primeros diez días de su mandato en la Casa Blanca una iniciativa para la regularización de la población inmigrante ilegal en EEUU.
El tema central del debate —debido a las más de 220.000 víctimas mortales— fue sin duda la epidemia del covid-19, donde el republicano insistió en culpar a China. Biden acusó al presidente Trump de haber ocultado deliberadamente la gravedad de la situación a sus conciudadanos. El republicano afirmó que la vacuna estaría lista en "semanas" y sería distribuida masivamente por las fuerzas armadas. En este punto el candidato demócrata adoptó un tono solemne para advertir de un "invierno oscuro" por la expansión del coronavirus y manifestó: "usted dice que estamos aprendiendo a convivir con el covid-19. La realidad es que los americanos estamos aprendiendo a morir con eso". En un claro intento de cambiar el curso del debate —dominado por los estragos de la epidemia—, y de paso desestabilizar a su adversario, el presidente Trump atacó a la familia del demócrata y llegó a acusar a Biden de ser un "político corrupto". De fondo, la polémica sobre la supuesta injerencia rusa en el proceso electoral y el anuncio del FBI de nuevas interferencias procedentes —entre otros países— de Irán y China.
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Donald J. Trump trató de minar a lo largo de los noventa minutos del encuentro la credibilidad del ex vicepresidente demócrata durante el mandato del expresidente Barack Obama (2008-2016) con un mantra: "¿Por qué no lo hiciste en su día?". Esta fue su respuesta monocorde ante cada propuesta del demócrata sobre sanidad, educación o inmigración. El debate permitió visualizar los programas antagónicos para EEUU que ofrecen el Partido Demócrata y el Partido Republicano: el retorno a las políticas progresistas de la Presidencia de Barack Obama —que Biden reivindicó en múltiples ocasiones— frente a la apuesta del "América primero" con un nuevo mandato del presidente Donald J. Trump. Aunque el evento había generado enorme expectación, no parece que vaya a mover las tendencias de voto. Las encuestas coinciden en que, dada la polarización del país, los indecisos podrían no llegar ni al 5% a estas alturas. Unas horas antes el expresidente Obama entraba en la campaña en Philadelphia llamando a una "movilización masiva" para llevar —esta vez como presidente de EEUU— a su exvicepresidente Joe Biden de nuevo a la Casa Blanca. Estados Unidos es consciente, tanto en las filas demócratas como en las republicanas, de que estas elecciones de 2020 van a marcar el futuro del país para varias décadas.
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David Balsa es presidente de la Conferencia Eurocentroamericana.