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El Ojo Público

Simplemente, profesionales de TVE

Inmediaciones de la sede de RTVE con Torrespaña en el centro.

Jaime Olmo

Esto no va de audiencias; esto no va de política. No, esto va de los telediarios del lunes en TVE, promocionados como el aniversario de un año del primer estado de alarma de la pandemia. Magníficos, adelanto, no sea que se me olvide. Si no los vió -y es muy probable dado el seguimiento habitual- puede hacerlo en RTVE.es, aconsejo. Y eso que la actualidad, con el anuncio de Pablo Iglesias, estuvo a punto de desbaratar el trabajo y planificación de mucho tiempo. Pero no; tanto a las tres de la tarde como a las nueve de la noche se dio cuenta en los primeros minutos de la noticia, reacciones, y posibles derivadas. Hasta ahí, lo de todos los días, un telediario más. Lo importante vino a continuación.

Y lo que vino es la vida. Tal cual, la de unos y otros, la de todos. Por que a todos nos cambió la vida durante estos 365 días de encierros, miedos, muertes, ausencias, distancias, incertidumbres, dificultades económicas, paro, ruina paro muchos, colas del hambre, sin ni siquiera esas jornadas festivas donde recuperar emociones y alegrías, esos pequeños oasis que rompían la monotonía del año, y que este año se antojaban más necesarias que nunca.

Telemadrid vuelve a tiempos de Aguirre

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Y los telediarios de este lunes nos han traído este ayer al hoy de la mano de la gente, de personas con rostro y nombre: sanitarios, policías, marineros y pescadores, gente del campo y el sol, empresarios y empleados, el mundo de la cultura y el ocio; y, sobre todo, los más afectados hijos y familiares que perdieron a los suyos sin siquiera poder despedirse, sin poder acompañar esas últimas palabras, ese último aliento antes de la muerte. Pero no se trataba de recoger imágenes de ese ayer inolvidable, sino de confrontar con el hoy a través de recuerdos y emociones que contemplan un futuro aún tan incierto.

Y hasta aquí lo que se contaba y toca relatar el cómo se contaba. TVE ha viajado de Galicia a Valencia, de Andalucía a Madrid, Castilla, o el País Vasco, y ha puesto al frente de cada reportaje a los rostros más conocidos de sus informativos diarios: Carlos Franganillo aparecía con su pieza en el telediario de las tres de la tarde; Ana Blanco hacía lo propio en el de las nueve de la noche; Lara Siscar desde su Valencia natal, como Xabier Fortes desde su Pontevedra; y Ana Roldán, y Alejandra Herranz, y el resto de los más significados miembros de la redacción, con Arsenio Cañada, jefe de deportes desde el campo de fútbol del Eibar, allí donde se jugó el último partido con público; y, claro, Carlos del Amor para echar el cierre, como hizo durante el primer estado de alarma, hablando de lo mismo de entonces, de la vida. Y todos, como siempre, avalados por la gente de producción, realización, cámaras, técnicos de los últimos avances en grafismos, realidad virtual...

Y todos, simplemente, profesionales de TVE. Esos que, aunque lo sufran, trabajan al margen de las decisiones de los políticos. Esos que, mientras en el Senado se examinaba a los que habrán de ocupar la cúpula de la empresa designados por los partidos políticos, vigilaban que todo funcionara, como siempre, en los telediarios, desde Ana Blanco al que le acercaba el pinganillo, desde Carlos Franganillo a la maquilladora. Simplemente, profesionales de los Informativos de TVE.

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