Doble atentado yihadista en Cataluña
Javier Lesaca: "En la lucha contra el terrorismo tienen mucho más que decir Facebook, Google y Twitter que el Gobierno de España"
Los integrantes de la célula yihadista que el pasado jueves atentó en Barcelona y Cambrils (Tarragona) tenían entre 17 y 34 años y todos vivían desde hace años en Cataluña. Los autores de los últimos atentados europeos tenían nacionalidades de los países en los que perpetraron sus matanzas y la mayoría tampoco había cumplido los 30 años. ¿Qué factores hacen que estos jóvenes europeos se radicalicen y decidan luchar en las filas de Estado Islámico sin salir de su país?
Javier Lesaca, investigador en la Universidad George Washington y colaborador de Naciones Unidas en materia de terrorismo, responde a esta pregunta en su libro Armas de seducción masiva, en el que analiza las estrategias de comunicación utilizadas por este grupo terrorista. Lesaca habla con infoLibre para explicar cómo son las herramientas que emplea el Dáesh y gracias a las cuales ha conseguido un ejército global tan complicado de combatir por Occidente.
Pregunta. ¿Qué lleva a un joven a alistarse en las filas del Dáesh?
Respuesta. Esa es la pregunta del millón. Probablemente no te voy a responder con algo concreto porque te estaría engañando, nadie puede dar una respuesta concreta. En primer lugar, es un fenómeno extremadamente complejo, cualquier persona que te dé una respuesta a esto está negando la realidad. Los fenómenos de radicalización que estamos viviendo en esta primera década –o ya segunda– del siglo XXI son enormemente complejos. Aquí juegan varios factores. Hay autores que hablan de una rebelión global contra la modernidad, por tanto, estos fenómenos hay que encajarlos dentro de la posmodernidad, dentro de la incapacidad que han tenido los Estados-nación, las instituciones públicas, de seducir a una parte de sus generaciones más jóvenes, que están buscando alineaciones identitarias con movimientos totalitarios, movimientos fanáticos que les llenan y les seducen mucho más que sus instituciones públicas. De ahí viene la primera reflexión: ¿Qué ha pasado para que siga habiendo esta ola de fascinación por movimientos extremistas y totalitarios por todas partes del mundo? Probablemente, desde el surgimiento de los totalitarismos nacionalistas europeos a mediados del siglo XX no se había vivido una ola de seducción con movimientos extremistas tan grandes. Por eso digo que hay que encajarlos dentro de esta crisis de legitimidad de las naciones-Estado que se está viviendo por todas las partes del mundo. Por eso, está habiendo grupos como ISIS que están siendo muy hábiles a la hora de seducir ese malestar, esa frustración. Aquí la palabra clave es frustración. El elemento común entre el que asesinó a una chica en Charlottesville o gente del Frente Nacional o gente que va a al Dáesh es la frustración.
P. A la hora de utilizar estrategias de comunicación para captar a estas personas, ¿qué tipo de referencias culturales utiliza el Dáesh para captar a jóvenes occidentales?
R. Lo que estamos viendo es que esa frustración es global y está basada en percepciones, no en hechos objetivos. Si se analiza el caso de los terroristas de Barcelona, ninguno, objetivamente, tenía motivos para estar frustrado. Viven en un Estado de bienestar, en un Estado de derecho, han tenido educación y sanidad públicas, han tenido oportunidades... No es un caso de pobreza o marginación. Son entornos con una calidad de vida aceptable, o mucho mejor de la que tuvieron sus padres. El problema es la frustración, meterse en Internet y ver que todo el mundo parece que tiene mejor vida. Ven que no encajan, que sus padres viven en una cultura, ellos en otra, y no se sienten encajados en ninguna de ellas. Se han publicado en varios medios de comunicación los perfiles sociales que utilizaban estos jóvenes y ninguno tenía una estética yihadista, sino que formaban parte de la cultura occidental global que es universal. No hay un choque de civilizaciones. La civilización occidental, al menos a nivel cultural y estético, se ha universalizado y estos jóvenes tenían los mismos gustos culturales y estéticos que cualquier otro joven de Barcelona, de Madrid, de Nueva York... Juegan a los mismos videojuegos, escuchan la misma música... Les gustaba lo mismo que a todo el mundo.
