Plaza Pública
Refugiados: no podemos callar
Cumplir con el ritual de los días dedicados a las diferentes causas produce, inevitablemente, tedio. La información reiterada sobre un mismo fenómeno o un aspecto de él, también. En esas circunstancias, ¿vale la pena pedir a los lectores que lean un nuevo texto sobre los refugiados?
Según es obvio, soy de los que creen que sí. Primero, porque estoy convencido de que nos hace falta más información, más análisis, más propuestas, que sirvan para darnos cuenta, para empezar, de que la inmensa mayoría de las personas a las que los europeos nos referimos como refugiados, no llegarán a serlo nunca. Y no lo harán porque, de un lado, hemos puesto tal cantidad de obstáculos en el camino para que lleguen a presentar su solicitud (cerramos las vías legales y seguras), que la mayoría de ellos no lo conseguirán jamás. No lo harán, además, porque una parte muy importante de quienes se ven obligados a huir de sus hogares y cruzar fronteras (y esto va a suceder cada vez más), no pueden ser considerados refugiados, porque les falta el elemento normativo de la persecución. Pero ¿cómo llamar entonces a las 900.000 sudaneses del sur que han llegado a otros países —a Uganda, por ejemplo— porque la vida es imposible en su país? ¿Seguiremos llamándolos emigrantes, aunque añadamos el calificativo de forzados? ¿Seremos impasibles ante la ausencia de protección específica?
Más información, análisis, propuestas, que consigan movilizar a la opinión pública y presionen a los gobernantes para actuar. Y no hablo de fotos de Aylan. No pienso sólo en provocar la reacción emotiva ante el horror, aunque eso también es importante. Hablo de cómo ofrecer medios a quienes trabajan y se esfuerzan en la ayuda a los refugiados, para que consigan que se produzca la movilización sostenible, que exige una toma de conciencia de que este es un asunto que no puede, que no debe pasar de moda. Sé que no estamos igual que hace dos años. Hemos mejorado y hay que decirlo. Me consta que hay medios como éste en el que escribo, infoLibre, que dedican atención constante, por encima de las modas. Que hay profesionales de la información, empeñados en que no se deje de hablar de inmigrantes y refugiados. Y merecen nuestro reconocimiento. Como lo merecen las personas –cada vez más– que dedican su tiempo a trabajar en la ayuda a los que buscan refugio, en ONG especializadas o simplemente como ciudadanos. Y hay que mencionarles. CEAR, Cruz Roja, ACCEM, Cáritas, MSF, Medicus Mundi, Abriendo Fronteras…gracias a todos ellos.
Hay que conseguir que se lean y difundan las informaciones veraces. Por ejemplo, dos informes anuales que, de nuevo en 2017, han visto la luz. El primero, Global Trends 2016 de ACNUR, que ofrece una visión actualizada y universal de la situación de los 65,6 millones de refugiados y desplazados; también se pueden ver los cinco datos principales en este vídeo, o el rapport del Bureau para Europa de ACNUR, Desperate Journeys .
Segundo, con atención más específica al ámbito español y europeo, el Informe CEAR 2017, Las personas refugiadas en España y en Europa , cuyo resumen ejecutivo también se puede descargar . Se trata de la organización con mayor tradición de atención específica a refugiados y desplazados y colaborar con ella, o con alguna otra de las ya mencionadas, que tienen competencia y experiencia en la compleja tarea de la acogida, como voluntarios o contribuyendo económicamente, es un buen primer paso.
Pero este año me parece importante insistir en un aspecto que subraya la urgencia y universalidad de la lucha por la protección de los refugiados. Hace una semana, dos directivos de agencias de Naciones Unidas, Amin Awad (director para Oriente Medio y Africa del norte del ACNUR) y Mohammed Abdiker (director de operaciones y Emergencias de la OIM), dieron cuenta de la sofisticación que se ha alcanzado por parte de quienes explotan la necesidad y escasez de esta nueva y floreciente mercancía, llegar a Europa como lugar seguro, a la hora de desarrollar su cruel negocio. Algunas de esas mafias, que controlan la ruta central del Mediterráneo desde las costas occidentales de Libia, difunden en FaceBook videos y fotos (o las hacen llegar a las familias de las personas en su poder) en las que se exponen los malos tratos a los que se exponen los refugiados que no cumplan sus condiciones.
Ya conocíamos, por ejemplo a través de los trabajadores de los barcos de MSF que operan en esa zona, testimonios fiables acerca de las violaciones, torturas y malos tratos que padecen miles de personas en lo que es la etapa final de su viaje. Ahora sabemos con certeza que la lucha por el asilo y contra la tortura, dos objetivos universales básicos, incondicionados, en la lucha por los derechos humanos, se hallan fuertemente entrelazados, como ha explicado magníficamente el profesor García Cívico en un recientísimo artículo, de imprescindible consulta, Two-Lanes backstop: Refugees&Torture .
Oxfam Intermón exige a Zoido "ponerse las pilas" con los refugiados y amenaza con denunciar al Gobierno en tribunales internacionales
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La lucha por el reconocimiento efectivo y universal del derecho de asilo a todos los que necesitan del refugio es un objetivo que debe estar por encima de concepciones de partido, de coyunturas socioeconómicas, de conveniencias. Porque si fracasamos en esta causa, si, cansados de la reiteración de sus horribles imágenes, dejamos de denunciar el irresponsable y criminal incumplimiento de nuestros deberes para con los refugiados, tal y como practican nuestros gobernantes, dejamos de presionarles y recordarles que ese incumplimiento les priva de la más elemental legitimidad, socavaremos nuestra propia democracia, como socavamos cuando abrimos un resquicio a la tortura, so pretexto, por ejemplo, de la lucha contra el terrorismo. Y eso sí es nuestra responsabilidad como ciudadanos, como seres humanos. ___________
Javier de Lucas escatedrático de Filosofía del Derecho y Filosofía Política en el Instituto de Derechos Humanos de la Universitat de Valencia. Fue presidente de CEAR.
Acaba de publicar Mediterráneo: el naufragio de Europa, Valencia, Tirant Lo Blanch, 2015.