Castilla y León se difumina en su día oficial, ahora en el punto de mira de Vox
Vox entró en su primer Gobierno autonómico en abril de 2022 y al año siguiente ya había logrado quitar el festivo del día de la comunidad. El 23 de abril de 2023, de manera insólita, los castellanos y leoneses fueron a trabajar, pero no lo hicieron el 25 de agosto, día de Santiago Apóstol, patrón de España. El Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León anuló ese cambio por considerarlo “arbitrario” y contrario al Estatuto de Autonomía. Este año, el 23 de abril es de nuevo festivo, pero la Junta, en poder del PP con la ultraderecha, ha hecho otro cambio inaudito y polémico: ha invertido 575.000 euros en programar un día de la comunidad troceado en 8 de las 9 capitales de provincia y otros tres municipios. En Valladolid no se celebrará esta nueva jornada de “carrera popular, casetas con comida típica y bailes regionales” porque es la provincia que alberga la convocatoria histórica de la que emana el día de Castilla y León: la fiesta de Villalar, donde en 1521 tuvo lugar la batalla que descompuso la revuelta de los comuneros de Castilla contra Carlos I.
Al alcalde de Villalar ya apenas le sorprende nada de la Junta. “Cada año nos toca vivir un acontecimiento distinto en este afán, aunque digan que no quieren hacer sombra a Villalar”, cuenta a Infolibre Luis Alonso Laguna, que no ha fallado ni un año a la cita en la campa –originalmente las eras– de Villalar, incluso cuando en 1976 todavía era una fiesta ilegal y reprimida por el franquismo. “Es muy difícil que nadie acabe con Villalar, no se puede acabar con Villalar”, asegura, tras repasar el historial de altibajos en el apoyo institucional a la fiesta. José María Aznar, madrileño, ya quiso desvirtuar Villalar cuando llegó a la presidencia de la Junta en 1987: propuso hacer la fiesta itinerante por todas las provincias, pero no cuajó la idea. “Aznar nunca pisó Villalar y ese intento tuvo un efecto bumerán, consiguió que viniera más gente”, dice Laguna, que lleva siendo alcalde de este pueblo de 400 habitantes 13 años, ocho con el PSOE y cinco con Independientes por Villalar.
Ciudadanos, con quien gobernaba el PP la Junta antes de Vox, sí logró abrir una grieta para desdibujar la fiesta oficial del 23 de abril, día establecido por el Estatuto en su artículo 6. La Fundación Villalar, encargada de organizar la conmemoración anual, pasó a llamarse Fundación Castilla y León, con el argumento de que todos los ciudadanos no se sienten representados con el nombre “Villalar”. Ahora esa entidad la dirige el presidente de las Cortes, Carlos Pollán (Vox). El PSOE y Comisiones Obreras han anunciado esta semana que la abandonan porque no quieren ser “cómplices” del uso que la ultraderecha hace de la Fundación para difundir su ideología. “Vox ejecuta, pero (Alfonso Fernández) Mañueco está muy a gusto con la ultraderecha. Ya empezó a diluir Villalar con Ciudadanos en 2019. Ha vendido a Castilla y León y a los castellano y leoneses, sobre todo a las castellano y leonesas, a cambio de poder”, dice Patricia Gómez Urbán, viceportavoz del PSOE en las Cortes.
Dos presidentes de la Junta sí apoyaron Villalar: Demetrio Madrid (1983-1986), socialista, y Juan Vicente Herrera (2001-2019), del PP, según indica el alcalde del municipio, que ha visto la gestión de todos desde los inicios de la celebración. “El PP de Mañueco es un PP que está en contra del PP anterior, que no respeta lo que está en el Estatuto. Hay una serie de partidos, sindicatos, colectivos y asociaciones que asumimos el papel que le correspondería a la Junta”, apunta Juan Gascón, coordinador de IU en Castilla y León. “Cada vez es más difícil mantener un diálogo mínimamente constructivo con este Ejecutivo, secuestrado por la radicalidad de los mensajes y los hechos de la extrema derecha, pero seguiremos dirigiéndonos al presidente para exigirle que se libre de su socio de gobierno, restituya la corrección política, el diálogo, la cordura”, dice el manifiesto de Villalar de este año, firmado por PSOE, IU, Podemos, CCOO, UGT, la Intersindical de Castilla y León CAVECAL, Coordinadora de Mujeres de Valladolid, Fundación Triángulo y TRADECyL. Cualquiera que haya estado en Villalar sabe que es una celebración sociológicamente de izquierdas. Vox la puso enseguida en su mira: “Los demás partidos están en su derecho de asistir al aquelarre de extrema izquierda que se organiza en la campa de Villalar con la excusa del día de la comunidad, pero que nadie diga que hay un deber legal de asistir a ese macrobotellón, porque es mentira", dijo Juan García-Gallardo en 2023 para justificar su ausencia como vicepresidente de la Junta.