P. Precisamente por eso, ¿qué utiliza el Dáesh en sus mensajes, en sus vídeos –ya que el lenguaje audiovisual es muy importante– para que acaben en sus filas?
R. He analizado desde todos los vídeos de Estado Islámico desde enero de 2014 –cuando empieza su campaña de comunicación– hasta hoy. Los vídeos tienen cuatro temáticas muy claras que van a diferentes audiencias. Todas están presentes por igual, en un 25% cada una. La primera temática está dirigida a la población suní de Irak y Siria y es una temática de servicios públicos. Es decir, el ISIS se presenta ante la población suní de Irak y Siria como una institución pública capaz de proveer los servicios públicos básicos. Digamos que intenta ser percibido como una institución que llena el hueco que habían dejado los Estados. Se trata de una comunicación muy populista en el sentido de que se presenta como el partido o la organización que se encarga de esto.
Luego, otra temática iría destinada a una audiencia extranjera. Un 25% de los vídeos son jóvenes de todo el mundo explicando por qué se han unido a Estado Islámico. El líder, Abu Bakr al-Baghdadi, no sale en ningún vídeo porque hasta ellos saben que sus propios líderes no son creíbles ante sus audiencias potenciales. Un tipo con barba, vestido con una túnica en una mezquita no resulta atractivo para un joven de cualquier lugar.
En las otras dos temáticas el Estado Islámico se muestra como victorioso en escenas de batalla o como ejecutor de violencia extrema, que son básicamente los vídeos de los asesinatos de rehenes. El 50% de los vídeos de las escenas de batalla y de las ejecuciones de rehenes está directamente inspirado en los videojuegos más populares del mercado. Esto es un análisis que hice buscando enfoques en los vídeos y comparándolos con escenas de los videojuegos y de las películas más populares entre el público adolescente global. Las imágenes del 50% de los vídeos están basadas en juegos como Call of Duty, Grand Theft Auto y Mortal Combat y, además, hay una referencia constante a las sagas Saw de terror, a Hostel y a series de ficción de Estados Unidos creadas para justificar la lucha antiterrorista como American Sniper o La noche más oscura, Person of ineterest o Homeland. El Dáesh lo que hace es imitar esas escenas. Los vídeos de batallas están todos editados como si fueran un videojuego de tal manera que, para la audiencia potencial, ir a combatir al Dáesh es estéticamente igual que jugar al Call of Duty. De esta manera que no sabes dónde empieza la verdad y dónde empieza la mentira, la ficción. Han creado una narrativa que es muy sugerente y muy atractiva y que compite de manera directa con la narrativa que puede crear cualquier Estado a la hora de seducir a sus generaciones más jóvenes.
Los atentados como el de Barcelona –que ya llevamos nueve en Europa– están siguiendo una misma metodología sugerida por Estado Islámico en noviembre de 2016. En ese momento, empezaron una campaña de comunicación exclusiva para alentar este tipo de atentados y lo hicieron utilizando el lenguaje audiovisual occidental, desde jóvenes youtubers que salen explicando cómo conducir un coche y provocar una matanza, cómo utilizar bien un cuchillo de cocina para asesinar a una persona, cómo fabricar una bomba en la cocina... Están seduciendo a toda una generación para provocar cambios de comportamiento.
No es el único elemento, el Dáesh no radicaliza por un vídeo. Como he dicho antes, es un fenómeno muy complejo en el que se mezcla la frustración propia de la generación que les ha tocado vivir, la comunicación a la que han estado expuestos y elementos directos como puede ser la influencia de un imán o un grupo de radicalización física. La suma de todos estos elementos es lo que produce esos procesos de radicalización.
