Crisis del coronavirus
La incidencia crece entre los mayores vacunados con una sola dosis por la ola de contagios entre jóvenes
Hace unos días, en el anterior capítulo, lo poníamos negro sobre blanco: el aumento de contagios entre jóvenes no tiene por qué conllevar un agravamiento de la crisis sanitaria al nivel de las cuatro primeras olas, pero sí podía complicar la situación de los mayores de entre 60 a 69 años. Solo la mitad tiene la pauta completa, dado el espaciamiento entre pinchazos que requiere la vacuna de AstraZeneca. Y la variante delta, con cada vez más espacio, afecta con más gravedad a los parcialmente inmunizados. Lo que no se preveía a principios de semana es el considerable aumento de la incidencia entre personas de 12 a 29 años en casi todas las comunidades, según informó este miércoles el Ministerio de Sanidad. La incidencia acumulada en los últimos 14 días (casos/100.000 habitantes) ha subido 17 puntos este jueves. Y el efecto arrastre que adelantaron los epidemiólogos se cumple: en nueve comunidades, la transmisión crece entre los mayores que no tienen las dos dosis. Por ahora, de manera ligera.
Quedan semanas para el objetivo del 70%. De ninguna manera se prevé un agravamiento comparable a cualquier escenario que hayamos vivido desde febrero de 2020. Pero los especialistas llaman a evitar cuantas más muertes posibles. Ahora que estamos tan cerca del final.
En Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Cantabria, Comunitat Valenciana, Galicia, La Rioja y Navarra está aumentando, aún de manera tímida, la incidencia acumulada entre mayores de entre 60 y 69 años. El 50% tiene ambas dosis, pero el porcentaje decae al 38% en algunas regiones. Castilla y León, Cataluña, Extremadura y Euskadi no perciben, por ahora, el crecimiento de la transmisión en este tramo, aunque hay una correlación y una causa-efecto: en estas zonas, el descontrol de los contagios entre niños, adolescentes y jóvenes de hasta 29 años llegó más tarde que en el resto del país. Cuanto antes y más fuerte sube la curva joven, más impacto tiene en el resto de la población, sobre todo en la parcialmente vacunada.
Hay excepciones: Madrid y Murcia registran estabilidad en los tramos etarios más ancianos. En Castilla-La Mancha, no se percibe un agravamiento de la pandemia en ningún sector poblacional: un escenario sorprendente dado el panorama del resto del país. Y en Andalucía, la incidencia entre los jóvenes lleva en números considerables las últimas semanas, sin llegar a los 700 de incidencia entre jóvenes de Cantabria, sin que se perciba un impacto en los mayores. Los especialistas llaman a vigilar muy de cerca los datos para evitar sorpresas de última hora y la ministra de Sanidad, Carolina Darias, pidió más precaución este pasado miércoles, tras el Consejo Interterritorial: "Sabemos el esfuerzo que [los jóvenes] han hecho durante toda la pandemia. Estamos cada vez más cerca, pero pedimos un poco más".
¿Qué está pasando? Para el profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, José Martínez Olmos, es –como siempre– una mezcla de factores. Por un lado, el verano, que invita a la relajación. Por otro lado, la ausencia de restricciones generalizada tras –y no por– el fin del estado de alarma: las comunidades autónomas podían seguir restringiendo el interior de bares y restaurantes, por ejemplo, pero la mayoría abrieron. Andalucía, que ha sufrido y sufre los peores datos de la pandemia desde mediados de mayo, permitió la actividad de las discotecas hasta las 3 de la mañana. Una iniciativa que despertó el enfado de Sanidad, que intentó cortar las alas a la Junta imponiendo un semáforo covid de supuesto "obligado cumplimiento" del que luego se desdijo.