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La fiesta oficial de Castilla y León tiene un obstáculo más profundo que la desatención o los ataques institucionales: la ausencia de una identidad fuerte y compartida. Para escribir este reportaje, se envió un pequeño cuestionario a más de 100 personas de distintos perfiles de las 9 provincias: ninguna dijo sentirse sobre todo castellano y leonesa. La mayoría expresó que su primera identidad es su provincia, su ciudad o incluso su pueblo o comarca. Quienes viven fuera dijeron que se presentan sobre todo como españoles. Algunos se reivindicaron como castellanos y otros como leoneses. “Este fenómeno puede estar relacionado con varios factores, como la extensión geográfica de la comunidad, su diversidad interna y la historia de la región como un conjunto de territorios con identidades propias que fueron unificados administrativamente”, explica José Luis de las Heras Santos, decano de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Salamanca. “Castilla y León es una comunidad histórica y cultural que tiene su origen en los antiguos Reinos de León y de Castilla y ha contribuido de modo decisivo a la formación de España como nación”, indica el artículo 1 del Estatuto.
Quienes no se sienten en absoluto apelados por Villalar y sufren más cuando escuchan “Castilla-León” o “castellanoleonés” son los leonesistas. El gentilicio que establece el Estatuto es “castellano y leonés”, aunque la RAE recomienda “castellanoleonés” por razones lingüísticas. Este es un tema sensible en la comunidad. Partidos como PSOE e IU hablan de una comunidad con dos regiones. La Unión del Pueblo Leonés (UPL) propone dos comunidades: “Que se forme una con León, Zamora y Salamanca, que es la región leonesa que existía cuando se aprueba la Constitución, separada de Castilla la Vieja (que incluía provincias que hoy no están en Castilla y León). Crearon una autonomía que no existía como región”, defiende Carlos Javier Salgado, presidente de UPL. Y añade: “Es absurdo mantener un invento que no aporta beneficios al territorio, la región leonesa tiene la peor evolución de toda Europa”. Abel Vergara González tiene 26 años y no cree llegar a ver la autonomía leonesa. “Soy pesimista en este tema, la forma de conseguir la autonomía es súper complicada, lo veo imposible. Pero me parece que una mayoría de los leoneses sí querrían una autonomía incluso uniprovincial”, opina este joven de Boñar, uno de los activos tuiteros que tienen el icono del león y se presentan como leonesistas. El leonesismo es fuerte en León, pero no así en Zamora y Salamanca.
El castellanismo es más complejo de delimitar. La perdiz roja, una iniciativa de tres jóvenes, lo trata de impulsar desde la pandemia. “Volví a Dueñas (Palencia) durante el confinamiento y tuve una reconexión con el campo. Entonces surgió la idea y enfoqué mi trabajo de fin de máster en esa falta de identidad y de sentimiento castellano en mi generación. Cada provincia tira para su lado”, explica Carmen Abril, una de las fundadoras. La perdiz roja, un guiño a Miguel Delibes, tiene una revista digital, organiza eventos en castillos y ha esparcido por el mundo un mensaje en la espalda de los jóvenes emigrados: la camiseta Make Castilla Cool Again ha sido un éxito que no esperaban. Empezó como una broma irónica parafraseando el lema de Donald Trump, aunque se desmarcan totalmente de su figura. “Nosotros no decimos hacerla great, grande, sino cool, más guay, más contemporánea”, aclara Abril. “La gente lo ha acogido con muchas ganas, había necesidad, lo nuestro es un castellanismo, un regionalismo de supervivencia. Resucitar un sentimiento para que la gente no se vaya”. Sobre todo envían camisetas a Madrid y a Barcelona, donde trabajan muchos jóvenes de Castilla y León. El proyecto es una respuesta a la despoblación. “Tiene muchas causas–esgrime la profesora de sociología–, pero una también es la desvinculación y falta de identificación de los jóvenes, crecer con el objetivo de marcharnos. No defendemos una Castilla geográfica, sino animar a que se queden aquí”.