Plaza Pública
Tres claves para entender la geopolítica del desastre y buscar soluciones en Siria
1ª) El ataque de EEUU es ilegal y contraproducente
Donald Trump ha lanzado su primer ataque militar de envergadura. Lo ha hecho marcando estilo: primero se lo insinuó a la prensa y después bombardeó una base aérea del ejército sirio. Al parecer EEUU habría alertado a Rusia para que retirara su personal militar. El ataque ha sido unilateral, sin autorización del Consejo de Seguridad, contraviene la Carta de la ONU y representa una violación flagrante del derecho internacional. Las declaraciones del secretario general de la ONU, António Guterres, alertando del riesgo de una “escalada” tras el ataque de EE.UU. y pidiendo contención han sido inequívocas. Para llevar a cabo el ataque se han usado dos destructores con base en territorio español sin que nuestro gobierno haya cuestionado que se utilicen bases militares de soberanía compartida para lanzar operaciones ilegales.
Trump ha justificado su operación como respuesta al ataque con armas químicas que se produjo el martes durante unos bombardeos de la aviación siria en la localidad de Jan Seijun, en la provincia de Idlib en el norte del país, que causó la muerte de más de 70 personas, entre ellas 20 niños y niñas. Los organismos competentes para investigar el bombardeo con armas químicas son la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) y las Naciones Unidas, que debían identificar a sus responsables directos e indirectos. Esa era la respuesta que estaba obligada a dar la comunidad internacional. Reaccionar con más violencia y más violaciones del derecho internacional sólo entraña un riesgo grave de escalada militar que, como siempre, paga la población civil. Fuimos el primer partido político que lo dijo en España al tiempo que el Gobierno de Rajoy respaldaba a Trump. Después fue el propio secretario general de la ONU el que intervino para decir algo muy parecido.
2ª) La complejidad del conflicto sirio no permite soluciones “quirúrgico-militares”
La pluralidad de actores en el conflicto sirio no permite ninguna simplificación y desde luego no aconseja pensar en ninguna solución “quirúrgica”. Bashar al Assad y Rusia han buscado legitimidad internacional señalando al ISIS como su principal enemigo, pero el principal objetivo militar del régimen son los grupos de la llamada oposición siria, cuyas ambiciones democráticas iniciales han quedado sepultadas entre los bombardeos de Assad y el auge progresivo de los grupos yihadistas. La “democrática” Turquía directamente no combate al ISIS, sino a los independentistas kurdos que son los que de verdad se enfrentan al ISIS en busca de un espacio vital en Siria que les permita enfrentarse a Turquía. Los kurdos son conscientes de que la división del mundo árabe es su oportunidad para soñar un Estado propio. Arabia Saudí y EEUU tampoco tienen en el ISIS su principal enemigo; en el pasado lo financiaron y promovieron, identificándolo como radicalismo sunita que les era útil frente a su verdadero enemigo: Irán. Los iraníes sí pretenden contener al ISIS pero no destruirlo del todo, para evitar así la vuelta de una cierta coalición sunita que ya les dio problemas con Irak en tiempos de Sadam Hussein. Mientras, Israel disfruta del colapso de Siria viendo a Hezbollah peleando contra árabes, a Irán entregado a una guerra de resultados inciertos y a todos ellos olvidándose de la causa palestina. Cada actor persigue una agenda diferente. Todas se entrecruzan en una guerra multinacional cuyas consecuencias sufren, como siempre, los más vulnerables.
Con semejante escenario, pensar en soluciones quirúrgico-militares en una u otra dirección es de una enorme miopía (por no hablar de quienes presentan el conflicto sirio bien como una suerte de choque de civilizaciones, bien como una guerra imperialista). Lo que es evidente es que una vez más las apuestas netamente militaristas, como las adoptadas contra Al Qaeda en Afganistán e Irak, en nada garantizan que no se sigan usando armas químicas (el 90 por ciento de las cuales, por cierto, están en manos de las cinco potencias que forman el Consejo de Seguridad de la ONU), ni desde luego van a poder aportar una solución viable y justa al conflicto en Siria. Han sido estrategias fallidas que, al no abordar las causas que lo alimentan y financian, tampoco han podido afrontar con garantías la lucha contra el terrorismo internacional, generando una enorme inestabilidad en la zona. La militarización de la política es un fracaso, pues lo que pueden parecer victorias a corto plazo acaban en desastres.
