Un estudio demuestra que Madrid dejó de derivar a los mayores días antes del 'Protocolo de la Vergüenza'

Una manifestante viste con una mascarilla con una cifra de fallecidos en la Comunidad de Madrid durante una concentración de la plataforma Marea de Residencias.

No fue ni tras la declaración del estado de alarma ni tras la publicación del Protocolo de la Vergüenza. Pasó mucho antes. Los traslados de los mayores enfermos de covid-19 desde las residencias a los hospitales en la Comunidad de Madrid empezaron a restringirse el 7 de marzo, cuando la ocupación de las camas por enfermos de coronavirus ni siquiera llegaba al 10%. Las cuatro versiones de las instrucciones que oficialmente impidieron esas derivaciones, firmadas por primera vez el día 18 de marzo, como publicó infoLibre, tan sólo tuvieron por tanto una explicación: ratificar por escrito lo que ya se estaba haciendo. Dar, en definitiva, una especie de amparo a los geriatras que hacían efectiva la decisión de mantener en los geriátricos a los mayores infectados.

Son las conclusiones a las que ha llegado un estudio científico publicado en la prestigiosa revista de gerontología BMC geriatrics. La investigación [titulada Derivaciones hospitalarias, exclusiones de la atención hospitalaria y muertes entre los residentes de cuidados de larga duración de la Comunidad de Madrid durante el periodo epidémico de COVID-19 de marzo-abril de 2020: un análisis multivariante de series temporales y disponible en este enlace] ha sido liderada por el profesor emérito de la Universidad de Montreal François Béland, y tiene como coautores a la epidemióloga María Victoria Zunzunegui, al médico epidemiólogo del Centro Nacional de Epidemiología Fernando García López y al investigador y médico neumólogo Francisco Pozo Rodríguez.

La importancia del estudio, destaca Béland desde el otro lado del teléfono, radica en que analiza datos objetivos y oficiales de fallecimientos —y del lugar en el que se produjeron— facilitados por instituciones madrileñas y por el Instituto Nacional de Estadística (INE). "No es una interpretación, son cifras observadas", destaca también la científica que formó parte de la Comisión Ciudadana por la Verdad en las Residencias. En concreto, la investigación se centra en lo ocurrido entre enero y junio de 2020.

Y en ella se alcanza una conclusión categórica: Madrid fue el ejemplo perfecto de lo que la Eurocámara lamentó en el punto 21 de su resolución europea sobre la pandemia. En concreto, el Parlamento señaló lo siguiente: "Mientras el interés se centraba exclusivamente en preservar la capacidad hospitalaria, las residencias sufrían la falta de equipos de protección, material, personal y conocimientos especializados para combatir la pandemia, lo que se tradujo en tasas de mortalidad excesivas entre las personas de edad avanzada". "Madrid fue el compendio de todo esto", lamenta Zunzunegui.

7 de marzo, el inicio de todo

La fecha marcada en rojo en el calendario de los investigadores es el 7 de marzo de 2020. Faltaban unos días para que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decretase el estado de alarma. Y algunos más para que se firmara la primera versión del Protocolo de la Vergüenza, que data del 18 de marzo. Pero los datos indican que, igualmente, las derivaciones de las residencias a los hospitales ya pegaron un frenazo. Y uno bastante fuerte. Según Béland, lo hicieron por algún tipo de orden de la que nadie ha informado todavía y que, más tarde, sería plasmada en aquellos documentos con los famosos "criterios de exclusión". "Es imposible que todos los hospitales y residencias de Madrid tomaran la misma decisión al azar, alguien tuvo que decidirlo. Lo que tienen que explicar es quién y por qué", exige.

Los datos no dejan lugar a dudas. Mientras que la media diaria de derivaciones en febrero era de 120, entre el 7 y el 29 de marzo —el día en el que precisamente se alcanzó el pico de defunciones en la Comunidad— la cifra descendió a 67. Es, en concreto, un 44% menos de traslados. Pero tampoco es casual, a ojos de los científicos, que fuese a partir de ese día. Fue entonces, recuerdan, cuando la Consejería de Sanidad puso en marcha la gestión centralizada de las camas de los hospitales.

