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Entrevista a Javier Cercas

Javier Cercas: "La democracia no es perfecta, pero no hay que echar la culpa a mamá y papá porque es nuestra" 

El 23F es a España lo que el asesinato de John F. Kennedy a EEUU. Un momento único en la Historia reciente en el que todo el mundo recuerda dónde estaba. Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) no se comportó de forma heroica sino que fue a la facultad en la que daba sus primeros pasos en busca de una chica. El resto de la sociedad tampoco se echó a la calle para parar el golpe sino que contuvo la respiración. Mientras, la larga intentona de cuya placenta fueron responsables casi todos los que entonces era alguien en el Madrid político se desarrollaba liderada por militares que decían hablar en nombre del rey Juan Carlos. 

Se cumplen 40 años del 23F y 12 de la publicación de Anatomía de un instante, la "novela de no ficción" que sigue siendo una obra imprescindible sobre el acontecimiento y que ahora se reedita. Cercas está a punto de lanzar también nueva novela, pero habla con pasión de los momentos más críticos de la Transición en la que todo pudo saltar por los aires. De poco sirve tratar de revisar el pasado para justificar el presente, asegura. Ahora, dice con extraordinaria sencillez, la responsabilidad del futuro nos toca a "nosotros", a cualquiera que lea esta entrevista y a los que no. Sin excusas. 

En el prólogo de su libro describe el 23F como “una neurosis colectiva, una paranoia colectiva, una novela colectiva”. ¿Cómo envejece el 23F?

A juzgar por lo que está ocurriendo y por lo que leo en la prensa, la neurosis y la paranoia van a más. El golpe de Estado del 23 de febrero es ya desde hace muchos años el mito fundacional de la democracia española. Es un día saturado y cargado de sentido. Más concretamente, se trata del instante de ese día que hemos visto mil veces por televisión con los golpistas entrando al Parlamento, exigiendo a todo el mundo que se tire al suelo. Tres personas, Adolfo Suárez, el presidente del Gobierno, Manuel Gutiérrez Mellado, el vicepresidente, y Santiago Carrillo, el secretario general del Partido Comunista, desobedecen. Esas tres personas son, junto con el rey, los artífices de la Transición en España. No se han educado en democracia y durante la mayor parte de su vida no han creído en ella, pero en el momento de la verdad deciden jugarse la vida por la democracia.

La Guerra Civil no duró tres años sino hasta el 23F

En ese momento terminan dos siglos de intervencionismo militar, empieza de verdad la democracia, termina el franquismo y también la Guerra Civil. Porque la Guerra Civil no duró tres años sino 43, ya que el franquismo no fue la paz sino la prolongación de la guerra.

En las escuelas, Tejero es poco menos que un “loco con bigote”, como publicábamos este fin de semana en infoLibre tras hablar con educadores. ¿Le preocupa esa ajenidad casi absoluta de las nuevas generaciones respecto al golpe?como publicábamos este fin de semana

Es inevitable, pero la Historia debe contarlo. Eso sí, en la televisión sale casi a diario, por lo que estoy seguro de que saben lo que es y lo sitúan más que la Guerra Civil. ¿Si me preocupa [que no sea así]? Debería preocuparnos a todos. La única forma de hacer algo útil con el futuro es tener el pasado siempre presente. En el momento en que olvidas el pasado, ya estás preparado para repetirlo.

¿Está fracasando la memoria histórica sobre acontecimientos como el golpe?

Es el trabajo de todos: de la escuela, los medios de comunicación… Cuando oyes a un político decir: “Esto es pasado, ya no tiene nada que ver con nosotros”, ¡malo! "La historia es la madre de la verdad", decía Cervantes. Hay que tenerla siempre presente. Mis libros siempre son una batalla contra la dictadura del presente. Los medios tienen en eso un poder absolutamente extraordinario, absoluto, incluyendo en esa categoría a las redes sociales. Parece que el presente es sólo lo que pasa ahora mismo y que, si te descuidas, lo de esta mañana es pasado. Es mentira. El pasado del cual hay memoria y testigos no ha pasado sino que es una dimensión del presente sin la cual el presente está mutilado. ¿Dónde empieza el presente español? En la Guerra Civil.