Hay determinados eventos, más comunes a finales de junio, que pueden haber agravado la situación. Bodas, bautizos, comuniones... y viajes de fin de curso donde los jóvenes sienten la tentación de disfrutar de la libertad que les ha sido arrebatada durante la pandemia. "Todo eso es un caldo de cultivo", asegura el especialista. "La parte más positiva es que puede que el impacto clínico no sea muy relevante". El epidemiólogo Pedro Gullón matiza que los rastreos masivos provocados por los macrobrotes pueden inflar la estadística para bien: se buscan activamente más casos, y se encuentran. Y salva de la quema a Cantabria: sus responsables de Salud Pública aplican un modelo de "rastreo retroactivo" que les permite cortar más cadenas de transmisión llegando hasta los eventos supercontagiadores donde se originan las crisis. Tiene un coste: detecta más positivos que otras autonomías, por lo que parece que están peor.
La gasolina de la variante delta
La variante delta no explica por sí sola este crecimiento desbocado de los contagios juveniles. Incluyen más los condicionantes sociales antes descritos. Pero es un factor. No es más virulenta, pero sí más transmisible, aunque el porcentaje exacto es difícil de determinar. Hay eventos asociados a los brotes identificados esta semana que levantan más la sospecha entre los especialistas: por ejemplo, un vuelo de Mallorca a Santiago donde dieron positivo no solo buena parte de los estudiantes desplazados, también pasajeros que volaban con ellos y que en principio portaban mascarilla y se encontraban en un habitáculo con una habitual renovación del aire. No es determinante, pero es un indicio de que estas mutaciones podrían estar agravando el suceso.
"Un papel tiene que ir jugando en todo esto", considera Gullón. Determinar qué papel exacto juega es muy complicado. Se secuencian genómicamente (para saber qué tipo de variante es la causante de un caso) en el 1% de los positivos, cuando el objetivo que se autoimpuso Sanidad y exige Bruselas es de entre el 5% y el 10%. Sin embargo, el epidemiólogo cree que, aunque secuenciáramos mucho más, no sería posible conocer en tiempo real la evolución de una variante que, tarde o temprano, se impondrá a la alfa (británica). "Es muy complicado hacer muestras representativas", explica, por los propios sesgos de la muestra. Es más útil un 1% con los casos bien escogidos que un 10% en los que, por ejemplo, se secuencian varias muestras de un mismo brote, donde es probable que una sola variante haya desatado los contagios.
El Ministerio de Sanidad explica que, aunque la incidencia de la variante sigue oscilando entre el 1% y el 10% según el territorio y la secuenciación genómica, un indicio de que se está imponiendo es la bajada de la prevalencia de la dominante. Y, efectivamente, en las últimas semanas se detectan menos casos protagonizados por las mutaciones británicas.
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¿Hace falta endurecer medidas?
Gullón duda. No lo tiene claro. En caso de dar marcha atrás y volver a algunas restricciones, el epidemiólogo apunta a los establecimientos públicos más peligrosos: las discotecas y el ocio nocturno. Se juntan, por mucho que insista la patronal, todos los factores de riesgo: poca distancia, alcohol que desinhibe, tendencia a la masificación si no se controla el aforo, interior mal ventilado. Con compensaciones acordes a empresarios y trabajadores, se puede plantear: de hecho, Pontevedra ha tomado esa misma decisión, aunque todavía no está siendo una medida generalizada en un país que ya se ve saliendo de la pandemia.
"Yo creo que no va a ser necesario", aunque "depende de cómo evolucionen las cosas", matiza Martínez Olmos. El profesor llama, por el contrario, a acelerar la segunda dosis de AstraZeneca, acortando los plazos. Recuerda: "El prospecto permite poner la dosis entre cuatro y doce semanas". Madrid, Andalucía y Cantabria tomaron la decisión de adelantar la pauta completa para los mayores de 60 y 69 años y el escenario actual le da la razón. "No todas lo están haciendo", explica, "pero todas van en ese camino". De manera paralela, el epidemiólogo pide abrir, cuando se pueda, la autocita para los más jóvenes. No solo para que no transmitan el virus. También porque no son invulnerables. Pueden contraer covid grave, fallecer o sufrir síntomas persistentes o secuelas durante meses o años. El covid sigue sin ser una broma.