LA TOMA DE POSESIÓN DE Sheinbaum

El debate partidista se impone a la reflexión sobre qué gestos puede ofrecer España sobre la conquista

La presidenta electa de México, Clauda Sheinbaum

Claudia Sheinbaum se convierte este martes en la primera presidenta de México. Un hecho sin precedentes, pero en el que no habrá ningún representante del Gobierno español. La razón: la exclusión del rey Felipe VI en el traspaso de poder al no haber contestado a la carta que le remitió Andrés Manuel López Obrador en 2019 para pedir perdón por la conquista. Un choque entre los dos Ejecutivos con tintes históricos pero que se mueve también en las coordenadas de la política actual y los asuntos domésticos.

Andrés Manuel López Obrador abrió esta brecha hace más de cinco años a pesar de las buenas relaciones comerciales y políticas que mantienen los dos países poniendo frente al espejo la historia. Su sucesora ha decidido desde el primer minuto colocar en primera línea el asunto, invitando sólo al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien ha declinado en defensa de la casa real.

“Nuestra relación se beneficiaría con una renovada perspectiva histórica, acorde al desarrollo de nuestros pueblos y en la que el reconocimiento cabal a nuestras identidades sea el eje de una relación respetuosa, sólida y fructífera”, argumentó Sheinbaum para no invitar a Felipe VI. Desde España, el jefe del Ejecutivo entiende como “inaceptable” e “inexplicable” el paso dado por la nueva mandataria y cree que detrás prima el “interés político”.

La toma de posesión de la nueva presidenta de México se produce a pocos días también de que se celebre en España el 12-O la tradicional Fiesta Nacional, que tiene como origen la fecha del descubrimiento de América en 1492. Un día cuestionado especialmente por la izquierda al entender que no debería conmemorarse la conquista allende el Atlántico. La fecha fue aprobada por el Congreso en 1987, a propuesta de la administración de Felipe González, con el argumento que defendió en el Pleno Virgilio Zapatero: “No solamente da la medida de la significación histórica de España, sino de la importancia que adquiere para nosotros el quinientos aniversario de un encuentro y de un descubrimiento que marcó la historia de la civilización universal”. Izquierda Unida trató entonces en vano de que esa efeméride se celebrara el 6 de diciembre con motivo del referéndum en el que los españoles dieron su ‘sí’ a la Constitución.

Los gestos de otros países europeos

El debate se produce además en un contexto donde cada año pesa más a nivel internacional la conversación sobre los pasos a dar por los países que ejercieron el colonialismo. España no ha dado ninguno de manera significativa frente a movimientos de otras naciones del entorno. En Países Bajos el 19 de diciembre de 2022, por ejemplo, el entonces primer ministro, Mark Rutte, pidió perdón por primera vez en nombre del Gobierno “por el papel jugado en el pasado por el Estado en el comercio y explotación de seres humanos durante los 250 años de la época colonial holandesa”.

Otro paso fue el dado por el rey Felipe de Bélgica con una carta en 2020 al presidente del Congo, Félix Tshisekedi, en la que trasladó: “Quiero expresar mi más profundo pesar por estas heridas del pasado, cuyo dolor se reaviva hoy por la discriminación aún demasiado presente en nuestras sociedades”. No llegó a explicitar la palabra perdón, pero manifestó: “Se cometieron actos de violencia y crueldad que pesan todavía en nuestra memoria colectiva”. 

Alemania asimismo reconoció haber cometido un genocidio en Namibia entre 1904 y 1908 y pidió perdón de forma pública. Reino Unido ha hecho algún gesto como pedir perdón al pueblo kikuyu en Kenia en 2013. Y en Dinamarca, la actual primera ministra, Mette Frederiksen, se disculpó con la excolonia de Groenlandia por un experimento social con 22 niños a mediados del siglo pasado. “No podemos cambiar lo que sucedió. Pero podemos asumir la responsabilidad y disculparnos con aquellos a quienes deberíamos haber cuidado pero no lo hicimos”, declaró la dirigente socialdemócrata.

El choque entre México y España ha irrumpido de lleno en la actualidad política, teniendo más candor la refriega partidista que un debate sosegado sobre lo que debe hacer el país. A pesar de la negativa del Gobierno a acudir al acto, sí estarán allí parlamentarios y eurodiputados como Gerardo Pisarello (Sumar), Jon Iñarritu (EH Bildu), Javier Sánchez Serna (Podemos), Irene Montero (Podemos) y Ana Pontón (BNG). En cambio, la derecha le está afeando a Sánchez que sea más duro con Argentina con la retirada de la embajadora en Buenos Aires que con México que ha faltado el “respeto” al jefe del Estado.

"No hay una respuesta única"

¿Debería España pedir perdón a México? Carlos Malamud, catedrático de Historia de América de la UNED e investigador principal del Real Instituto Elcano, responde: “No hay una respuesta única. No hay un sí o un no. Obviamente países como Bélgica, Países Bajos o Reino Unido han pedido perdón por excesos cometidos durante el proceso de colonización, pero son fenómenos recientes. La descolonización en Asia y África es de hace menos de un siglo”. 

“En el caso de la conquista española es un fenómeno ocurrido hace más de quinientos años y la descolonización fue hace más de doscientos. Esto le otorga una dimensión histórica bastante diferente. Hay otro elemento adicional: ahora solo se habla de Occidente y no del Imperio Chino o de los imperios africanos”, continúa, para sostener que en América Latina hay “una sensibilidad especial con el tema de la conquista” y España tiene una relación “privilegiada con las excolonias”. “A España por diversos motivos le interesa preservar y potenciar ese vínculo”, indica, para apostillar: “Obviamente algún tipo de respuesta se debería dar desde el Gobierno”.