Además de sobre el 23F y sus protagonistas, su libro es sobre la Transición, que según usted no fue un pacto de olvido sino lo contrario. Los protagonistas tenían muy presentes los 40 años anteriores y, si acaso, traicionaron sus posiciones o las dejaron en un segundo plano para poder vivir juntos y que no imperara el “Hágase justicia y perezca el mundo”. A la luz de todo eso, ¿qué análisis hace del ambiente político actual? Hay quien dice que con los políticos actuales no se habría hecho la Transición.

En la actitud en que están ahora, no. Suárez, Carrillo y Gutiérrez Mellado sabían lo que era la guerra. Y Suárez también porque, aunque era muy pequeño, el perfume de la guerra no se olvida jamás. Forma parte de su ADN. La Transición se hizo, pero no es perfecta. Decir lo contrario es un disparate

Hay quien la sacraliza.

La Transición salió razonablemente bien, la culpa es nuestra por no mejorarla

Es una estupidez, pero salió razonablemente bien. Vivimos en el período de mayor democracia de la Historia moderna de España. La culpa es nuestra por no mejorarla. Eso de echársela a papá y a mamá; es decir, a Carrillo y a Suárez… Suárez, Carrillo y Gutiérrez Mellado sabían lo que era la guerra y preferían un acuerdo mediocre que una buena guerra. Y eso explica también parte de lo que ocurrió el 23F. Cuando escribí el libro, mucha gente se escandalizó cuando dije que no hubo una reacción colectiva frente al golpe. La gente no se echó a la calle. ¿Por qué? El primer motivo es el recuerdo de la guerra, permanentemente presente como lo estuvo durante toda la Transición. El terror a una Guerra Civil es horrible.

Los políticos de hoy hablan mucho de memoria, pero no saben cómo ha sido el pasado. No tienen una cultura histórica muy sólida o algo peor: lo modifican. El poder, sea de derechas o de izquierdas, sabe que para controlar el presente y el futuro debe controlar el pasado. Nuestro deber como ciudadanos es luchar contra ese intento permanente de manipulación. ¿Serían capaces los políticos de hoy de hacer la Transición? Si hubieran vivido la guerra, probablemente.

En cualquier caso, si no fue un pacto de olvido sino que se aparcaron algunos asuntos, ¿ha llegado el momento de abordarlos?

No es que haya llegado el momento. Llegó hace mucho.

¿Y se ha hecho?

No.

¿Cuáles son las asignaturas pendientes?

Muchas y evidentes. En este país no se hizo justicia con Franco, que murió en la cama. Tampoco se juzgó a los responsables de la guerra porque nadie tenía la fuerza suficiente, ni los franquistas ni los antifranquistas. Por eso se hizo la Transición. Pero no puede haber personas que todavía estén buscando a sus padres. Es un disparate.

¿Y eso es síntoma de que pervive de alguna manera una forma de franquismo o de miedo a reabrir supuestas heridas del pasado? ¿Es justificable así?

De ninguna manera. Todos los países tienen problemas con su pasado. Los nuestros son particulares. En Europa, al nazismo le ganaron los buenos. Los alemanes han hecho un trabajo serio y riguroso con su pasado, pero obligados, porque pierden la guerra. Y tardan 30 años, hasta la década de 1970.

Los alemanes han hecho un trabajo serio y riguroso con su pasado y nosotros podríamos haberlo hecho con el Gobierno de Zapatero

En Alemania hay cosas que no son posibles, como los homenajes al nacionalsocialismo que en España vemos a menudo con el fascismo.

Así es. Ellos empezaron en los años 70, al cabo de 30 años. Nosotros podríamos haberlo hecho con el Gobierno de [José Luis Rodríguez] Zapatero. Ese fue el momento de hacerlo lo mejor posible. De hecho, hubo una ley de memoria histórica, pero fue totalmente insuficiente, descafeinada y luego acabó desactivándose. Se hizo de ello un negocio político y sangrante en vez de afrontar las cosas. Un ejemplo: la ley de memoria histórica preveía un mecanismo muy complicado para recuperar a familiares. Eso es ofensivo y desastroso. ¡Esto es el Estado democrático y el dinero de todos! El Estado, con toda la autoridad, debía haberlo hecho directamente y sin encomendarse a nadie, no permitir que alguien que quisiera encontrar a sus familiares tuviera que pedir una subvención y entrar en un proceso complejo que luego el PP desactivaría.