P. ¿Qué diferencia hay fundamentalmente entre los métodos de captación que utiliza ahora el Dáesh y los que utilizaban otros grupos como Al Qaeda? ¿Cómo ha sido ese proceso de sofisticación audiovisual?
R. Al Qaeda era un grupo moderno y Dáesh es un grupo posmoderno. Con moderno me refiero a que confiaba en el liderazgo de una persona, era una organización jerárquica. Todos sus vídeos están interpretados por Bin Laden desde un lugar recóndito haciendo referencias o interpretaciones muy particulares del Islam y haciendo referencia a elementos más religiosos o culturales. En esos vídeos no se cuidaba ni la estética, ni la imagen cultural y, por supuesto, no estaban pensados para comunicar de manera directa con sus audiencias. Estos vídeos están pensados para tener impacto en los medios de comunicación tradicionales porque sabían que tenían que pasar sí o sí por el papel mediador de los medios de comunicación.
Los vídeos de Estado Islámico están pensados para interactuar de manera directa con sus audiencias. A ellos les da igual lo que digan los medios de comunicación porque, además, saben que sus audiencias potenciales ni siquiera los leen. Por eso, su comunicación está totalmente basada en las redes sociales a través de una estructura de medios propios. Utilizan mensajes enviados por esa vía que están pensados para el lenguaje audiovisual, que lo ha creado Occidente, por eso lo utilizan.
Es una comunicación totalmente diferente a la de Al Qaeda, y los resultados han sido completamente satisfactorios para Dáesh. Según Naciones Unidas, en los últimos tres años 35.000 jóvenes de 100 países distintos se han unido al Dáesh. Estas son las cifras de captación que conseguía Al Qaeda en 20 años.
P. ¿Qué importancia adquiere la religión en la comunicación del Dáesh?
R. En lo referente a los vídeos, la temática religiosa apenas aparece. Estado Islámico no utiliza de manera sistemática la religión o los elementos religiosos a la hora de seducir a sus audiencias. Utiliza mucho más referentes culturales o discursos propiamente antisistema de luchar contra el capitalismo, contra lo que ellos llaman el petrodollar system, contra regímenes corruptos... Utilizan mucho más este lenguaje que el religioso porque saben que sus audiencias están más familiarizadas con eso.
En cualquier caso, todo está contextualizado dentro de la dialéctica del islamismo radical suní. El mundo suní no tiene una doctrina, es lo más parecido al protestantismo del cristianismo. Por eso, la interpretación de las escrituras sagradas es individual, de ahí la gran diferencia con el mundo chií que se rige por lo que diga el ayatolá.
La dialéctica del islamismo radical va, de alguna manera, impregnándolo todo, pero no es el elemento principal que utiliza el Dáesh, al menos no en primera instancia, para seducir.
P. ¿A qué audiencias se dirigen fundamentalmente?
R. Podemos hablar de forma clara de jóvenes entre 15 y 25 años de una generación global –sus vídeos están hechos en varios idiomas– y frustrada o enfadada con el concepto de Estado-nación y con la imagen de sus instituciones públicas. Es una generación muy global, incluso jóvenes que para nada han tenido ninguna vinculación con el mundo musulmán o árabe. Los primeros que fueron a luchar con el Dáesh eran unos hermanos de Toulouse de apenas 20 años que nunca habían tenido ninguna vinculación con el islamismo. Otro ejemplo es uno de los primeros portavoces del ISIS, que degolló a los primeros periodistas y apareció en los primeros vídeos. Este tipo no era un imán de una mezquita o un estudioso del mundo suní, era un cantante de hip hop frustrado.
Este es el perfil, jóvenes de una generación perdida entre 15 y 25 años y, sobre todo, global.
P. Se ha apuntado muchas veces a que esa frustración también puede estar relacionada con las condiciones de vida de los radicalizados. Por ejemplo, en el barrio de Molenbeek, en Bruselas. ¿Hasta qué punto puede influir esto en la captación?
