Igualdad

Los hombres no estudian letras ni pisan la cocina: las brechas que debe cerrar España para seguir escalando en igualdad

Una empleada del hogar trabajando.

Buenas noticias para España: sigue escalando puestos en el ranking de igualdad. Pero la paridad no es plena y todavía quedan brechas por cerrar. Están en la cocina, en el cuidado de los niños y ancianos, en los estudios y en el empleo, todavía fuertemente segregados. Son conclusiones del último Índice Europeo de Igualdad, elaborado por el Instituto Europeo de Igualdad de Género (EIGE) y publicado este jueves.

Los datos, relativos a 2019, situán a España al sexto puesto en la clasificación. Por delante se instalan Suecia, Dinamarca, Países Bajos, Francia y Finlandia. La puntuación obtenida en suelo español es 73,7 sobre 100, un resultado por encima de los años previos: la nota aumenta 1,7 puntos respecto a 2018 y 7,3 desde 2010. Ningún país alcanza la igualdad total y, según el organismo, la paridad tardará en llegar al menos tres generaciones. El índice está construido en base a diversos indicadores: la equidad en el trabajo, en el reparto del tiempo, en los puestos de poder, en el poder adquisitivo, la salud y la educación. Los resultados son dispares según dónde se sitúe la lupa.

La desigualdad todavía está enquistada en, por ejemplo, la distribución que hacen de su tiempo hombres y mujeres. Entrar en los hogares da crédito de que la brecha sigue bien abierta. Quienes cuidan y educan a sus hijos y otras personas dependientes son, en su mayoría, mujeres: un 40% de ellas lo hace diariamente, frente a un 28% de sus compañeros varones. Tras la puerta de la cocina está, con diferencia, el mayor abismo entre ellas y ellos. Un 84% de las mujeres dice cocinar y desempeñar otras tareas del hogar todos los días, mientras que cuando se trata de los hombres el porcentaje cae a la mitad (42%). La brecha se acentúa en las parejas sin hijos: sólo el 36% de los hombres participa en las tareas del hogar, frente al 91% de las mujeres. En las parejas con hijos, las madres cocinan y se dedican al hogar de manera aplastante (98%), mientras que los padres invierten su tiempo en otros asuntos: sólo el 51% desempeña tareas del hogar. Por edades, el cisma se mantiene en todos los grupos de edad. Sólo hay un matiz en lo relativo al cuidado: la tendencia se invierte entre la población de 65 años o más, cuando los hombres se vuelcan en los cuidados por encima de las mujeres.

¿Y cuál es el estado de la igualdad en el ocio? En un primer vistazo, el equilibrio hace acto de presencia: el 39% de las mujeres trabajadoras realiza actividades deportivas, culturales o de ocio fuera de su casa, sólo a seis puntos de distancia respecto a los hombres. Es más, el 54% de las mujeres dedican tiempo a este tipo de actividades cuando están solteras, frente al 41% de los hombres. Pero el porcentaje se invierte cuando existe una relación afectiva: en las parejas sin hijos, el 37% de las mujeres trabajadoras tiene momentos de ocio regularmente, diez puntos porcentuales por debajo de los hombres. En las parejas con hijos, los porcentajes se acercan algo más (36% ellas y 42% ellos).

Aunque los indicadores han ido experimentando un avance continuado en los últimos años, también quedan asignaturas pendientes en las aulas. Concretamente en lo relativo a la segregación y los sesgos de género. El 49% de las mujeres se inclinan por formarse en estudios relacionados con la salud, la educación, humanidades y artes. Apenas el 25% de los hombres se interesa por estas ramas. Una segregación que permea posteriormente en el terreno laboral. El 24% de las trabajadoras se dedica a la educación, la salud y el trabajo social, profesiones con una presencia masculina del 8%. El Gobierno ha impulsado algunas campañas pensadas para terminar con los sesgos que impiden a las niñas optar por estudios científicos.

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¿Y quién está arriba, en la toma de decisiones? En el indicador relativo al poder, una de cal y una de arena. Mientras que la esfera política saca buenas notas –existe paridad en los ministerios y en las cámaras parlamentarias, esencialmente gracias a la Ley de Igualdad de 2007–, el terreno privado va a paso de tortuga. Sólo el 31% de los miembros de consejos de administración de las mayores empresas tienen nombre de mujer. En el Comité Olímpico Español ellas son apenas un 24%.

En cuanto a la variable económica, el organismo mide las diferencias en los ingresos de hombres y mujeres. La brecha salarial está presente desde la entrada en el mercado laboral y se va engrosando en las edades más avanzadas. EIGE mide los ingresos en lo que denomina estándares de poder adquisitivo (PPS), una divisa artificial que tiene en cuenta las diferencias nacionales de precios. Los ingresos mensuales de las mujeres rondan los 1.961 y los que perciben los hombres crecen hasta los 2.290. En este indicador, la igualdad en España se encuentra por debajo de la media europea.

El riesgo de pobreza es similar para mujeres (20%) y hombres (22%), pero la distancia se ensancha cuando se trata de familias monoparentales: aquellas encabezadas por una mujer asumen casi el doble de riesgo de sufrir pobreza (44% frente al 26%). La directora del Instituto de las Mujeres, Antonia Morillas, ha resaltado este mismo jueves en redes sociales la "necesidad de fortalecer las políticas redistributivas" y ha puesto sobre la mesa tres objetivos: reforma laboral en clave feminista, fiscalidad con enfoque de género y un sistema público de cuidados.

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