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Violencia machista

Cinco reflexiones sobre el sexismo y sus consecuencias

Imagen de una manifestación feminista.

Francia reflexiona sobre el sexismo y sus consecuencias para la mitad de la población. El Alto Consejo para la Igualdad entre las Mujeres y los Hombres (HCE, por sus siglas en francés), publicó el jueves el primer informe [consultar en este enlace] sobre la situación del sexismo en el país vecino. Además del trabajo entre la ciudadanía, el organismo francés explica de forma exhaustiva las bases sobre las que se construye el sexismo, las formas que adopta y los efectos que tiene para las mujeres. El análisis, extrapolable a cualquier sociedad más allá de las fronteras galas, trata de arrojar luz sobre una realidad bien asentada en todos los espacios. Éstas son cinco de las reflexiones que dibujan los autores del documento:

  1. ¿Qué es el sexismo?

Si bien el término de "sexismo" es relativamente reciente, observan los investigadores, sus manifestaciones "son ancestrales". El estudio cita en primer lugar a uno de los mayores referentes en los estudios de género, Simone de Beauvoir, para recordar que la filosofía, el psicoanálisis, la biología y la medicina ha buscado tradicionalmente la manera de legitimar una supuesta inferioridad de las mujeres, así como los roles, las normas y los estereotipos de género que a ello se han asociado.

A nivel puramente lingüístico, el sexismo, a diferencia del racismo, no está percibido como una ideología. El estudio hace referencia a la definición que de él hace el diccionario Larousse, pero lo mismo ocurre con la Real Academia Española (RAE). Mientras que el racismo es definido en su segunda acepción como una "ideología o doctrina política", no ocurre lo mismo con el sexismo, entendido como una "discriminación de las personas por razón de sexo". Para los autores del informe, esto esquiva "la noción de jerarquía y de creencia en la inferioridad de las mujeres frente a los hombres", lo que constituye un reflejo de "la tolerancia social o la falta de conocimiento del sexismo frente a otras formas de opresión". 

El Consejo propone, por ello, una definición alternativa: "El sexismo es una ideología que descansa sobre el postulado de inferioridad de las mujeres respecto a los hombres, por un lado, y por otro lado es un conjunto de manifestaciones: gestos, comentarios, prácticas y comportamientos, desde los aparentemente inofensivos a los más graves. Estas manifestaciones tienen como objetivo deslegitimar, estigmatizar, humillar o violentar a las mujeres y tienen efectos sobre ellas".

  2. ¿Cómo se articula?

Los estereotipos de género que imperan en todas las sociedades, considera el organismo, alimentan la discriminación y sirven para legitimar, posteriormente, las desigualdades. No son, dice, "fuente de desigualdades, sino que sirven al sexismo: no habría estereotipos de género sin sexismo, de la misma forma que no habría estereotipos de raza sin racismo". Son por tanto la columna vertebral de un sistema desigual basado en la dominación de los hombres sobre las mujeres.

Aunque la ley "garantiza la igualdad entre mujeres y hombres, en la práctica las manifestaciones de sexismo siguen estando muy presentes y dan lugar a desigualdades" entre hombres y mujeres. Estos desequilibrios tienen que ver, cita el informe, con el mundo laboral –brecha salarial–, el reparto de las tareas domésticas o incluso la brecha de las pensiones, entre otras. El motivo de su inmovilidad y difícil erradicación se explica a través del arraigo de los estereotipos de género en "el imaginario colectivo", de manera que "condicionan nuestros comportamientos, desde las edades más tempranas". La idea de que las mujeres son más sensibles y los hombres más fuertes, por ejemplo, es una muestra clara de ello.

La discriminación que se produce como consecuencia de tales estereotipos afecta a las mujeres de forma diversa y teniendo en cuenta "el lugar que ocupa cada persona en las relaciones de poder según su género, color de piel, origen o cultura", pero también "según su clase social u orientación sexual". Es por ello que se hace fundamental una "interseccionalidad que permita aprehender las discriminaciones y las violencias específicas de las que pueden ser víctimas las mujeres racializadas, lesbianas, obreras o en situación de exclusión".

  3. manifestaciones sexistas

Desde las más cotidianas a las más graves, reza el informe, todas las manifestaciones de sexismo tienen características comunes. El comportamiento de los autores o agresores, que son "en su mayoría hombres", se basa en "la suposición implítica o explícita de la inferioridad de las mujeres", que se constituyen como "las principales víctimas".

El sexismo se expresa tanto en las normas sociales como en los actos individuales, siendo lo primero columna vertebral a la hora de regir y estructurar la sociedad. De ahí su importancia. Entre las normas o dictados sociales salpicados por el sexismo, se encuentra en una posición especialmente destacable todo aquello relativo al lenguaje. El estudio habla del masculino genérico, que muestra en francés, del mismo modo que ocurre con el español, una falsa apariencia de neutralidad e invisibiliza a las mujeres. El lenguaje está asimismo repleto de expresiones sexistas, algunas explícitas y otras más sutiles, que sirven para reforzar los estereotipos de género.