R. De ahí viene la frustración. La mayoría de los casos analizados tienen un perfil similar. No se puede asociar terrorismo con pobreza, porque en ningún caso vienen de zonas pobres o extremadamente marginales, sino de zonas en las que pueden sentir frustración. Casi todo son zonas urbanas de barrios con retos sociales de las grandes ciudades europeas. Son barrios en los que los habitantes, de manera objetiva, tienen todas sus necesidades cubiertas. No hay que caer en la demagogia de que en el barrio de Molenbeek, en los suburbios de Londres, Barcelona o Madrid hay pobreza o viven en condiciones extremas. Digamos que las condiciones de vida son óptimas pero la frustración se siente con mucha fuerza porque perciben que todo el mundo vive mejor que ellos, sensación que crece de manera exponencial con las redes sociales.
P. ¿Y tienen algún papel las redes sociales en el proceso de radicalización?
R. Sí, total, absoluto. Esto es triste reconocerlo pero toda la investigación que he hecho ha sido utilizando fuentes abiertas desde el ordenador de mi casa. Absolutamente toda la comunicación del Dáesh está en las plataformas sociales que utilizamos todos. Esto plantea un reto también, porque hasta qué punto las empresas tecnológicas deberían actuar con mayor firmeza. Hasta hace cinco o seis años el monopolio de la lucha contra la violencia y el extremismo era de los Estados. Ahora, en la lucha contra el terrorismo tienen mucho más que decir Facebook, Google y Twitter que el Gobierno de España. Entran en juego otros actores que antes no estaban. Por eso ahora es muy difícil luchar contra el terrorismo si los manuales para fabricar bombas como la que estaban fabricando en Alcanar, o para robar o alquilar una furgoneta sin levantar sospechas y conducirla para matar personas, están en Internet.
P. Este papel que juega Internet junto con los tutoriales de los que habla, ¿crean un terrorismo global más difícil de controlar?
R. Claro, es un terrorismo impredecible. Alquilar una furgoneta es barato y una bomba está fabricada con acetona y agua oxigenada, fundamentalmente. Es la famosa madre de Satán, el explosivo que estaban fabricando en Alcanar. El terrorismo ahora es prácticamente gratis y acceder a cómo hacerlo está a un click. Por eso es muy complicado.
La célula del 11M en Madrid estaba formada por gente que iba, venía, cruzaba fronteras, tenía que comprar explosivos... Es decir, hacía falta una infraestructura. Esto, para las fuerzas y seguridad del Estado era más fácil de controlar mediante las fronteras o los pasaportes, aunque también era complicado. Pero es que hoy en día no se puede controlar la compra de acetona.
P. ¿De ahí los lobos solitarios?
R. Tú no detectas a una generación que, como en el caso de los de Ripoll, se radicalizan en dos meses. Pero es que puede ser, un joven de 18 años es muy voluble, y tan pronto puede acabar entrando en Estado Islámico como hacerse supremacista. Pero el problema es que realmente el acceso a la información o a las redes sociales ha creado que crezca la velocidad con la que una persona se radicaliza. Es que es muy complicado luchar contra esto y tenemos que asumir que la amenaza siempre va a estar ahí latente. Es triste asumirlo, pero soy muy pesimista.
P. Más allá de cómo se puede frenar el terrorismo a nivel policial, ¿Occidente está sabiendo construir un relato alternativo al utópico que construye el Dáesh? ¿Cómo combatirlo a nivel de propaganda?
R. Es muy complicado, no pensemos que hay soluciones fáciles a esto. Por hablar de una institución concreta, la Unión Europea no tiene un relato común, su cultura está en crisis. Hay que ver el Brexit, lo que pasa en Polonia... Es decir, ¿cuáles son los valores comunes de la Unión Europea? Probablemente necesitaríamos un año para llegar a un consenso sobre eso.
