Plaza Pública
Trabajo y pensiones: poner las luces largas
Evitar el gorroneo en los ingresos es la clave de bóveda para el equilibrio financiero de un sistema público que pague unas pensiones iniciales y mínimas dignas (ahora no lo son) y que evite su devaluación a lo largo del tiempo.
Para así no empecinarse en recortes en la duración, o en la cuantía inicial, de las pensiones. Recortes que dañan las probabilidades de empleo de unos y empobrecen a otros. Dos medidas que se nombran como “factor de sostenibilidad” o “equidad intergeneracional” cuando lo que hacen es trasladar la lógica de un sistema de capitalización privado a uno público de reparto. Trucos neoliberales para no enfrentar una redistribución inclusiva de nuestra actual y creciente riqueza nacional.
¿Cómo habría que enfrentar esa redistribución?
Para contestar a esta cuestión conviene saber que con datos desagregados del INE para el año 2018 el esfuerzo de cotizaciones sobre los salarios en el conjunto de la economía española ascendía a un 28,2%, en su mayor parte ingresado por las empresas. Sin embargo para evitar un corrosivo gorroneo en el conjunto del sistema podría ser muy conveniente no dejar al margen de las cotizaciones el resto del valor añadido (que no sean salarios) generados en cada actividad. Porque la aplicación de la maquinaria y la tecnología en muchas de ellas, al tiempo que ahorra tiempo de trabajo, empleo y salarios, está ampliando dicho valor añadido total.
Cambio de modelo de cotización
En la simulación que resumo en el siguiente recuadro se aplican (y coloreo) dos modificaciones al sistema actual de cotizaciones para el conjunto de España en 2018. Por un lado se reduce la carga sobre la masa salarial en diez puntos (del 28,2% al 18,2%) y, por otro, se incorpora un 10% de cotización sobre el resto del valor añadido (la parte que no son salarios) en cada actividad.
Cambio de modelo de cotización a la Seguridad Social. | Elaboración propia con datos del CNE del INE
La rebaja sobre salarios permitiría no penalizar a aquellas actividades más intensivas en empleo (algo que no debiéramos penalizar en los tiempos que corren), mientras su traslado al resto del valor añadido permitiría que las más automatizadas no se inhiban de aportar a nuestro sistema de protección social. Ni unos costaleros, ni otros gorrones. Esto se apreciará aún mejor en un ejemplo concreto que pondré a continuación.
Cierto que, siendo ambas cosas muy importantes no lo es menos que el sistema pasaría de unos ingresos del 11% al 13,2% del PIB. Porque lo que dejamos de recaudar como cotizaciones sobre salarios (que pasan de 120.000 millones a 77.000) lo compensarían con creces las cotizaciones sobre el resto del valor añadido (66.500 millones). Son dos puntos y dos décimas de mejora en la recaudación que permitiría no incurrir en déficit a nuestra Seguridad Social aquel año. Un déficit que el Gobierno estimaba en punto y medio del PIB.
Siendo además un cambio que año tras año mejoraría la recaudación del sistema de Seguridad Social en paralelo a la digitalización y automatización de muchas actividades. Un cambio de modelo en los ingresos que evitaría el actual órdago de recortar gastos en la duración y cuantía de las prestaciones. O, aún peor, plantearlo a cara de perro como un conflicto intergeneracional.
Ejemplo sectorial de este cambio de modelo
El sector de la energía ocupa en España a unas cuarenta mil personas de forma directa y es sin duda uno de los que menos empleo genera por volumen de facturación o de valor añadido generado. En el extremo contrario tenemos el sector de productos metálicos que ocupa casi a 250.000 personas. En un nuevo recuadro resumo la situación actual (año 2018) y la derivada de las dos reformas en el sistema que ya nos son conocidas.
Cambio de modelo de cotización a la Seguridad Social. | Elaboración propia con datos del CNE del INE
En la situación actual de cotizaciones exclusivas sobre los salarios, el sector más intensivo en empleo sale penalizado tanto en términos absolutos como relativos. Pero donde la discriminación se hace escandalosa es cuando la financiación a la Seguridad Social se pone en relación sobre el valor añadido en cada actividad. Energía no llega al 2%, mientras que productos metálicos aporta casi un 17%. Nueve veces más. Cabe recordar que la media de nuestra economía está en el 11%. Un sector nueve puntos por debajo y el otro seis puntos por encima. Gorrones y costaleros.
Sin embargo, con la simulación de la propuesta planteada no solo conseguimos una mejora global recaudatoria para el conjunto de la economía como ya quedó cuantificado. Ahora observamos que esa horquilla del 2% al 17% se reduce al 10,7% y 14,2% (en relación a una media del 13,2%). Unos dejan de ser gorrones y otros, en buena medida, costaleros.
Contemplado desde este nuevo punto de vista, las cotizaciones de los autónomos (que según nuestra Contabilidad Nacional son 15 de cada 100 empleos) debiera converger a ese 13% sobre su valor añadido. Y no hacia un modelo que solo toma la referencia salarial de los trabajadores por cuenta ajena, tal como asumía en un análisis anterior donde razonaba que la reforma de cotización a la Seguridad Social de nuestros autónomos debiera, entre otros objetivos de equidad interna y de progresividad, igualar el porcentaje de cotización de los trabajadores asalariados. Para no incentivar aún más procesos de desalarización ya en marcha y un gorroneo en la financiación de nuestra Seguridad Social.
Final
Cambiar una perspectiva que viene del siglo pasado tiene, reitero, tres ventajas nada despreciables. Primero, permite no incurrir en déficit al sistema y evita enfrentar a unas generaciones con otras. Segundo, no penaliza a aquellas actividades que más empleo humano directo soportan. Y tercero, incorpora como sustento de nuestra Seguridad Social a las fuerzas de la tecnología y de la ciencia que nos permiten generar más riqueza con menos trabajo humano directo. Fuerzas que no dejarán de ser a cada paso más determinantes en este siglo.
Es ésta una propuesta que tiene, además, una doble virtud en relación a mejorar las probabilidades de empleo de nuestros jóvenes. Por un lado porque evita focalizar la consecución del equilibrio financiero del sistema de pensiones en medidas que frenen el crecimiento del gasto, como la de diferir la edad efectiva de jubilación más allá de los 65 años (hasta los 75 para el ministro Escrivá). Algo que sin duda no ayuda a reemplazar esos empleos de los más mayores por jóvenes. Y, por otro, porque no penaliza por el lado de los ingresos las actividades más intensivas en empleo.
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En suma, se trata de poner la economía al servicio de los ciudadanos, y no a los ciudadanos como sufridores del crecimiento económico. Estamos ante una gran oportunidad: separar trabajo de seguridad social. ¿Trabajar más años en un mundo cada vez más automatizado? No, gracias.
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Albino Prada es investigador de ECOBAS y miembro del Consejo Científico de Attac. Esta propuesta se incluye en su reciente libro “Riqueza nacional y bienestar social”.