En el espacio público, los autores del informe se refieren al "gasto público desigual" o a las carencias, en materia de igualdad, que esconden las leyes; además de la infrarrepresentación de ellas en territorio político o en el arte y la cultura. Tampoco se salvan los medios de comunicación y la publicidad. Reparan, en este sentido, en la ausencia de mujeres al frente de los medios, la representación estereotipada de ellos y ellas, la sexualización de las mujeres "en un contexto inapropiado" o los lemas publicitarios "denigrantes basados en roles de género" que en ocasiones incluso banalizan la violencia. En los medios, además, critican un "análisis insuficiente de carácter sexista", debido a que "raramente se hace mención a elementos explicativos por parte de expertos o asociaciones especializadas", de manera que se cae en "la justificación" de la violencia o se repara excesivamente "en las circunstancias de la agresión, descritas como una relación de causa y efecto". Al final, censuran, "la responsabilidad se diluye entre la víctima y el agresor".

En cuanto al mercado, los juguetes y la ropa están habitualmente marcados por "normas y roles de género", lo cual resulta especialmente grave por tratarse de "agentes que permiten incorporar códigos de socialización" desde las edades más tempranas. En este contexto se sitúa además la conocida como tasa rosa, es decir, la diferencia de precio entre dos productos similares o idénticos pero dirigidos específicamente a mujeres u hombres.

Respecto al comportamiento individual, los franceses prestan especial atención a un tema que genera intensos debates: la caballerosidad o galantería. Que un hombre ceda el paso a una mujer, que se ofrezca a llevar sus maletas o le abra la puerta, ¿son manifestaciones sexistas? Los expertos no lo dudan. "La caballerosidad descansa sobre la asimetría de los géneros, es la contraparte de las sociedades patriarcales, cuyo objetivo es mantener a las mujeres en su estado de sometimiento", dicen. Simbólicamente, esos gestos permiten por un lado "poner en valor la fuerza física de los hombres, signo de virilidad y por lo tanto de pertenencia al grupo dominante", y por otro lado funciona como forma de posicionar al varón en un lugar activo y a ella en uno pasivo. Revela, de esta manera, "una forma de sexismo particularmente eficaz para mantener relaciones de dominación".

  4. discriminación Directa, indirecta y sistémica

Tras los estereotipos de género y las manifestaciones sexistas se sucede otro fenómeno: la discrimación. Las voces que componen el estudio hablan de tres tipos de discriminación: directa, indirecta y sistémica. La primera de ellas tiene que ver con acciones deliberadas que además cumplen uno o más criterios prohibidos por la ley, de manera que, según los casos, puede ser objeto de sanciones penales. Se trata de aquellas situaciones específicas más graves que soporta una mujer por el hecho de serlo o, por ejemplo, durante el embarazo.

La indirecta, por contra, dibuja una práctica neutra en apariencia "pero que puede conducir" a una "desventaja particular" que no resulta "objetivamente justificable por un propósito legítimo", aunque en este caso no se trata de acciones punibles. Un ejemplo paradigmático de ello es la ausencia de mujeres en reuniones importantes dentro de la esfera laboral.

La discriminación sistémica, finalmente, se cobija en "los procesos que producen y reproducen roles sociales desiguales en función de la clase, raza o género". Habitualmente se trata de procesos "invisibles" o sutiles que finalmente son los encargados de "asignar un lugar en la jerarquía social" y del que la ciudadanía no siempre es necesariamente consciente. Un tipo de discriminación sutil que encuentra su base en los estereotipos, prejuicios y "dictámenes relativos a una categoría particular de personas".

  5. Consecuencias

Las consecuencias del sexismo, y por tanto de la discriminación que soportan las mujeres, son múltiples. "Todas las formas de sexismo tienen consecuencias más o menos importantes y perdurables sobre las dimensiones psicológicas de las personas, como su autoestima", citan las personas firmantes del estudio. La merma de la confianza o los comportamientos de autocensura son algunos de los signos más claros.

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También el sexismo "obliga a las mujeres a modificar sus comportamientos y adoptar estrategias de evasión, que son múltiples y diferentes". Ocurre, por ejemplo, en el transporte público, a menudo espacio hostil para ellas. Las usuarias "se organizan consciente o inconscientemente para poner en práctica estrategias que eviten el acoso y la violencia sexual". Modificar hábitos y cotidianidad, también en las calles, es una de las principales consecuencias de las mujeres que se ven expuestas al acoso por motivos de género en todas las esferas.

Existen, del mismo modo, secuelas especialmente graves para la salud femenina. La violencia sexual es una de las expresiones de violencia de género más sangrantes y sin embargo más estigmatizadas. La existencia de efectos sobre la salud física y mental de las mujeres es algo evidente, aunque la formas que adoptan resultan variadas. "Los comportamientos de riesgo disociativos se producen cuando las víctimas no se benefician de un apoyo y una atención específicas y adaptadas", explican los expertos citando a especialistas en salud. La doctora Muriel Salmona, psiquiatra y presidenta de la asociación Memoria traumática y victimología, "descubrió que las víctimas utilizan un estado de disociación para controlar el sufrimiento relacionado con el trauma en un intento de autotratarse: esto les permite aislarse de sus emociones, distanciarse del trauma y escapar de la carga de ansiedad y malestar".

Las consecuencias a nivel físico y psicológico pasan por expresiones como trastornos del sueño, lesiones, migrañas, náuseas, fatiga, problemas sexuales o mutilación autoinfligida, citan los autores. Secuelas de especial gravedad que impiden a las mujeres vivir una vida digna y que se alimentan de toda una estructura basada en estereotipos ampliamente normalizados. Una realidad que no entiende de fronteras.

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