Pasa lo mismo en España, ¿cuáles son los mensajes que queremos poner en valor en la narrativa? Esa sería la primera pregunta. Luego, si se llega a un consenso, ¿cómo se hacen estética y culturalmente atractivos? Es mucho más atractivo presentar el Grand Theft Auto porque la violencia siempre es más atractiva que la razón. Su propuesta es mucho más atractiva que la de la razón, que requiere mucho más esfuerzo. Con 18 años, la propuesta nihilista de Dáesh es mucho más atractiva que el valor del consenso, de la tolerancia y de la inclusión. ¿Cómo ponemos en valor de una forma atractiva estos conceptos?
Luego, ¿quién es la persona adecuada para poner esto en valor? ¿Qué actores serían los encargados de transmitir los mensajes de esta narrativa?
P. ¿Ha influido la pérdida de territorio en Irak y Siria y el declive económico en la comunicación del Dáesh?
R. Sí, Estado Islámico, como organización, está en una situación de agonía tímida. Han perdido Mosul, probablemente pierdan Raqqa... El proyecto político de Estado Islámico de crear un Estado-nación con la población suní de Irak y Siria probablemente esté condenado al fracaso. De hecho, a corto y medio plazo, esto pueden ser malas noticias para los países de Europa y del norte de África, Turquía, Rusia, etcétera, lugares donde Estado Islámico tiene una gran actividad de radicalización. ¿Por qué? Porque los jóvenes que antes se radicalizaban en Irak y Siria, estamos hablando de 35.000 en tres años, ya no van a viajar a Irak y Siria, sino que van a cometer los atentados en sus lugares de origen.
Por otro lado, muchos de los 35.000 que ya había en Irak y Siria van a retornar a sus países y va a ser muy difícil saber si vienen de allí porque van a traer pasaportes falsos. Vienen radicalizados ya y con experiencia en el uso de armas. Es probable, aunque parezca paradójico, que la derrota del Estado Islámico en Irak y Siria aumente las probabilidades de atentados fuera de su califato.
Además, Estado Islámico, a sabiendas de que esta situación se va a producir, a mediados de 2016 empezó a ser consciente de que su proyecto político no era sostenible, con lo que empezó a subir el califato a la nube, o sea, a hacer una copia digital, a crear una narrativa que dure generaciones. Efectivamente, yo creo que va a costar al menos dos o tres generaciones desradicalizar a esta ola de jóvenes que han sido seducidos por el Dáesh. No es fácil, esto va a tomar tiempo. La derrota sobre el terreno es una buena noticia pero no hay que ser triunfalista.
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P. ¿Cómo deben actuar los medios a la hora de ofrecer información sobre este tipo de atentados?
R. Estado Islámico es un grupo terrorista que ha puesto mucho énfasis en la comunicación y en el tema de los enfoques, en los frames. Es importante no caer en los enfoques que pretende instaurar Estado Islámico, es decir, creo que no es bueno sacar imágenes de campañas de comunicación de Estado Islámico sin contexto, o dar imágenes de atentados sin contexto. Pero, por otra parte, no mostrar las barbaridades de Estado Islámico tampoco es bueno. Aquí podemos entrar en el ejemplo de la Alemania nazi. Si la opinión pública de Europa y de Estados Unidos no llega a ver las imágenes de los campos de concentración de los judíos –que eran imágenes brutales que forman parte del imaginario colectivo– no se hubieran tomado las medidas que se tomaron para luchar contra el nazismo. Podemos hablar incluso de ETA.
Es decir, yo creo que tampoco es bueno que haya una censura previa sobre las barbaridades del Estado Islámico, porque es lo que ayuda a formar la conciencia. El no querer ver lo que está pasando tampoco es bueno, aunque tampoco lo es contribuir al frame o a las imágenes de terror que quiere difundir el Dáesh. Yo creo que hay que informar, pero siempre dando el contexto y rompiendo el enfoque que quieren, es decir, hablando de las víctimas, del genocidio que están haciendo contra los propios árabes y musulmanes de Irak y Siria, porque el 98% de las personas asesinadas en sus vídeos son árabes, la mayoría de ellos musulmanes. Esto hay que contarlo, están haciendo un genocidio contra sus propios ciudadanos.