Independentismo
Catalunya en contexto
CTXT se presentó el lunes 7 de septiembre en Barcelona, en un acto celebrado en el centro cívico Pati Llimona. El director de este semanario, Miguel Mora, desgranó los pormenores de la iniciativa e hizo hincapié en sus dos motivos principales: la recuperación del periodismo independiente y la aproximación reposada a la realidad, sin las prisas de la última hora. Una apuesta, en suma, por poner las cosas en contexto.
Precisamente ese fue el espíritu que alimentó el debate que se produjo a continuación sobre la situación catalana ante el próximo 27-S. Los invitados fueron Lluís Rabell, cabeza de lista de Catalunya Sí que es Pot; Toni Comín, miembro de Junts pel Sí a propuesta de ERC, y Antonio Baños, cabeza de lista de la CUP. Les flanquearon la periodista Soledad Gallego-Díaz y el sociólogo Ignacio Sánchez-Cuenca, ambos del consejo editorial de CTXT. Y ejerció de moderador el escritor Guillem Martínez, autor de un enjundioso y provocativo resumen del Procés Català.
Martínez lanzó la discusión con una cuestión polémica: “¿Ha existido el proceso?” Rabell contestó con un rotundo sí. Es cierto, reconoció, que Convergència ha cabalgado sobre el proceso para apropiarse de él y salvarse a sí misma, pero este no se agota en esa maniobra. Estamos ante un cambio de época fruto de la crisis global y del agotamiento hispánico de la cultura de la Transición. En este sentido, el soberanismo comparte matriz con el 15-M: es “la forma catalana de la crisis global”. Toni Comín sostuvo que la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Catalunya supuso el fin de la esperanza en la vía reformista. Para él, el proceso es “el último capítulo del catalanismo político”. Antonio Baños defendió que el proceso tiene un germen popular, y por tanto un potencial transformador, además de un sesgo izquierdista. Según él, la clave es que la ciudadanía catalana ha adquirido una nueva conciencia política, mucho más cívica que identitaria. Como prueba de este carácter popular adujo que los partidos tradicionales se han visto laminados por el proceso, que se revela como una piedra de toque.
Apoyándose en un artículo de Andreu Missé, Martínez subrayó los estragos de la austeridad en Catalunya: “¿Supone el proceso un aplazamiento de la agenda social?”. Rabell manifestó su preocupación por los recortes que ha sufrido la sociedad catalana y apuntó que la reconfiguración social dependerá de la expresión política que la encauce, de modo que, si está liderada por Mas, será difícil que lo social adquiera la preponderancia que merece. Los otros dos se mostraron más optimistas. Comín puso de relieve que, según las encuestas, la izquierda independentista será mayoritaria en el próximo Parlament, lo que allanará el camino al relato socialdemócrata del proceso. Además, inquirió: “¿Por qué se dice siempre que al hablar de nacionalismo se expulsa el hambre del debate y al hablar de federalismo no?”. Baños arguyó que el proceso no solo no ha aplazado la agenda social, sino que la ha puesto en primer plano, ya que ha despertado la soberanía popular ―que no nacional― de Catalunya.
Ignacio Sánchez-Cuenca destacó la excepcionalidad del caso catalán, apenas con precedentes históricos comparables, y demandó cómo reconciliar las grandes expectativas populares con esa singularidad. Rabell argumentó a favor de la vía escocesa. El referéndum, que su grupo defiende, es en sí mismo un éxito, ya que reconoce como sujeto político a quien lo convoca. Comín alegó que las ciencias sociales no son como las naturales, y que por tanto la ausencia de precedentes no determina el futuro. Además, se hizo eco del sentir popular según el cual “parece más difícil el federalismo con el PP que la declaración unilateral de independencia”. Baños comparó el caso de Escandinavia, que no apostó por la unidad nacional, con España e Italia, que sí lo hicieron, para concluir que aquella opción supuso una mayor paridad territorial. En cualquier caso, dejó claro que no contempla otra vía hacia la independencia que la ruptura con el Estado y la desobediencia.
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Soledad Gallego-Díaz comentó que igual que los participantes en el debate habían hablado de independentistas de derecha y de izquierda, deberían aceptar que también existen voces contra la independencia que proceden de la izquierda y no exclusivamente de la derecha, como a veces se quiere hacer creer. Además, Gallego-Díaz preguntó cómo se resuelven los problemas sociales con Mas en la presidencia, cuestión que los invitados aprovecharon para resumir sus perspectivas. Rabell mantuvo que un gobierno que socava sus bases con recortes no logrará la cohesión social suficiente para afrontar un trance como la independencia. Pero la cohesión interna no basta, también hay que debilitar al adversario, y este no es otro que el PP. Por eso no es juicioso granjearse la enemistad de la izquierda española. Porque, se quiera o no, habrá que negociar con el Gobierno de España. Comín apostó por pensar a largo plazo. La tutela de Mas sobre el proceso no durará siempre, y una Catalunya independiente y socialdemócrata podrá incluso ser beneficiosa para los demás pueblos de España. Antes había reconocido ya que la presencia de ERC en Junts pel Sí es meramente estratégica. Hay que contar con CDC para poner en marcha el proceso, pero hay que arrinconarla después. Baños coincidió en la irrelevancia de Mas en un proceso constituyente, pero, contrariamente a Comín, declaró: “Tenemos prisa”. De ser por ellos, ese proceso empezaría el mismo día 28.