“Pero una respuesta de este tipo requiere de algún tipo de consenso entre las principales fuerzas que me temo que hoy es bastante complicado lograr. Pero debería intentarse en aras del bien superior de esa relación con América Latina”, comenta el catedrático. Enmarca así el debate: “Las formas cuentan al mismo tiempo y la carta enviada por López Obrador era totalmente improcedente. Primero, no se la debería haber enviado a él, sino al Gobierno de España. Y no debería haber usado ese tono”. 

Además, pone en cuestión el argumento de México de que debería haber contestado Felipe VI: “Lea la Constitución. Verá que tendría que contestar el Gobierno español. No se están teniendo en cuenta las formas”. No obstante, no cree que esto pueda dañar las relaciones entre los dos países, “salvo imponderables”, porque son “muy profundas y muy densas”. ¿Es el momento de afrontar un debate maduro sobre la historia de España en América? Contesta: “Siempre es el momento, pero otra cosa es que existan los mimbres. Pero todo lo que se había avanzado en los últimos años en relación con la historiografía española sobre el mundo americano sufrió un retroceso muy grande a raíz del procés. Fue un estímulo muy potente para relanzar un cierto nacionalismo español, que bebe de fuentes como el hispanismo, el catolicismo y la gesta americana”. 

Señala que en este debate también se mezcla la interpretación en clave nacional de lo que pasa en América Latina: “Antes Cuba era un tema de discusión hispano-español. Dividía a la sociedad española en dos partes. Con la llegada de Hugo Chávez se dio una vuelta de tuerca. Si durante un tiempo hubo un cierto consenso entre PP y PSOE sobre América Latina, en los últimos quince años se empezó a romper. Con el fin del bipartidismo y la emergencia de Podemos y de Vox, el acuerdo desapareció prácticamente”. “La disputa por el relato sobre América Latina se ha traducido en un tema de política interior”, apostilla Malamud.

Reconocer "las luces y las sombras"

También aborda la cuestión Joan del Alcàzar, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia, quien reflexiona que se está haciendo un “uso polìtico de la historia” y que el asunto se convierte en “un toma y daca de política interna”. Cree que hay que poner mucho contexto e indica que se debería de abordar desde una gestión diplomática “con ganas de confluir y no de dividir”.

Para él, el debate está marcado por muchos aspectos como el marco de la derecha que se niega a hablar de conquista y se refiere a la “gesta” o la “grandeza”. “La conquista fue una conquista, a sangre y fuego. Se hizo para generar recursos para la hacienda. En ese afán colonizador se cometieron todo tipo de barbaridades”, sostiene, para añadir a la vez: “Si analizamos y nos acercamos a unos hechos bárbaros del siglo XV con la mentalidad del siglo XXI, nos horrorizamos todavía más. Pero no avanzamos nada con eso”.

Una vía de solución, a su juicio, sería que una delegación mexicana y otra española se sentaran para redactar un texto donde se recojan “las luces y las sombras” de lo que sucedió: “Los horrores y lo positivo entre naciones hermanas”. En cambio, cree que por parte de México hay motivaciones “de política interna”, algo que se “ve potenciado con el desdén del Gobierno español”.

Pedir perdón a México

En el fragor del debate pone el catedrático más elementos sobre la mesa como “el denominador común” entre mucha derecha e izquierda española de “nacionalismo español”: “Prevalece el discurso de que no colonizamos, sino que hacíamos una España más grande”. A la vez indica: “El conflicto diplomático no se solventa sólo con una disculpa. Tendría que decir México también por qué pide disculpas. Hay que encontrar puntos de confluencia y no de discrepancias”. “Además, no es tanto pedir perdón como aceptar explícitamente que en un proceso tan largo y tan complejo como fue la conquista de América se cometieron atrocidades y hubo mucha sangre, dolor y sufrimiento principalmente entre los que eran los mayoritarios, la población autóctona. Que tampoco vivía en un jardín de infancia, allí existían también las guerras y la esclavitud”, describe.

"La Historia ya ha reconocido lo que pasó"

Para Carlos Martínez Shaw, historiador, catedrático de Historia Moderna y miembro de la Real Academia de Historia, la exigencia de perdón de México es “absurda y extravagante”: “Cuando se produce la conquista no hay ni un Estado mexicano ni uno español”. “Se produjo una invasión tan injusta como todas las coloniales, pero hoy eso ha pasado a la historia, se ha rectificado y no tiene sentido pedir perdón. Es una polémica totalmente desenfocada. Crear un problema diplomático por este asunto es una cosa demencial por parte de México. Y lo digo sin ser radical, ni estar a favor o en contra de la conquista. Es una cosa anacrónica. No tienen ningún sentido”, remarca.

¿Y no tendría que dar España algún paso? Responde el catedrático: “La Historia ya ha reconocido todo lo que ocurrió. Se han hecho trabajos y estudios sobre las relaciones entre España y México a lo largo de cinco siglos. Ya se restableció un orden cuando en los siglos XIX y XX las relaciones entre los dos países quedaron normalizadas. México fue el país que acogió de forma más generosa a los exiliados del legítimo régimen republicano que huían de la represión franquista. Eso contribuyó a unir a las dos naciones. Hasta ahora no había graves problemas. Traer esto a colación es un poco extravagante. No hay comunidades o sociedades equivalentes para que una tenga que pedir perdón a la otra. Es un absurdo histórico. Otra cosa es que gobiernos dictatoriales que han causado un daño irreparable a otros de forma injusta deban pedir perdón. Cuando todo se serene, por ejemplo, habrá que exigir al Estado de Israel que pida perdón por el genocidio que está perpetrando contra el pueblo palestino. Ahí sí cabe. Pero España no lo tiene que hacer por una conquista quinientos años después”.

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