Negociación colectiva, repartir la riqueza
Tenemos la suerte de estar en un ciclo exitoso de la concertación y el diálogo social. Hemos ido encadenando acuerdos, desde los ERTE de la pandemia, la ley del teletrabajo, o la ley rider, la subida del Salario Mínimo, los acuerdos de pensiones, y sobre todo la reforma laboral, que ha conseguido transformar de fondo nuestro marco laboral haciendo del contrato indefinido el habitual. Todo esto, además, en un contexto de crecimiento económico y de creación de empleo de calidad. Los que estamos en entornos sindicales internacionales sabemos que en Europa se pone el modelo español de concertación social como ejemplo, y la administración Biden en Estados Unidos intenta impulsar con sindicatos y patronales relaciones sociolaborales en ámbitos de concertación similares.
Pero a este buen momento del diálogo social le faltaba uno de los elementos centrales; desde hace unos decenios se está rompiendo el equilibrio entre rentas del trabajo y rentas del capital. En ese contexto de expansión y con unas tasas de inflación muy altas, producidas inicialmente por las crisis energéticas resultado de la invasión rusa de Ucrania, los beneficios empresariales, especialmente de las grandes empresas, han llegado a cifras récord, y en algún caso de usura y que ha sido causa de la inflación de segunda ronda.
Los que estamos en entornos sindicales internacionales sabemos que en Europa se pone el modelo español de concertación social como ejemplo
Fundamentalmente, hay dos grandes fórmulas de repartir la riqueza: la fiscalidad justa y progresiva y los salarios; y en nuestro país el salario medio real estaba estancado, incluso un poco a la baja, desde el 2008. La reforma laboral del 2021 había recuperado, con la vuelta de la ultraactividad de los convenios laborales, el equilibrio en la negociación colectiva. Pero su impacto, con miles de convenios para negociar, iba muy lento, con resultados muy positivos para las rentas del trabajo allí donde hay fuerza sindical y con dificultades en los sectores más difíciles de organizar.
Por todo lo dicho, era importante intentar culminar el V Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva (AENC). Es el acuerdo paraguas que sirve de referencia y da cobertura a la negociación de los convenios colectivos. Las asociaciones patronales y las centrales sindicales firmantes se comprometen a aplicarlo. En su aspecto salarial, el acuerdo contempla una subida del 10% en 3 años (4% el 2023, 3% el 2024 y 3% el 2025), más una cláusula de revisión salarial, vinculada únicamente al IPC, de un punto más en el supuesto que la inflación superara la cifra de la subida.
Todos los acuerdos negociados y firmados por partes contrapuestas son siempre un punto de equilibrio donde las dos partes se tienen que poder verse suficientemente reflejadas. Por eso hay distintas interpretaciones y las dos partes se tienen que ver como ganadoras. Esa es su virtud. En nuestro caso, la firma del AENC es una gran noticia por aquellos espacios laborales y sectores con convenios con menos fuerza sindical. El mismo acuerdo permite la adaptación del convenio a la situación del sector o la empresa.
El acuerdo confirma el buen momento de concertación y diálogo en nuestro país, en este caso fruto de la autonomía negociadora de las partes. Y en una frase que ha hecho fortuna, podemos decir que con el Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva, el AENC, conseguimos que nadie quede descolgado de la riqueza que se está generando en nuestro país.
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Pepe Álvarez es secretario general de UGT
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