¿Tiene España una segunda Transición pendiente o, al menos, que completar la primera?

La Transición fue la Transición. Pero la democracia perfecta no existe. La democracia perfecta es una dictadura y la de Franco se llamaba democracia orgánica. La democracia es siempre imperfecta e infinitamente perfectible. Nosotros, nuestra generación, tiene pendiente perfeccionarla. Dice Bob Dylan que el que no está ocupado en nacer está ocupado en morir. La democracia nace cada día, mejora o empeora cada día.

“Afirmar que el sistema político surgido de aquellos años no es una democracia perfecta es incurrir en una perogrullada”, escribió usted en 2009. Pablo Iglesias ha dicho que España no es una democracia plena y que hay anomalías. ¿Está de acuerdo con él?

Lo que Pablo Iglesias dice no es eso, que es una perogrullada, una obviedad que no necesita ser dicha. Iglesias dice lo de siempre y no ha cambiado. Cuando habla del “régimen de 1978” dice que la Transición provocó la prolongación del franquismo por otros medios. Eso no es verdad. Es un bulo, aunque haya funcionado muy bien.

¿Dónde se traza la línea? Él se refiere a los muertos en las cunetas, problemas en la estructura económica, la libertad de expresión o los homenajes a franquistas.

¿Que la democracia es imperfecta? Todas lo son. Noruega es la mejor valorada en casi todos los estudios, pero tiene, por supuesto, problemas de todo tipo. ¿Eso significa que no es una democracia? No. La democracia no es el paraíso terrenal. Es imperfecta y él, como vicepresidente del Gobierno, podría hacer algo [por mejorarla]. Pero todos, y digo todos los estudios internacionales dicen que España es una democracia.

Antes te dije una razón por la que los españoles no salieron a la calle el 23F [el miedo a la guerra]. Hay otra. En 1977, con las primeras elecciones democráticas, el grado de aprobación de la democracia era abrumador. En  1981 había bajado de manera brutal. Había muchos problemas, entre ellos que no estábamos educados en democracia. Ser una democracia no significa no tener problemas serios. La democracia es algo humilde, el mejor instrumento para manejar nuestros problemas civilizadamente. Pablo Iglesias lo sabe bien. O debería.

¿Cuáles son las peores amenazas para la democracia hoy?

[Duda] La educación en democracia, la conciencia de qué es de verdad una democracia. Las peores amenazas no son tan distintas a las que sufren otros países de Europa. La crisis económica de 2008 sólo es comparable a la de 1929. La de entonces provocó la llegada del fascismo y la de 2008, lo que hemos llamado el nacionalpopulismo, porque la historia no se repite nunca exactamente sino con máscaras distintas. En España tuvimos el secesionismo catalán, pero [el nacionalpopulismo] existe en todas partes, como el Brexit en el Reino Unido, Donald Trump en EEUU, Salvini en Italia, Le Pen en Francia o los Gobiernos de Hungría y Polonia. Ha amenazado a la Europa unida, que es lo que se creó contra el fascismo. Ahora, parece que esta crisis se está gestionando mejor porque Europa ha entendido que no podía reaccionar de la misma manera.

Quienes creen que los partidarios de Donald Trump entraron en el Capitolio para cargarse la democracia olvidan que ellos creían que la estaban defendiendo

A veces pienso que en Madrid no sois muy conscientes de que el secesionismo catalán ha sido una muestra de nacionalpopulismo, esencialmente reaccionario y fundamentalmente antidemocrático. Eso sí, va con la democracia en la mano. Así son los nuevos golpes. Quienes creen que los partidarios de Donald Trump entraron en el Capitolio para cargarse la democracia olvidan que ellos creían que la estaban defendiendo. Por eso, cuando una cierta izquierda apoya directa o indirectamente el secesionismo, me quedo perplejo. Soy votante de izquierdas. La izquierda y el nacionalismo son el agua y el aceite: un oxímoron como matrimonio feliz [ríe]. Al otro lado, salió otro nacionalpopulismo [por Vox]. Eso han reflejado las últimas elecciones. Y ojo, porque hablamos también de que incluye a las clases humildes.

