El dilema del PP
El 23J reabre el debate nunca zanjado sobre Vox en el PP: ¿crecer por el centro o endurecer más el discurso?
Al Partido Popular le ha costado asimilar el resultado de las urnas del pasado 23J, con la victoria más amarga que se recuerda en la sede de Génova 13. La dirección del partido, con Alberto Núñez Feijóo a la cabeza, se sumió en un estado de shock la noche electoral porque no contemplaba otro escenario que el de alcanzar los números suficientes —junto a Vox— para llegar a La Moncloa. Las elecciones, a tenor de las encuestas que manejaban los conservadores, se presentaban como un mero trámite para consolidar el "cambio de ciclo" que había comenzado en las autonómicas y municipales. Sin embargo sus 137 diputados, sumados a los 33 de Vox, les dejan a 6 diputados de la mayoría absoluta y ninguna formación —a excepción de UPN— quiere pactar con los de Feijóo si en esa ecuación se incluye también a la extrema derecha.
En Génova se evita hacer autocrítica y la mayoría de los análisis coinciden en que Vox es un lastre para el PP, pasando de puntillas por la errática última semana de campaña del expresidente de la Xunta, y al hecho de que el candidato socialista, al que los conservadores ya daban por muerto, haya ganado casi un millón de votos respecto a 2019. La estrategia de "derogar el sanchismo" —la consigna repetida una y otra vez por Feijóo y su equipo—no ha dado el resultado esperado, puesto que Sánchez ha logrado activar a la izquierda contra todo pronóstico, incluido el demoscópico. ¿El culpable de esa movilización, según el PP? Vox.
La formación vuelve, así, al eterno debate instalado en el seno del partido desde el año 2018, cuando Vox irrumpió con doce escaños en el parlamento de Andalucía. El alma más dura de la formación propone perder cualquier escrúpulo a la hora de gobernar con la ultraderecha y sostienen que la única forma de desactivar a Vox es competir con ellos para dar la “batalla cultural” a la izquierda. En cambio, hay otro sector que sostiene que hay que ganar “por el centro” —que, según su lectura, han perdido en favor del PSOE en estos comicios— y, por tanto, la única forma de gobernar es plantarles cara y marcar diferencias.
La relación con Vox 'reaviva' a las dos almas del PP
Esas dos almas, la más próxima a los ultras y la más alejada, tienen liderazgos claros: Isabel Díaz Ayuso y Juanma Moreno. Es, en el fondo, el mismo debate que sacude al PP desde la caída de Mariano Rajoy en la moción de censura de 2018. El mismo, en realidad, que partió el partido en el Congreso de València de 2008. Moreno insiste en que ambos discursos son "compatibles" y “complementarios": "Cada uno tiene claro qué estrategia tiene que seguir. Ayuso hace un discurso que cala en Madrid. Y yo hago otro discurso en Andalucía que tiene sus matices, porque hay una realidad social distinta, y que cala también", explicó el pasado lunes en una entrevista en El Mundo.
Sin embargo, en esa misma entrevista el presidente de la Junta de Andalucía se contradecía al asegurar que la única forma que tiene el PP de llegar a La Moncloa es desde el centro: "La derecha no gobernará nunca per se. Gobernará el centroderecha. Sólo podemos hacerlo desde una amplia franja, que va desde los socioliberales hasta los conservadores", insistía, al tiempo que criticaba la "sobreactuación hiperbólica" de Vox en materias como la violencia machista, los derechos LGTBI o el cambio climático. "El PP tiene que marcar su posición, que es evidentemente mucho más permeable, mucho más transversal, mucho más en línea con lo que es España", resumía.
El sector duro, cuya máxima referente es Ayuso y que también bebe de las tesis de Esperanza Aguirre, critica que Feijóo dijese durante el tramo final de campaña "que prefería al PSOE que a Vox". "Eso creo que es muy difícil de vender al electorado del PP, que en gran parte es el mismo de Vox", aseguró la expresidenta madrileña, que ya sitúa a Ayuso como el futuro del partido. A su juicio, el PP tiene que defender que Vox es un partido "perfectamente constitucional", que tiene opiniones diferentes a las de los 'populares' pero con el que el pacto "es mucho mejor para España" que el del PSOE con Bildu.
El objetivo de ambas sensibilidades sigue siendo el mismo: reunificar bajo las siglas del PP todo el espacio de la derecha, como hizo José María Aznar en el año 2000. Esa es la única manera, reconocen en Génova, de llegar a la Moncloa. La figura de Feijóo ya ha demostrado que no tiene suficiente tirón como para atraer al voto útil a los electores de Vox. Y si los ultras no desaparecen, la soledad del PP en el Congreso les aleja de la mayoría que hace falta para lograr una investidura.
