Clases altas atraídas por la costa y trabajadores del sector servicios: así es la comunidad rusa en España
Cuando aterrizó en España, Ana tan solo era una cría. Con siete años, dejó atrás su Moscú natal para comenzar una nueva vida junto a su madre a cuatro millares de kilómetros de su país. Su padrastro acababa de fichar por un equipo de fútbol español. Uno de esos clubes asociados a una capital de provincia que nunca ha tenido la suerte de competir en la división de oro. "Luego, nos fuimos moviendo a medida que iba cambiando de equipo", cuenta la joven, que pide mantenerse en el anonimato con un nombre ficticio. Vivió en Asturias, Madrid o la Comunitat Valenciana. Allí empezó a estudiar arquitectura. Y aunque no llegó a terminar la carrera, eso no le ha impedido enfocar por ahí su futuro profesional. Trabaja en una firma dedicada a llevar a cabo proyectos de interiorismo. Entre su cartera de clientes, compatriotas.
La comunidad rusa en España es la segunda más grande de toda la Unión Europea, solo superada por Alemania. En 2021, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, residían en nuestro país 79.485 personas procedentes del país euroasiático. Es cierto que representan menos del 1,5% de los ciudadanos extranjeros que residen en suelo español. Pero también lo es que ha ido en aumento durante la última década. En 2010 la cifra se situaba en las 49.820 personas. Es decir, que ha crecido desde entonces casi un 60%. Y lo ha hecho de forma progresiva y continuada –solo ha disminuido en el último ejercicio–. Tanto, que ni siquiera la crisis sanitaria logró ponerle freno. De hecho, en el año negro de la pandemia se registró el pico máximo de personas de origen ruso empadronadas en España a lo largo de la última década.
Buena parte se concentra en el litoral mediterráneo. Solo entre Andalucía, Comunitat Valenciana y Cataluña acumulan casi ocho de cada diez ciudadanos rusos que residen en España. Las provincias costeras son, de largo, las más atractivas. Un 20,8% vive en Alicante. Le siguen Barcelona, con un 19,7%, y Málaga, con un 9,3% del total. "Yo creo que el buen clima y el nivel de vida es lo que más les atrae", reflexiona Ana, que pasó casi una década residiendo en suelo alicantino. El contraste es enorme en comparación con el interior. En Castilla-La Mancha, Castilla y León o Extremadura la proporción ni siquiera llega al 1%. Solo Madrid se escapa de esta lógica. En la comunidad autónoma estaban empadronados el pasado año 4.715 ciudadanos de origen ruso. Casi un 6% del total.
Ricardo Bocanegra es un conocido abogado de Marbella. Como fundador de la Gestoría Bocanegra, lleva desde comienzos de la década de los ochenta centrado en cuestiones de extranjería: permisos de residencia, de trabajo, las famosas Golden Visa... Los nacionales rusos no suponen la mayor parte de su clientela, ni mucho menos. Sin embargo, después de casi cuarenta años de trabajo, conoce bien la comunidad. "Suelen ser empresarios o profesionales de clase media-alta o alta. Personas jóvenes de más de treinta años con hijos en edad escolar a los que llevan a colegios internacionales", señala el letrado. Por lo general, dice, son ellas, que suponen el 66% de la población rusa en suelo español, las que se establecen aquí de forma permanente. Ellos, completa, van y vienen en función de los negocios.
El perfil que ofrece Bocanegra coincide con el que aporta Ana en función de su cartera de clientes. "Yo me suelo encontrar con una clase media alta; también, quizá, por el tipo de proveedores con los que nosotros trabajamos. Gente con negocios o con empleos estables que pueden permitirse hacer una inversión de este tipo", señala. El abogado apunta que no pertenecen a un sector laboral concreto. Hay de todo. Desde abogados a propietarios de cadenas de supermercados o de restaurantes. "Es así en más del 90% de los casos. Lejos de lo que se cree, los multimillonarios u oligarcas no son los más comunes", asevera al otro lado del hilo telefónico. Lo que no quiere decir, por supuesto, que no los haya. Al menos 11 de estos oligarcas tienen o han tenido en los últimos años intereses en España.
El sector inmobiliario
La Gestoría Bocanegra dispone también de un área centrada en el asesoramiento inmobiliario. Tanto para empresas como para particulares. Cuenta el letrado que estos ciudadanos, por lo general, buscan propiedades en "urbanizaciones". Da igual que sean pisos o casas siempre que formen parte de un recinto cerrado. Viviendas "buenas" que salpican todo el litoral español con precios que se mueven en el entorno del medio millón de euros. La cifra no es baladí. La Ley de Apoyo a los Emprendedores y su Internacionalización permite a cualquier ciudadano extranjero obtener un visado de residencia para uno o dos años –ampliable– cuando se adquieren propiedades por valor de 500.000 euros. Un mecanismo del que se han beneficiado casi un millar de ciudadanos del país euroasiático.