Habla usted del independentismo como un movimiento “esencialmente reaccionario” ante el que surge otro, casi como un espejo: el de la extrema derecha. ¿No es eso considerar a ambos como artificiales, sin anclaje en la realidad? ¿El independentismo no es el síntoma de un problema mayor, el de España para abordar la diversidad?

Claro que responde a un problema real. Pero también Vox. España debería administrar mejor la diversidad, pero decir que no la admite es sencillamente un delirio.

El 23F fracasó, pero sí consiguió alguno de los objetivos: asentar a la Corona y consolidar la imagen de Juan Carlos I, en nombre del que los golpistas decían actuar. ¿Cómo de asentada o consolidada está ahora la monarquía?

No entiendo lo que ha pasado con este hombre [por Juan Carlos I].

En una de sus columnas ha dicho usted que en realidad es un militante de Podemos.

Cuando salió su presunta corrupción, periodistas de Madrid me dijeron que esto “lo sabíamos todos”. Me quedé pálido

¡Lo parece! Lo que ha hecho es incomprensible. No entiendo que haga esto un hombre que es consciente de lo que costó y le costó a él que España fuera una monarquía. Con el 23F se dotó de un blindaje. El país entero se lo dio. Y he de decirle que me preocupan los medios de comunicación. Cuando salió su presunta corrupción, periodistas de Madrid me dijeron que esto “lo sabíamos todos”. Me quedé pálido. “¿Si lo sabíais todos, por qué no lo contabais o lo investigabais?” ¿Quién lo dotó de ese blindaje? Porque yo no lo sabía. Antes de publicarse Anatomía de un instante, un periodista de El País, Jesús Ruiz Mantilla, leyó lo que había escrito del rey [emérito] y me preguntó, alarmado: “¿Estás seguro de esto? ¡Es muy fuerte!” Le respondí que sí. Le había dedicado cuatro años. Y también le dije que el rey paró el golpe porque es evidente. Y sigo diciendo lo mismo. Lo importante es la verdad. A quién beneficie a mí me la sopla.

¿Necesita el rey Felipe VI un acontecimiento legitimador como Juan Carlos I tuvo en el 23F para que la monarquía dure otros 30 años?

La herencia de Juan Carlos I es envenenada.

¿Tiene que responder el rey actual con medidas de transparencia y rendición de cuentas que no se han puesto en marcha en 40 años?

A mí la monarquía me da exactamente igual. Me la sopla. Lo que me importa es la democracia. Noruega es una monarquía, pero es la mejor democracia del mundo

Sin la menor duda. Lo que no entiendo es cómo no se ha hecho mucho antes. Pero esa es una tarea del Gobierno, el rey no pinta nada, a ver si nos aclaramos. En los años 30, el dilema monarquía o república significaba dictadura o democracia. Monarquía era dictadura. Democracia era república. Hoy, lo primero es la democracia y no depende de que sea una monarquía o una república. A mí la monarquía me da exactamente igual. Me la sopla. Lo que me importa es la democracia. Noruega es una monarquía, pero es la mejor democracia del mundo.

“Un buen líder es capaz de que le llamen traidor, de traicionarse a sí mismo, de ser un héroe de la traición”. “Un buen líder es capaz de decirle a la gente lo que no quiere oír”. ¿Hay líderes así ahora?

Corrupciones, asesinatos y verdades en Javier Cercas

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Suárez, Carrillo y Gutiérrez Mellado fueron héroes de la traición, tres grandes traidores para los suyos. Para eso hace falta coraje moral y convicción, ir más allá del mero oportunismo y de tu carrerita. Suárez también quería lo mejor para su país. Parece una obviedad, pero lo demostró en varias ocasiones trascendentales. Fue muy machacado y yo no tenía un gran aprecio por él, pero sabía escuchar. Sólo la extrema derecha celebró su nombramiento. Venía de Falange y no tenía ni idea de qué era una democracia. Era el chico de los recados. ¡Y desmontó el franquismo! 

A veces añoro la vieja izquierda. Bueno, a veces, no. Siempre.

¿Hay ahora políticos así? No lo sé. Yo soy de la izquierda de antes, la izquierda camusiana. No me gusta la izquierda populista ni sus métodos y creo que el fin no justifica los medios sino que son los medios los que justifican el fin. Si los medios están contaminados, el fin está contaminado. A veces añoro la vieja izquierda. Bueno, a veces no. Siempre.

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