Reuniones en privado y reproches en público
La extrema derecha fue otro de los derrotados del 23J, tras dejarse más de medio millón de votos, superando por poco los 3 millones. Abascal lo fio todo a ser imprescindible para el PP y pasar a formar parte de Gobierno de la nación como ya ha ocurrido en varias autonomías, pero para ello necesitaban sumar una mayoría absoluta que no llegó. La misma noche electoral el presidente de Vox acusó al líder del PP del "blanqueamiento" del PSOE por ofrecerle "pactos de Estado" y pedirle que se se abstuviera en su hipotética investidura. También le reprochó haber hablado de "reparto de ministerios" y de no haber asistido al debate electoral en Televisión Española, lo que a su juicio "desmovilizó" a la "alternativa". El líder ultraderechista también cargó contra las "encuestas manipuladas" y, con especial énfasis, contra los "medios afines" al PP por "apelar de forma burda al voto útil" y contribuir a la "demonización de Vox"
El análisis de Vox en los días posteriores no se ha movido ni un ápice: culpan al PP de la campaña del voto útil que ha hecho perder "miles de votos" al conjunto del bloque que, repartidos de otra manera, hubieran dado forma a ese gobierno de coalición. El pasado lunes el portavoz de la formación, Jorge Buxadé, volvió a insistir en ese mensaje y cargó contra las palabras del presidente andaluz, a su juicio "gravísimas" y "erróneas". También recordó que Moreno llegó a la Junta gracias a Vox tras las elecciones de diciembre de 2018. "Lo primero que debería tener él, humildad para reconocer la realidad y darse cuenta de quién es su aliado y enemigo", señaló.
Feijóo trata de rearmar su estrategia electoral ante su única expectativa: que Sánchez no logre gobernar
Ver más
En medio de esos reproches cruzados, ha trascendido que Feijóo y Abascal se reunieron en privado la pasada semana para analizar los resultados del 23J. Ambos hablaron por teléfono la misma noche electoral, contactos que se repitieron varias veces, además de ese encuentro en persona. La reacción inmediata del PSOE, a través de su portavoz y ministra de Educación en funciones, Pilar Alegría fue pedir a Feijóo que aclarara "los detalles" de la reunión "secreta", ya que hasta la fecha se desconocen más detalles del encuentro, salvo que se produjo en un hotel ubicado en el norte de la capital.
El dilema de los barones que dependen de Vox
El pacto suscrito por Feijóo con los barones del partido cuando pusieron fin al mandato de Pablo Casado en 2022 garantizaba autonomía a cada territorio para tomar sus propias decisiones a cambio de un cierre de filas generalizado que le asegurase paz orgánica interna en su camino hacia La Moncloa. Esta estrategia también ha dejado a un PP dividido entre quienes se apoyan en Vox y, por tanto, dulcifican la imagen de la extrema derecha como el presidente valenciano, Carlos Mazón, que niega que el partido de Abascal sea "homófobo o machista" y otros que enarbolan un discurso más crítico como Moreno Bonilla, pese a que él mismo fue investido con el apoyo de Vox en 2018. En el primer grupo también se encuentra la presidenta extremeña, María Guardiola, que un primer momento rechazó cualquier pacto con la formación ultra y criticó con vehemencia algunas de sus posturas y después tuvo que tragarse sus palabras para dejarles entrar. También acaba de entrar en esa lista el exalcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, que este viernes ha ratificado un acuerdo con Vox para invertirlo presidente de Aragón.
Tanto el PP valenciano como el extremeño y el aragonés se han abrazado a Vox, siguiendo el ejemplo de Castilla y León. En Baleares la ultraderecha no forma parte del gobierno pero sí llegó con los populares a un acuerdo programático. En la Región de Murcia el partido exige gobernar en solitario aunque no tenga mayoría absoluta. Feijóo justifica todas las estrategias: compartir ejecutivos y desafiar a Vox, una posición y la contraria, al tiempo que abraza la solución cántabra elogiando a Miguel Ángel Revilla porque le va a permitir gobernar en su comunidad sin necesidad de acordar nada con los ultras. Lo que sea por una investidura, incluyendo a Vox como el "mal necesario". El líder del PP tendrá que decidir qué rumbo toma también en sus relaciones con Vox, después de haber fracasado en un intento de atraer a todo el electorado a la derecha del PSOE, el centro, la derecha y la ultraderecha.