¿Vamos a perder otra vez el tren de la innovación?
Terminado el fragor de las campañas electorales y atemperadas, momentáneamente, las expectativas del “quiero ser ministro o, al menos, director general”, conviene volver a la realidad y a los problemas importantes de nuestro país. Uno de ellos, y de los más relevantes en el mundo actual, es la independencia estratégica de España.
La pregunta es: ¿Se puede incluir a España entre los países con algún tipo de independencia estratégica? La respuesta no está tan clara. Puede parecer que sí en algún aspecto, pero las bases para hacerlo presentan dudas. En este primer tercio del siglo XXI, la innovación científico-tecnológica está marcando los nuevos equilibrios de poder. En el panorama actual de la innovación se ha producido una variación importante, como indicaba el tercer informe de la Fundación Alternativas sobre la ciencia y la tecnología: las grandes empresas tecnológicas, fundamentalmente chinas y norteamericanas, han irrumpido en la carrera del conocimiento, invirtiendo ingentes cantidades de dinero.
En este primer tercio del siglo XXI, la innovación científico-tecnológica está marcando los nuevos equilibrios de poder
Así, en los últimos años, estas empresas (Google, Apple, Microsoft, etc…) están invirtiendo más que todos los países de la Unión Europea en el desarrollo de sus tecnologías, como la inteligencia artificial o los nuevos materiales, modificando el capitalismo clásico, como han expuesto en libros recientes autores como Nicolás Sartorius o Yanis Varoufakis. En cuanto a los Estados, EEUU sigue a la cabeza, con China intentando alcanzarles. Conviene recordar aquí que hace solo treinta años China estaba junto a España en producción científica, y en la calidad de la misma.
La UE es perfectamente consciente de esta situación y está intentando potenciar su sistema de I+D+i para no quedar descolgada de la carrera. ¿Y España? Por el momento, no parece que los partidos sean conscientes de esta situación y tienen otras prioridades. El gobierno tiene una apuesta de crecimiento muy moderado que no conseguirá, ni de lejos, llegar a un 2% del PIB en inversión en ciencia y tecnología durante la legislatura. En cuanto al Partido Popular, no se sabe que siquiera tenga un plan concreto: son, como mucho, grandes declaraciones sin concreción, en la búsqueda de un titular mediático.
Nuestro país tiene una buena posición en varias áreas estratégicas como la biotecnología (medioambiental y sanitaria), la tecnología de comunicaciones y aeroespacial o los materiales, en las que está preparado para competir con otros países europeos más avanzados y colaborar en que la UE pueda competir globalmente. ¿Qué podemos hacer para no ver pasar el tren como se ha hecho tradicionalmente? No es solo una cuestión de dinero, sino principalmente de voluntad política y estructura. Es urgente la captación de talento, no solo de españoles formados, también de extranjeros que quieran trabajar con nosotros en el desarrollo español. Los jóvenes recuperados por los programas existentes (Ramón y Cajal, Juan de la Cierva) no consiguen entrar en el sistema de I+D+i en unas condiciones dignas.
La dictadura del funcionariado en ciencia no permite su contratación de una manera flexible, y no se les dan los medios para comenzar una carrera independiente. Como mucho, obtienen un laboratorio vacío. Los fondos de recuperación también se pueden utilizar para facilitar la incorporación de estos científicos esenciales para un incremento del sistema español de I+D+i. La desconexión de los laboratorios públicos con las empresas dificulta, sobremanera, el intercambio de personal formado, casi cerrando así esta vía. Ni siquiera en este ambiente prebélico las empresas duales y de defensa tienen la relación de conexión con el sistema público que deberían tener.
¿Qué se puede hacer? Lo primero, ser conscientes del problema que supone para España no tener un desarrollo científico/tecnológico potente. Recuerden el desarrollo chino de los últimos treinta años. ¿Qué hicieron?: mandar auténticas legiones de científicos a formarse en EEUU y ofrecerles trabajo y medios para llevarlo a cabo al volver. Es lo que hay que hacer, nihil novum sub sole: captar científicos brillantes, seguir enviando más científicos a buenas universidades y centros tecnológicos y ofrecerles trabajo al volver. El coste de incorporar mil científicos nuevos, incluidos, además de su salario, los gastos de un proyecto inicial por tres años para que no pierdan el tiempo en las burocracias inútiles que aquí tanto gustan, sería inferior a 500 millones de euros en esta legislatura; no parece una cifra exagerada para un país como el nuestro.
Hace falta la voluntad política de resolver los problemas centrales del país, no los accesorios, por muy urgentes que parezcan. No tenemos por qué ser, únicamente, el proveedor internacional de sol y chiringuitos, aunque alguna iniciativa política tenga su criterio especial para tener “autonomía estratégico-turística” y le parezca lo mejor para el desarrollo español.
Sabemos hacer fármacos novedosos y útiles, microchips, así como desarrollar programas de IA. Solo hay que proponerse hacerlo. No sé si tenemos políticos con esa visión, pero son imprescindibles, hay que buscarlos y votarlos.
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Vicente Larraga es profesor de Investigación en el CSIC y colaborador de la Fundación Alternativas.