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La jura de bandera de Leonor: un símbolo del poder militar disfrazado de tradición monárquica

La princesa de Asturias, Leonor de Borbón, jura bandera en una ceremonia oficial celebrada en la Academia Militar de Zaragoza este sábado presidida por su padre, el rey Felipe VI, y junto al resto de los cadetes de su curso.

El Patio de Armas de la Academia Militar de Zaragoza ha sido este sábado todo un hervidero de cámaras y altos mandos del Estado y las Fuerzas Armadas. Los protagonistas, más de cuatro centenares de alumnos de la institución. Y, sobre todo, una de ellas: la dama cadete Borbón Ortiz. Tras siete semanas de formación, la heredera al trono ha jurado la bandera bajo la atenta mirada de los reyes. El acto ha sido emitido en directo por la radiotelevisión pública, que ya ha preparado una programación especial para que todos los hogares españoles pudiesen ver cómo la futura reina besa la enseña –que data de finales del siglo XIX– y desfila con su uniforme de gala. En definitiva, cómo sigue por la misma senda por la que un día transitaron su padre y su abuelo.

Todos los que pasan por la Academia de Zaragoza tienen el deber de prestar juramento o promesa ante la bandera. De hecho, es un "requisito previo e indispensable" para obtener la condición de militar de carrera. Ahora bien, nada obliga a la heredera a hacer este tipo de formación castrense, ni siquiera aunque, como se recoge en la Constitución, vaya a ser en un futuro "mando supremo" de las Fuerzas Armadas. Simplemente, es una opción que se le ofrece a través de la Ley de Carrera Militar: "El príncipe de Asturias podrá desarrollar la carrera militar y tener los empleos militares que, mediante real decreto, determine el Gobierno". En ningún sitio se recoge, en definitiva, que ser instruida en esta materia sea condición sine qua non para poder sentarse en el trono.

Pero ese ha sido, sin embargo, el camino seguido por los dos herederos desde que se recuperó la democracia. Nada ha cambiado, por tanto, en más de cuatro décadas. Corona y Ejército siguen estrechamente vinculados. Es algo que sucede tanto aquí como en la mayoría de las monarquías europeas. Elisabeth de Bélgica, por ejemplo, se pasó todo el mes de julio en un campamento militar en Bourg-Léopold. Un adiestramiento castrense que, en los últimos años, también han ido recibiendo los herederos y herederas al trono de Reino Unido, Luxemburgo, Suecia, Dinamarca o Noruega. Y al que no se duda en dar publicidad a bombo y platillo. Igual que se ha hecho en España, donde el goteo de imágenes de la formación de Leonor desde la Casa del Rey ha sido continuo.

El hilo que conecta la Corona con el estamento militar viene de lejos. Durante siglos, la monarquía española se ha sostenido, fundamentalmente, sobre dos pilares. Por un lado, la Iglesia, una institución que ha ido perdiendo fuelle. Por otro, el Ejército. "Desde la Baja Edad Media, el Estado ha estado parasitado por unos guerreros en los que se apoyaban los reyes", explica en conversación con infoLibre Carlos Arenas, historiador y autor de Por el bien de la patria. Guerras y ejércitos en la construcción de España (Pasado y Presente, 2019), donde analiza siglos de evolución de las fuerzas armadas. Élites militares que, en definitiva, "han vivido de esa connivencia". Y a las que los monarcas no dudaban en recurrir cuando veían peligrar sus "negocios" o "poder".

Una estrecha relación por la que aún se sigue apostando. "La jura de bandera va a ser, prácticamente, el primer gran acto que va a tener la heredera. Lo que se busca con esto es mantener el régimen de 1978, con el rey y el Ejército en la cúspide", reflexiona Rebeca Quintáns, periodista y biógrafa no autorizada del rey emérito –Juan Carlos I. La biografía sin silencios (Akal, 2016)–. Cuando se dio a conocer que la heredera recibiría instrucción castrense, desde la Casa del Rey no dudaron en señalar que era una tradición "ampliamente observada y compartida" en las monarquías europeas. "Se disfraza de tradición lo que no es más que un símbolo del poder militar sobre el civil", responde Arenas al otro lado del hilo telefónico.