3ª) Frente a la geopolítica del desastre sólo puede haber soluciones políticas
Tras seis años de guerra abierta, seguimos asistiendo a la destrucción de Siria y a gravísimas consecuencias para su población. Desde 2011, casi 500.000 personas han muerto como resultado del conflicto y 640.000 viven asediadas sin acceso a ayuda humanitaria. La mitad de la población siria ha tenido que desplazarse por la guerra, incluyendo cinco millones de personas refugiadas. Hemos visto bombardeos indiscriminados, uso de barriles dinamita contra la población civil, la utilización del asedio y la inanición como método bélico, falta de atención médica, bombardeos de hospitales (Médicos sin Fronteras denunció en 2015 94 ataques a 63 de sus instalaciones) y todo tipo de episodios de violencia, que constituyen gravísimas violaciones del derecho internacional humanitario.
La guerra de Siria es la punta de lanza de una espiral de barbarie y destrucción que, desde las invasiones de Iraq y Afganistán en 2001, arrasa las poblaciones de varios países de Oriente Medio y el Sahel. Tras décadas de colonialismo, regímenes autoritarios e intervenciones militares extranjeras, los alzamientos populares de 2011 fueron arrasados por un ciclo de guerras con apoyo y participación de potencias regionales y mundiales, el auge de grupos yihadistas que aprovechan el caos en Iraq y Siria para crecer y expandirse, la inacción de la comunidad internacional para frenar los flujos ilícitos de capital, personas y armas que alimentan estos conflictos, los poderosos intereses que entraña la rearticulación geopolítica de los mercados de materias primas, y el retorno de todo este desastre a Europa bajo forma de atentados indiscriminados.
Aviones sirios lanzan barriles bomba en zonas rebeldes en Hama pese a las advertencias de EEUU
Ver más
¿Qué hacer para frenar esa espiral desenfrenada de barbarie? Es urgente que entre todos los países involucrados en la guerra se ponga fin de una vez al padecimiento de la población civil, sin esperar a que sus opciones triunfen por la fuerza en una lógica que ha arrasado Siria e incendiado, aún más si cabe, otros conflictos. Tienen una responsabilidad específica los países miembros del Consejo de Seguridad; ni Rusia ni Estados Unidos pueden seguir amparando o justificando acciones que estén fuera de la legalidad internacional. Es más urgente que nunca que se respete el alto el fuego de diciembre de 2016: que cesen los ataques contra la población civil, se abran urgentemente corredores de ayuda humanitaria, se garantice de una vez que los hospitales y los trabajadores humanitarios no serán atacados. Los países garantes del alto el fuego –Rusia, Turquía e Irán–, apoyados por el resto de miembros de la comunidad internacional, deben ejercer influencia sobre las partes para evitar violaciones del alto el fuego y asegurar que llegue de inmediato ayuda humanitaria a la población civil.
Sólo un proceso de negociación política puede poner fin a esta espiral de atrocidades y crímenes de guerra y permitir una salida del conflicto en el marco de la resolución 2254, que incluye un proceso de transición política que establezca un nuevo sistema de gobernanza creíble, la redacción de una nueva Constitución, y la celebración de elecciones plurales, libres y justas bajo supervisión de la ONU. Esa resolución fue adoptada unánimemente por el Consejo de Seguridad en diciembre de 2015, y fue aceptada por las partes. Sólo en ese marco será posible impulsar mecanismos de justicia transicional para juzgar todos los crímenes cometidos en el país durante estos años y ofrecer un horizonte viable de solución del conflicto para el largo plazo.
El Gobierno español y la diplomacia europea, en vez de permitir que fuerzas extranjeras lancen desde nuestro territorio ataques militares que violan el derecho internacional y solo van a hacer peor el conflicto, deberían contribuir con todos sus medios a ese objetivo. España podría y debería ser un baluarte frente al tenebroso avance de esta geopolítica del desastre. _________________Pablo Iglesias es secretario general de Podemos; Julio Rodríguez fue Jefe del Estado Mayor de Defensa de España y es el responsable del Área de defensa de Podemos; y Pablo Bustinduy es secretario de Internacional de Podemos