En cualquier caso, hay otras evidencias que también apuntan a que las derivaciones empezaron a impedirse antes de la publicación de los Protocolos. La directora de la residencia Amavir de Alcorcón, Lidia Sánchez Rodríguez, admitió por ejemplo en una comparecencia en la Asamblea de Madrid que en su centro trataron de derivar a un usuario el 13 de marzo, fecha en la que se les indica ya que hay un geriatra de enlace que debe autorizar el traslado.

Hay más. Miguel Ángel Rodríguez Cañas, médico de la residencia madrileña La Purísima Concepción firmó una carta en la que indicaba lo siguiente: "Los pacientes con sospecha de estar contagiados no son derivables a hospital por criterio de las autoridades sanitarias, que nos recomiendan que los mantengamos en la residencia. Permanecen aislados". Era entonces 17 de marzo.

Caen los traslados, suben los fallecimientos en residencias

La consecuencia de eso también es clara. Y también la reflejan los datos observados por los científicos. Los fallecimientos de los mayores en los hospitales cayeron en picado, pero los que se producían en los geriátricos, en cambio, se multiplicaron. Se ve en los gráficos. En el siguiente, la línea azul representa las muertes de todos las personas con más de 65 años de la Comunidad de Madrid, mientras que la verde representa a las que, de ellas, vivían en sus domicilios y la roja, por su parte, las que lo hacían en geriátricos.

Según se puede observar, partir del 7 de marzo y hasta el 7 de abril —el mes en el que duró ese periodo de intervención de las camas hospitalarias—, los fallecimientos, independientemente del lugar de residencia de los mayores, se incrementaron, lo que a priori no llama la atención, aunque el pico de los que vivían en geriátricos llegó unos días más tarde.

Observemos otro modelo. En este caso, la curva azul representa el número de muertes de residentes en el geriátrico, mientras que la verde muestra el dato de los que fallecieron en el hospital. La línea roja, por su parte, representa los traslados a los centros hospitalarios.

Los usuarios de residencias que fallecieron en el hospital y en el propio centro, entre enero y los primeros días de marzo no varían. Y los traslados se muestran, más o menos, constantes. ¿Pero qué ocurre a partir de el día D, el 7 de marzo? Que las muertes en las residencias se disparan hasta llegar a su pico más alto el 2 de abril, cuando se alcanzan alrededor de 330 muertes. En paralelo, las derivaciones y el número de fallecidos en el hospital caen en picado. A partir de finales de abril, se ve también, la situación ya se normaliza y empieza a asemejarse mucho más a la que había antes de la irrupción de la pandemia.

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La pregunta es por qué el día 7. Según han demostrado también los científicos autores del estudio, la ocupación de las camas de hospital por los pacientes con covid-19 entonces rozaba el 10%. Y la de las unidades de cuidados intensivos, por su parte, no llegaba ni al 5%. No hubo, por tanto, explicación puramente médica. Para Béland, esta radica en que simplemente fue una decisión del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, que respondió así al aumento de contagios, hospitalizaciones y muertes.

"Todos estos datos no les quitan ni crueldad ni falta de ética a los Protocolos, sino que muestran que la actuación fue peor: la Comunidad de Madrid cerró las residencias sin dar los recursos necesarios, sin medicalizarlas. Y, además, al principio de todo, cuando los hospitales ni siquiera tenían problemas asistenciales", lamenta Zunzunegui. "Todo esto demuestra que se trabajó únicamente con el objetivo de que los hospitales no colapsaran, no se pensó en ningún momento en ofrecer unos cuidados aceptables", lamenta.

La muestra de ello es que los pocos traslados que se produjeron al hospital no variaron la mortalidad dentro de los geriátricos. "Las derivaciones tuvieron muy poco efecto. Las residencias nunca se medicalizaron, así que quien se infectaba no podía ni salir ni ser atendido. La mortalidad también fue elevada por las condiciones de vida propias de estos centros", completa la epidemióloga. Béland comparte esta idea. "Los Protocolos fueron muy sonados, pero hay un problema mucho más grande detrás, y es lo que pasó dentro de las residencias. Estuvieron abandonadas, ese es el verdadero escándalo", lamenta. Tan sólo entre marzo y abril de 2020 fallecieron 9.470 mayores que vivían en residencias de Madrid. De ellos, 7.291 murieron en el propio centro. Es decir, el 77% del total de decesos se produjo en el geriátrico.

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