Formación para un cargo vacío

En Zarzuela consideran que la formación de Leonor en los tres ejércitos es "muy conveniente y valiosa". Por un lado, porque "refuerza las capacidades de servicio y entrega". Y, por otro, porque "facilita los cometidos de representación que deberá asumir. En resumen, vienen a decir que le vendrá bien para cuando llegue al trono y se convierta en jefe supremo de las Fuerzas Armadas. Pero José Ignacio Domínguez, teniente coronel retirado del Ejército del Aire, recuerda que se trata de un mando "meramente simbólico". "Tiene la máxima autoridad militar, pero desprovista por completo de mando, esto es, tiene la potestad, pero carece de la competencia en que pueda ejercerla lícitamente", explicaba a finales de los ochenta el constitucionalista Ignacio de Otto.

Quien dirige la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado, tal y como se recoge en el artículo 97 de la Constitución, es el Gobierno. Es decir, es éste, a través del Ministerio de Defensa, quien manda realmente en las Fuerzas Armadas. "Y, sin embargo, no es necesario que la ministra de Defensa tenga formación militar", reflexiona Domínguez. Como tampoco lo es en países de nuestro entorno como Francia o Italia, repúblicas en las que el puesto de comandante en jefe lo ostenta el presidente. "La formación militar de Leonor tiene más que ver con mantener contentos al Ejército y a las élites de un país con una derecha militarona y católica integrista", resume Quintáns en conversación con este diario.

Pero no solo eso. El paso de la heredera al trono por las academias militares también tiene mucho de ejercicio de relaciones públicas. "Profesionalmente, no le va a servir de nada. Pero sí que le va a permitir entrar en contacto y entablar amistad con personas que en un futuro ocuparán puestos de mando", resalta el teniente coronel retirado. "Lo mismo que hicieron Juan Carlos y Felipe", completa la biógrafa. Con alguno de estos compañeros de promoción real coincidió, en alguna ocasión, Domínguez. Recuerda, especialmente, a El Cabra. "Servía de puente con el rey Juan Carlos. Si le querías enviar un mensaje, se lo decías a él y se lo transmitía", apunta quien fuera también portavoz en el exilio de la Unión Militar Democrática (UMD) en la recta final de la dictadura.

Hacia una monarquía civil

Con todos estos elementos sobre la mesa, el teniente coronel retirado y miembro de Foro Milicia y Democracia considera que, en pleno siglo XXI, "la monarquía debería orientarse más hacia lo civil y dejarse de ejércitos, es un retraso histórico". Coincide Arenas: "Es anacrónico". Y añade: "Hay que crear conciencia cívica, crear nuevos símbolos". "¿Una monarquía civil? Sería divertido intentarlo. De todos modos, la democratización es algo opuesto a la propia idea de monarquía", sostiene Quintáns.

Un primer paso podría ser cortar el hilo constitucional que une ambas instituciones desde hace cuatro décadas y media. Y movernos hacia un modelo como el que existe actualmente en Países Bajos o Suecia, monarquías parlamentarias en las que el monarca no ostenta la condición de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Ahora bien, caminar en esa dirección resulta extremadamente complicado. Fundamentalmente, porque implica tocar el Título II de la Ley Fundamental, el relativo a la Corona, para lo que se requiere una mayoría de dos tercios en Congreso de los Diputados y Senado, disolución de las Cortes, celebración de elecciones, otra mayoría de dos tercios en ambas Cámaras y, por último, ratificación en referéndum.

Y mientras no se produzca esa ruptura, considera Domínguez, seguirá existiendo una brecha con la ciudadanía. "La militarización de la monarquía yo creo que es algo que le resta apoyos", considera. Pero la imagen que se verá este sábado en la Academia Militar de Zaragoza, sin embargo, será "continuista". Con la próxima reina escuchando al jefe de la unidad: "¡Soldados! ¿Juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor cumplir fielmente vuestras obligaciones militares, guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, obedecer y respetar al rey y a vuestros jefes, no abandonarlos nunca y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de España?". Y respondiendo al unísono junto a sus compañeros: "¡Sí, lo hacemos!".

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