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Talento a la fuga

Español en Bristol: “Durante un tiempo mi casa se convirtió en un piso patera”

Español en Bristol: “Durante un tiempo mi casa se convirtió en un 'piso patera'”

Es Peluzah cuando compone sus versos y los rapea. Es Antonio Juan Moreno cuando ejerce su profesión como trabajador social en un colegio de Bristol (Gran Bretaña). Abandonó su Arcos de la Frontera natal en el año 2010, cuando la crisis todavía no se advertía tan larga. “Tu amor ha sido imposible. Cádiz, eres grande, pero sigues invisible”, le canta todavía con acento andaluz a la tierra de la que se despidió hace seis años y que sigue hoy castigada por una alta tasa de desempleo. “Mi amor ha sido imposible. Pero entienda que, cuando donde estés nada te ofrezca, hay que taparlo con tierra”, narra a ritmo de hip-hop en su tema Love is impossible. Perteneciente a las primeras oleadas de expatriados españoles, este gaditano relata a infoLibre cómo ha visto crecer el fenómeno migratorio desde el otro lado de la frontera.

Poniendo miles de kilómetros de tierra y mar de por medio, este andaluz de 32 años emigró a Inglaterra con tan sólo 25. Sin más títulos que su voluntad, ha logrado hacerse un hueco como trabajador social en un mercado laboral que premia la vocación frente a la “titulitis” española. “Trabajo en un colegio de niños con necesidades especiales”, cuenta. “Empecé hace dos años y medio y ya me han ascendido. Ahora desempeño funciones de tipo administrativo y de coordinación, aunque también estoy con los niños algunas veces”, recuerda Antonio, cuyo ascenso en el centro para el que trabaja, ha ido acompañado de la formación reglada que le ha pagado la empresa. “Me dieron la oportunidad de sacarme un diploma de nivel tres, que es un equivalente a un Ciclo Formativo de Grado Superior en España”. Una oportunidad, que dice, no sólo le ha permitido estabilizar su situación laboral, sino encontrar su vocación. “Ahora que tengo 32 años sé lo que me gusta”.

Antonio desembarcó en tierra extraña dispuesto a aceptar los mismos empleos que había ejercido en su país natal: electricista, encuestador, camarero... Sin embargo, peldaño a peldaño, este gaditano que, hasta entonces contaba con un título de bachillerato, ha ido escalando posiciones. Hoy cuenta con una cualificación avalada por la experiencia y la formación que le ha ofrecido la empresa. “En España jamás hubiera tenido la oportunidad de entrar a trabajar ahí sin titulación. Pero en Inglaterra se busca mucho la vocación a través del voluntariado. Una vez estás dentro, puedes ir ascendiendo. Te dan la posibilidad de estudiar dentro del trabajo, apuestan por ti y te ofrecen una cualificación”, explica.

Pero el trayecto no ha sido fácil para Antonio. “Empecé fregando platos en las catacumbas de un restaurante”, dice. Todavía sin conocer el idioma, fue aceptando empleos en la hostelería inglesa, el sector al que afirma, se han ido incorporando cada vez más españoles desde que se iniciara la crisis. “Me he encontrado ingenieros con un máster cuando trabajaba en el restaurante. Allí estaban, con el cepillo barriendo el suelo”, explica consciente de que la precariedad laboral y el desempleo también ha alcanzado a los jóvenes más cualificados. “Siempre he pensado que es una pena, porque es dinero que el Estado español ha invertido para después permitir que esas personas se marchen”, lamenta.

Emigrar en los primeros años de la crisis lo ha convertido en testigo directo del creciente fenómeno migratorio, pero desde el otro lado de la frontera. “Tengo a muchos amigos de Arcos aquí, porque cuando estalló la crisis, el paro juvenil de Cádiz se disparó”, cuenta con un todavía marcado acento gaditano. Algo que quizá se explique por su convivencia diaria con los compatriotas que han llamado a su puerta en busca de una segunda oportunidad. “Durante un tiempo, mi anterior casa se convirtió en un piso patera. Metíamos a gente, los preparábamos, les ayudábamos a gestionar la documentación, les decíamos cómo tenían que ir a los sitios, les confeccionábamos el currículum, y cuando encontraban trabajo, les ayudábamos a buscar piso. Así uno tras otro”. Mientras tanto, dice, ha visto las dos caras de la moneda de la experiencia migratoria: “Gente a la que le ha ido muy bien y gente que le ha ido muy mal y han tenido que marcharse”.

Integrado en un país que le abrió las puertas sin condiciones, asiste ahora con cierta preocupación al debate sobre la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea. A pesar de reunir los requisitos para obtener la nacionalidad británica, Antonio se declara enemigo del cierre de fronteras. “Creo en los pueblos, en las comunidades y en la preservación de su cultura, pero eso de cerrar espacios no me parece nada bueno”. Alertado del creciente euroescepticismo entre la sociedad inglesa, este gaditano no duda en reseñar también la capacidad integradora de un país históricamente receptor de múltiples culturas. “Ya sabemos que Inglaterra nunca se ha sentido muy europea. Es una isla y como tal, se sienten fuera. Pero también hay muchísimos ingleses que no quieren marcharse”, matiza.

¿Y el retorno? “No lo sé todavía”, responde. De momento, prefiere mantenerse entregado a su trabajo mientras continúa arañando tiempo para su proyecto musical: “Acabo de alquilar un estudio de música con un amigo y en el trabajo me va muy bien”. Una suerte que, reconoce, difícilmente se encontraría en la España actual: “Conozco gente de mi sector profesional que ha regresado y no están muy contentos con las condiciones laborales y el sueldo, pero sé que tarde o temprano volveré”. O como le canta a su Cádiz natal:

“Tienen que matarme

Uno de los inmigrantes que llegaron en patera a Gran Canaria es trasladado al hospital de Las Palmas

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pa que aquí no vuelva

Envolveré su cuerpo en mi bandera

os haré señas”

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