España era antes de que estallara la pandemia el principal destino elegido por los compradores rusos a la hora de adquirir una vivienda en el extranjero, por delante de Bulgaria o Turquía, según un informe del ICEX. Por lo general, se decantaban por los inmuebles de más de 100 metros cuadrados. El cliente ruso se gastaba entonces de media unos 1.800 euros por metro cuadrado, algo por encima del precio medio a nivel nacional. Y juega un papel importante en el mercado inmobiliario de lujo. El pasado año cerraron 150 compras de propiedades con un valor por encima del medio millón, según los datos del Colegio de Registradores. Fue, en aquel ejercicio, la segunda nacionalidad que más inmuebles de este tipo adquirió en nuestro país.
El sector servicios
Aunque el padrón del Instituto Nacional de Estadística cifra esta comunidad en 79.485 personas, lo cierto es que el número de trabajadores rusos afiliados a la Seguridad Social en alta laboral es mucho menor. En el año negro de la pandemia, últimos datos disponibles del Ministerio de Trabajo, la media anual fue de 19.922 personas, de las que siete de cada diez eran mujeres. La inmensa mayoría, el 83,7%, se concentraba en el sector servicios, seguido por la construcción o la industria, con un peso algo superior al 6% cada una. Es algo que se ha mantenido prácticamente inamovible en la última década. En 2011, el porcentaje de trabajadores rusos que se dedicaban al sector terciario apenas estaba un punto por debajo del actual.
"Claro que hay también clase trabajadora", apunta Bocanegra. Habla de electricistas, fontaneros, albañiles. También de pequeñas y medianas empresas. "Curiosamente, la mayoría de estos pequeños empresarios que se dedican a las reformas tienen plantillas conformadas por ciudadanos ucranianos", dice el abogado. Y, por supuesto, hace mención a la hostelería. "Tenemos desde bares o restaurantes hasta tiendas, con mucho éxito entre la comunidad, que se encargan de vender productos relacionados con la gastronomía rusa", explica.
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En pleno centro de Madrid, en el barro de La Latina, se encuentra el Rasputín. Siempre se había presentado como un restaurante ruso, uno de los pocos de la capital. Hasta que estalló la guerra en el este de Europa y se vio obligado a cambiar la descripción de siempre. "La gente empezó a poner reseñas de una estrella, a escribir que nadie debía dar su dinero a negocios rusos y a subir fotos de la guerra: de edificios derruidos y de tanques. (...) Fui a Google, reporté las reseñas y las borraron bastante rápido. (...) Y luego pensé: lo voy a poner como ucraniano. Yo soy ucraniano, mis padres están allí y es una forma de alejar la negatividad", explicaba Sergiy Skorhkvatov, el dueño del local, a El Periódico de España hace justo una semana. El cocinero principal es español. El resto, como Skorhkvatov, ucranianos.
En los últimos días, la Unión de Organizaciones de Compatriotas Rusos en España y Andorra emitió un comunicado en el que avisaba sobre una creciente ola de rusofobia. Y ponía el foco en los más pequeños. "Les es imposible entender el trato vejatorio que están recibiendo por sentirse rusos o hablar ruso, que sufren actualmente en los centros educativos y en otros ámbitos por toda la geografía española, utilizando en contra de ellos los acontecimientos de los últimos días, fomentando el odio, la intolerancia y el acoso, valores tan contrarios a la sociedad española que destruyen su democracia sólida y madura", apuntaban en un comunicado.
"Algunos clientes rusos se muestran preocupados por este tema", dice Bocanegra. Aunque, por el momento, cree que es más el temor que hechos consumados. Lo que no quiere decir que no tenga constancia de algún caso puntual. Hace mención a una madre que decide borrar a sus hijos de una escuela de ballet de la zona solo para que no esté cerca de rusos. O a alguna que otra pintada cerca de emisoras para rusoparlantes. "Y eso que cuando hablan contigo en privado te dicen que están avergonzados por la imagen que se está dando", cuenta. Ana, sin embargo, asegura que no ha tenido "problema" ni ha "sentido rechazo". Tampoco su madre, que actualmente reside en una gran ciudad del sur. Al fin y al cabo, "los españoles y los rusos estamos acostumbrados a convivir". Y ella lo sabe mejor que nadie.